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La Pedrera cierra sus puertas al público para acoger el rodaje de Woody Allen

La Pedrera, la famosa casa obra del arquitecto catalán Antoni Gaudí, ha cerrado esta tarde sus puertas al público para acoger algunas de las escenas del rodaje en Barcelona de la nueva película del director norteamericano Woody Allen.

El rodaje del cineasta en uno de los enclaves más conocidos de la capital catalana ha congregado a unas cuatrocientas personas alrededor del edificio, pese a que Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana han acordonado las calles adyacentes a la zona. Concretamente, los trabajos han obligado a cortar la circulación total de la calzada lateral de paseo de Gràcia entre Mallorca y Roselló y el corte intermitente en la calle Provença a la altura de La Pedrera, aunque no se han producido grandes retenciones de tráfico.

Las primeras tomas en la Casa Milà se han rodado en la conocida azotea del edificio modernista con la actriz Rebecca Hall y la musa del cineasta, Scarlett Johansson, que ha llegado a las 16.45 hasta La Pedrera en un monovolumen con cristales negros, lo que ha provocado la decepción del público, que llevaba más de dos horas esperando a la estrella.

De copas por el paseo de Gràcia

Tras el rodaje de estas tomas, Johansson, que llevaba una camiseta rosa y unos pantalones de lino verdes, ha salido a la puerta del edificio a saludar a los asistentes aunque sin decir una palabra ni quitarse las gafas de sol. Media hora más tarde, Woody Allen ha cumplido las expectativas de los presentes trasladando el set del rodaje hasta la calle, lo que ha permitido al numeroso público seguir, desde unos diez metros de distancia, las instrucciones que el director daba a una veintena de extras que simulaban tomar una copa en un bar e ir de tiendas por el paseo de Gràcia.

Woody Allen no ha sido el único que ha trasladado el espectáculo al corazón de Barcelona, pues en un momento del rodaje, un hombre con un cabezudo de Groucho Marx se ha asomado a una de las ventanas de La Pedrera, lo que ha recordado a los asistentes que estaban siendo partícipes de la magia del séptimo arte. Las tomas de esta segunda escena, que finalizaba con el encuentro de dos parejas de actores que inician una conversación, han tenido una duración de cerca de dos horas, lo que ha permitido que el número de curiosos fuese cada vez mayor e incluso los autobuses turísticos se detuviesen ante el rodaje.

CARLES RIBAS

Babelia

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