Bou Bess o dar voz a los sin voz
La lucha contra el racismo y la desigualdad presiden el rap de este trío senegalés
Cuando Issa, Ibrahima y Beyatt partieron en cayuco desde Senegal hacia Canarias no imaginaban que el rap les iba unir para "dar voz a los sin voz" y proclamar desde su grupo, Famille Bou Bess, que no se iban "a callar", sobre todo cuando se mira "al africano como a un ladrón". Issa, Ibra y Beyatt eran menores de edad cuando, cada uno por su lado y sin conocerse en su Senegal natal, decidieron emprender rumbo a Canarias en viajes diferentes de cayuco que arribaron al muelle tinerfeño de Los Cristianos en 2006. Todos coincidían en que ninguno le contó a su madre que iba a arriesgar su vida con la emigración y todos tenían experiencia con el rap.
Según explicó Issa durante una entrevista del grupo, el viaje en cayuco "es una historia que ha pasado pero que queda para siempre". Issa quería venir a Europa, pero solamente habló del viaje y del peligro que conllevaba con su padre, y en Senegal se quedaron sus cuatro hermanos y los amigos de su grupo de rap, La Paz. Ibrahima Sarr rapeaba en solitario y tampoco contó a su madre los planes de viajar a España. El cayuco en el que llegó a Canarias era de su tío, quien le pidió que meditase antes de hacer nada, y finalmente tomó la decisión el día antes de viajar.
Ibra recuerda el trayecto como una navegación "durísima" de seis días, aunque le reconforta el que sus compañeros sabían manejar el barco y tenían a bordo comida y bebida suficiente. Lo contrario es habitual y provoca "mucho conflicto" en otros cayucos, relata el miembro de Famille Bou Bess, nombre mezcla de francés y wolof que significa "la nueva familia". Beyatt también coincide en que solo contó sus planes a un hermano porque "la madre nunca va a dejar", y lo decidió en el último momento. El viaje fue muy duro, desde un sábado a las cuatro de la tarde hasta el siguiente sábado a las nueve de la mañana, rememora Beyatt, quien advierte de que al llegar a Tenerife se encontró con el desengaño. "Piensas: llego mañana, descanso y al otro día empiezo a trabajar, y no sabes que al no tener papeles esto no sirve para nada".
Pero además ninguno había previsto ir a un centro de menores inmigrantes, levantarse a las seis de la mañana, coger la mochila y estudiar mañana y tarde. Todos tuvieron una difícil etapa de adaptación en el centro de menores de La Esperanza (El Rosario), una localidad de clima frío y donde a alguno le costó hasta tres meses acostumbrarse a la comida española y sólo tomaba el postre. "Cuando llamaba a la familia y les contaba que no estaba trabajando, sino estudiando, me decían: ¿entonces para qué te fuiste?".
Sin embargo, fue en este centro donde "empezó todo" al acudir un día de visita Ventor de la Guardia, componente de la banda canaria Species y profesor del colegio Echeide, quien consideró "increíbles" las condiciones en que habitaban los inmigrantes. "La bola arrancó y comenzó el vínculo", detalla el músico y profesor, quien conoció a Issa cuando preguntó quién hablaba bien español y éste le contestó: "yo rapeo". Cuando los raperos cumplieron la mayoría de edad vivieron otra experiencia dura tras pasar a un piso de acogida de una ONG donde "lo pasaron fatal" durante tres meses.
Ahora, Issa y Beyatt trabajan en un restaurante de comida rápida e Ibra está en paro tras pasar casi un año en la construcción. La idea de fundar "Famille Bou Bess" surge de su fe en la música. "Todo el mundo te escucha y puedes lanzar mensajes, puedes contar la verdad", y lamentan que en Senegal piensen que ellos tienen los mejores coches y casas porque hay inmigrantes "que mienten a sus familias". Ibra opina que hay gente que canta "para alegrarse, para demostrar que es un chulo o para tener dinero", mientras que para él "rapear es quedarse sin respirar".
Con su rap denuncian "un mundo donde los poderosos abusan de los pobres", algo que creen que "en esta vida lo van a pagar porque la vida es una bola que rueda" y nadie sabe en qué agujero entrará. Ibra rapea durante la entrevista. "Ya no vamos a callar, yo no soy un cabrón, sino un cabezón. Lo digo con corazón: cuando miran extranjeros, sobre todo al africano, como si fuera un ladrón. No soy un ladrón y mi imagen no es la de un quinqui de la selva".
Babelia
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