La ruta sonora de la literatura americana
Al igual que existe en la literatura una etiqueta de Gran Novela Americana, hay otra, no menos utilizada, en el mundo de la música de gran álbum americano. Fue el psicólogo y antropólogo francés Clotaire Rapaille quien posiblemente hizo la definición más certera de Estados Unidos cuando aseguró: "América no es un lugar. Es un sueño". La ficción estadounidense a través de sus novelas ha contribuido a desgranar, con sus luces y sombras, ese sueño, pero la memoria popular recurre por igual a los sonidos que también constituyen la identidad americana. El abanico de estilos es amplio: jazz, rock, soul, blues, gospel, pop... Y la lista de discos que dan testimonio de la andadura estadounidense es aún más abrumadora.
Sin embargo, la crónica social americana alcanza algunos de sus mejores momentos cuando literatura y música confluyen en una misma obra. Las grandes novelas americanas han servido de inspiración para los cantantes y los grupos más representativos de EE UU. La siguiente lista es sólo un pequeño esbozo, una mirada ligera a la influencia de la literatura norteamericana en su música. En buena parte porque es un viaje fascinante de ida y vuelta y, más aún, porque es necesario: EE UU es un país que no se puede entender sin su música.
Bob Dylan: The Freewheelin' Bob Dylan (1964)
El origen de la simbiosis entre la literatura y el rock está en Dylan. El poeta Enra Pound aseguró en su día que Walt Whitman no era sólo el poeta americano por excelencia, sino que él era América. Extrapolado a la música, el cantante de Minnesota, que tomó su nombre artístico del propio Dylan Thomas, fue el Whitman del folk mientras merodeaba en los sesenta por el Greenwich Village de Nueva York. La voz de Dylan fue inconfundiblemente la voz de América. Por su música comprometida, generosa, imaginativa y rítmica planeaba el espíritu del autor de Hojas de Hierba.
The Doors: The Doors (1967)
Después de leer el libro de Aldous Huxley Las Puertas de la Percepción, el grupo decidió bautizarse The Doors. Huxley tituló su obra a partir de una cita de William Blake: "Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito". Jim Morrison quedó fascinado con el libro, que releyó varias veces y narra la experiencia del autor con la droga alucinógena de la mezcalina. La espiritualidad y filosofía mística enlazaban con las obsesiones y excesos de Morrison. A través del blues eléctrico y oscuro de The Doors, la contracultura americana fue de cariz profundo, sexual, carismático y mortal.
Grateful Dead: American Beauty (1970)
El escritor clave para comprender la contracultura de los sesenta fue Ken Kesey, que sentó las bases de toda la ideología underground a través de libros como Alguien voló sobre el nido del cuco. La experimentación con LSD y marihuana ilustraba una América irreverente en plena guerra de Vietnam. En su autobús pintado de colores, con su comuna de "los alegres bromistas", sonaba el rock psicodélico de Grateful Dead. Improvisación y eclecticismo, emoción y fuertes raíces, para un sonido más allá del movimiento hippie.
Tow Waits: Closing Time (1973)
El libro de cabecera de un joven Tom Waits fue En el camino. La obra cumbre de Jack Kerouac es posiblemente el texto que más ha influenciado a la música popular estadounidense, con la que comparte los viajes a bordo de trenes en marcha, Cadillacs prestados y Dogdes desvencijados. De Nueva York a San Francisco y con la luna de compañera. La Biblia de la generación beat hizo del primer Waits un auténtico hipster, ángel y pordiosero de la América subterránea. Humo y whiskey en la noche, con las teclas del piano vivas y baladas vagabundas.
Bruce Springsteen: The Ghost of Tom Joad (1995)
El flanco más alejado del sueño americano, constituido por la pobreza y la desesperanza. Con Las uvas de la ira, el premio Nobel John Steinbeck narra la odisea de la familia Joad, el éxodo de una parte de América víctima de la injusticia. Springsteen, que acostumbraba a retratar al ciudadano medio estadounidense, se inspiró al principio en la película de John Ford, pero la percepción más profunda llegó tras leer la novela. De manera documentalista y sobria, compone un disco de folk conmovedor y de difícil digestión, repleto de perdedores, inmigrantes y desheredados. Real como el filo del cuchillo.
Lou Reed: The Raven (2003)
Antes o después, Edgar Allan Poe y Lou Reed tenían que encontrarse. Ambos son artistas personalísimos, intensos y sombríos. Después de leer uno de los relatos de Poe para una fiesta de Halloween en beneficio de una Iglesia de Brooklyn, el músico neoyorquino se empapó de su obra y reescribió algunos de sus cuentos para crear canciones, además de incluir composiciones propias inspiradas en las lecturas de Poe. Un disco doble, también disponible en versión acortada de un sólo compacto, que debe su título al nombre del famoso relato El cuervo. Un homenaje sonoro a la América de fábula y caminos pavorosos.
Tom Russell: Hotwalker (2005)
Subtitulado como Charles Bukowski y una balada de la América perdida, este trabajo es el más conceptual del gran cantautor Tom Russell, ferviente admirador del realismo sucio de Bukowski. Sin ser de fácil escucha y con monólogos de por medio, Russell, de buen nervio folk rock, recrea escenas y personajes de forma concisa y ofreciendo el contexto como punto de partida. Bukowski, como Raymond Carver, destacó por saber medir la palabra y dar en la diana con sus escritos. Russell pone acordes a esas ideas del mito de América.
Babelia
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