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59º edición de la Berlinale

Kate Winslet reina en Berlín como celadora de Auschwitz

La actriz presentó en la Berlinale la película 'The Reader' durante una jornada en la que también se pudo ver la nueva película del catalán Sergi López

La actriz Kate Winslet reinó hoy sobre la Berlinale con The Reader, la historia de amor y vergüenza de una ex celadora de Auschwitz exhibida hoy en el festival y cuyo desfile de aspirantes a los Osos trajo además la divertida sorpresa de un Sergi López convertido en papá de un bebé volador.

El personaje de Hanna Schmitz, la mujer capaz de avergonzarse de su analfabetismo pero no de haber seleccionado qué presas debían morir en el campo nazi, sobrecogió a un Berlín ansioso de recibir a Winslet, tan inmensa en la pantalla como en persona.

"Mi responsabilidad ante ese papel era dar con el equilibrio necesario para interpretar a una mujer capaz de amar y de expresar ternura, y también de haber estado entre ese personal de selección", explicó Winslet, receptora de la primera ovación de esta Berlinale.

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"No es una película sobre el Holocausto, sino sobre sus consecuencias y el impacto de éstas en la generación siguiente", matizó el director Stephan Daldry sobre su filme, basado en el best-seller de Bernard Schlink y con cinco nominaciones a los Óscar, entre ellos la correspondiente a Winslet.

La Berlinale cayó en la red de los devotos de The Reader, exhibida fuera de competición, que arranca de la historia de amor desigual entre la ex celadora y un adolescente en la posguerra alemana, deambula por los procesos de Auschwitz y desemboca en la Alemania casi actual.

A Winslet la acompaña un rictus de celadora nazi de esa historia de amor que transcurre entre la bañera, la cama y las sesiones de lectura de su jovencito. Domina siempre, aunque aparentemente se derrumbe, pero sin caer en la tentación de devorar ni al joven David Kross ni a Ralph Fiennes, los actores que interpretan a ese amor, en la adolescencia y la madurez.

Dueña y soberana de cada una de sus palabras, como de cada una de las escenas de la película, Winslet impuso su presencia ante la prensa, mientras Kross explicaba que había tomado "clases adicionales" para estar a la altura "de la responsabilidad con la historia".

El proceso de Auschwitz, celebrado en Fráncfort de 1963 a 1965, fue el primer gran juicio de un tribunal alemán contra implicados en los crímenes de ese campo de concentración nazi. Si en Nuremberg, en 1948, los altos responsables del Tercer Reich respondieron ante un Tribunal aliado, ahí les tocó el turno a ciudadanos "corrientes" -desde médicos a guardianes de Auschwitz- y ante la justicia de la Alemania renacida de las cenizas.

Hanna Schmitz fue uno de esos ciudadanos corrientes que ni en los 50, ni en los 60 ante el tribunal que la juzga, ni luego, en la cárcel, siente culpa y defiende que hizo lo que le mandaron. Sí se avergüenza, y hasta las últimas consecuencias, de no haber aprendido a leer ni escribir.

The Reader dejó a la Berlinale rendida a Winslet, aunque a los alemanes les cueste verse reflejados en una película de corte tan estadounidense. Los momentos de intimidad son perfectos -Winslet parece capacitada para representar a un personaje de cualquier latitud del planeta- pero la ambientación tiene sus puntos flacos.

Tal vez no desde la perspectiva de la crítica internacional, pero sí desde la del público local. Como no podía ser de otra forma, The Reader y Winslet acapararon el protagonismo de la jornada, en la que desfilaron las dos primeras concursantes: Ricky, del francés François Ozon, y Lille Soldat, de la danesa Annette K. Olesen.

Ozon deleitó al personal con el hermoso bebé con alitas de pollo que le coloca a un algo torpe, pero noble, emigrante español -Sergi López, por supuesto-. De la fábula a la mera diversión, la película del nene volador da para múltiples interpretaciones -seguramente, ninguna buena- y para salir del cine con la sonrisa pícara de López a cuestas. Lille Soldat explora dos temas complejos: los transtornos traumáticos de una soldado danesa, de regreso a casa, y el día a día de una prostituta nigeriana en ese mismo contexto escandinavo.

A ambas las une el trabajo ocasional de la ex soldado, como chófer de la prostituta -y novia de su padre- y a partir de ahí se trata de reflejar, sin salir de la órbita escandinava, los efectos globales de dos tragedias geográficamente alejadas: la guerra de Irak y la miseria africana.

EFE

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