Retrato de la otra cara de África
El fotógrafo maliense Malick Sidibé gana el premio PhotoEspaña Baume & Mercier 2009 e Isabel Muñoz obtiene el galardón Bartolomé Ros
Hace apenas una década, la fama del fotógrafo Malick Sidibé apenas rebosaba los límites de Bamako, la capital de Malí, donde en 1962 abrió su estudio. Hoy, a sus 72 o 73 años -nació en 1936 o en 1937, no hay datos precisos- sus imágenes viajan por todo el mundo, hace reportajes de moda para el New York Times Magazine y hace dos años recibió el León de Oro en la Bienal de Venecia. Su último reconocimiento le ha llegado hoy, al hacerse público que ha sido el ganador del premio PhotoEspaña Baume & Mercier 2009, dotado con 12.000 euros, un trofeo de Eduardo Arroyo y la compra de obra. "Diga que estoy muy agradecido a la organización, que me está mimando mucho", afirmaba ayer en el Hotel Palace de Madrid, horas antes de la ceremonia de entrega de un galardón que le ha sido concedido "como reconocimiento a su excepcional condición de retratista, su sensibilidad y personalidad, que le convierten en uno de los más reputados fotógrafos de África". Otro de los premios importantes del festival PhotoEspaña, el Bartolomé Ros, también con una dotación de 12.000 euros, ha ido a parar en esta edición a manos de Isabel Muñoz. La galería Magee Art se ha hecho con el premio Festival Off Saab, el premio Descubrimientos PHE Epson ha sido este año para la fotógrafa mexicana Alejandra Laviada y Carlos Sanva se ha llevado el premio Revelación Room Mate Hoteles.
Junto con la hospitalidad, la gratitud es uno de los pilares de la cultura de Malí. Por eso no sorprenden los agradecimientos de Sidibé, que aún hoy sigue haciendo retratos en su estudio. Sobre todo son los extranjeros que visitan Bamako quienes se acercan al Studio Malick y pagan 100.000 CFA (unos 150 euros) por un retrato de Sidibé. Eso sí, no van firmados "por obvias razones", precisa Laura Incardona, colaboradora del fotógrafo en la organización de sus exposiciones internacionales. Ya no sale, claro, a fotografiar las fiestas que en los 60 y 70 celebraban los jóvenes de Bamako. Durante aquellos años, a media noche recorría con su bicicleta los saraos en los que se bailaba, no a ritmo de balafón o kora, los instrumentos típicos del país africano, sino al son del rock, el swing, el ula-hop que llegaban de Occidente. Es el retrato de una generación de chicas en minifalda y chicos con traje de chaqueta y corbata estrecha. Una juventud que, más que celebrar la independencia de Malí en 1960, lo que mostraba ante la cámara de Sidibé era una alegría de vivir que tenía más bien que ver con esa música que les permitía bailar, chicos con chicas, juntos. La galería madrileña Oliva Arauna exhibe una selección de fotografías de esta época hasta el 18 de julio.
Una imagen de África que rompe con todos los tópicos de miseria que han forjado la iconografía del continente. "Me alegro de que la gente descubra que ya entonces Malí era un país civilizado. Hay gente que, con maldad, regresa a Francia, por ejemplo, cargada de imágenes de niños y mujeres pobres y las muestran como si fuera la única realidad de África. Lo cierto esa que África es muy grande y tiene muchas caras", dice Sidibé, que estudió dibujo en la Escuela de Artesanos Sudaneses y llegó a la fotografía por puro azar. El fotógrafo francés Gérard Guillat-Guinard necesitaba un decorador para su estudio de Bamako y la escuela le mando a Sidibé, su alumno más aventajado. "Yo estoy contento de que mis fotos hayan llegado a Europa porque en 1962 todavía mucha gente pensaba que íbamos desnudos. Recuerdo que llegué a Moscú y los rusos me preguntaron si me había vestido en el aeropuerto".
Hasta 1995 la obra de Sidibé no se conoció fuera de Malí y fue gracias a Laura Serani, comisaria italiana que en 1994 descubrió su obra en la Bienal de Fotografía Africana de Bamako y organizó su primera exposición en la Fnac de París. Desde entonces, Sidibé no ha dejado de viajar por todo el mundo mostrando sus fotos antiguas y también trabajando en nuevos encargos. Incluso en el frívolo mundo de la moda. Hace apenas un mes realizó un trabajo para la firma italiana Pennyblack. "No hay diferencia entre un reportaje de moda y mis retratos de estudio", afirma el fotógrafo, que reniega de los equipos digitales que, para él, no son "fotografía de verdad" porque se puede corregir y eso él no lo concibe. "Al final, las mujeres, cuando llegan a mi estudio, lo que quieren es salir elegantes, guapas. Es lo mismo que con las modelos".
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