El niño del puño en alto
Daniel Rivas, piloto en la actualidad, es el protagonista de una de las fotografías más célebres de la transición
El niño que levantaba el puño en una fotografía de César Lucas publicada en la última página de EL PAÍS el 23 de junio de 1976, al inicio de la transición, se llama Daniel Rivas Azcueta, tiene 34 años, es piloto y vive en Las Rozas (Madrid). Se siente muy orgulloso de ser "un icono" de aquel periodo de la historia de España. La foto fue tomada en la calle Preciados de Madrid, donde hoy está la FNAC. Sus padres, que le llevaron a la manifestación en la que fue fotografiado, eran militantes del Partido Comunista, miembros muy activos de Comisiones Obreras y de la Junta Democrática.
Hoy, Daniel dice que merece la pena manifestarse, por ejemplo, contra la guerra "o cualquier cosa que despierte el espíritu dormido de la gente", y, de hecho, a la manifestación que hubo contra la invasión de Irak él y su mujer llevaron a su hija Daniela, que tiene ahora cerca de cuatro años, los mismos que él tenía cuando se produjo la manifestación en la que le captó César Lucas.
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La madre de Daniel, Sonia Azcueta, recordaba ayer que el niño "no sólo levantaba el puñito [como se ve en la foto], sino que nos animaba a todos los que estábamos alrededor".
Esa misma instantánea, símbolo de una época, ilustró la portada del tomo 7 de la colección La mirada del tiempo que EL PAÍS comenzó a publicar el pasado domingo.
Daniel Rivas tiene esa fotografía a la entrada de su casa, donde vive con su mujer, Marta Rodríguez Aznar, azafata; se la consiguió hace unos años su madre. Daniel es piloto de Air Nostrum; Marta trabaja en Iberia. Hace 15 días tuvieron otra niña, Martina.
Los padres de Daniel, Santiago Rivas y Sonia Azcueta, eran activistas políticos. Su casa, en La Guindalera, era "un hervidero sindical y político", y a Daniel esas idas y venidas le divertían y le estimulaban desde muy niño. Así que no pudo sorprenderse cuando sus padres le llevaron "a aquella manifestación a la que se iba para exigir mejor calidad de la enseñanza y a protestar contra la carestía de la vida". Él ya se sabía todas las consignas, las decía y levantaba el puño con la soltura que veía a su alrededor. Se puso a hombros de un amigo de la familia —Agustín Cerdán, que ahora trabaja en Vueling; su padre trabajaba en Aviaco, su madre sigue siendo secretaria en el hospital de La Princesa— y "disfruté de la fiesta, porque para mí aquello era una fiesta. Nadie me dijo 'levanta el puño', ni tenían que decírmelo. Yo levantaba el puño, y punto".
Como cuenta Juan Luis Cebrián, el primer director de EL PAÍS, en el prólogo que hace al citado tomo de La mirada del tiempo, esa fotografía armó un gran revuelo, y por su publicación protestó un ministro ("¿Es que EL PAÍS va a apostar por una España comunista?"). "Era un niño tan rubio, tan mono, tan angelical, tan simpático y bien trajeado, que su imagen resultaba demoledora", escribe Cebrián en el prólogo.
César Lucas, que era jefe de Fotografía de EL PAÍS entonces, recordaba ayer que los que pensaron, como aquel ministro, que la instantánea había sido preparada "pudieron haber tenido un argumento más, y también se hubieran equivocado. Unos días después de haberse publicado la fotografía", cuenta César, "me vino a ver un empleado del periódico, Edmundo Azcueta, que me espetó: ¡Vaya foto le has hecho a mi sobrino!".
"Por fortuna", dice el fotógrafo, "no sólo desconocía que Azcueta era tío del niño del puñito, sino que tenía un testigo de que la foto la hice sin preparación alguna, desconociendo absolutamente a quién estaba fotografiando. Ese testigo es el periodista Miguel Ángel Gozalo. Él me vio obtenerla, desde un ángulo inverosímil, sin poder mirar por el visor. Al llegar al periódico y revelarla me quedé encandilado".
Ahora lo dice: "Fotografié a un icono de la transición. Era un niño rubio, bien vestido, bien peinado, ¡era una España diferente, y estaba yendo a manifestarse!".
Desde que Elpais.es lanzó el llamamiento para que se den a conocer aquellas personas que se sientan identificadas en las fotografías que publica la presente serie, fueron muchas las que se dirigieron al periódico reclamando ser el niño del puñito, y entre ellos estuvo Daniel. "¡Soy yo!", nos dijo, cuando le contamos que hubo otros que dijeron ser el protagonista de la fotografía. Nos mostró la foto que consiguió su madre, y nos abrumó con datos que sitúan aquella foto en el centro de su vida. Su madre, por cierto, la convirtió en una litografía, y la tuvo "durante años" en el dormitorio que Daniel compartía con su hermana Carolina. "Aquél era un momento histórico y debía sentirse orgulloso de haber participado en él, ya que para muchísimas personas representó un gran adelanto. Esa fotografía representaba todo por lo que habíamos luchado: el futuro de nuestra sociedad", explica su madre.
El padre de Daniel, Santiago Rivas, también recuerda el momento: "Aquélla era una manifestación contra la carestía de la vida, pero terminamos gritando consignas como '¡Libertad, Amnistía!' y al final nos dispersaron los grises porque gritábamos lo que no nos habían autorizado".
Cuando salió la fotografía en EL PAÍS hubo emoción en la casa, pero la historia continuó, los padres se separaron apenas un año después y políticamente se inició un camino algo abrupto. El Partido de los Trabajadores usó la fotografía para su campaña electoral de 1977, y en el colegio público donde estudiaba Daniel otros compañeros le atacaron. La madre hizo que el abogado José María Mohedano requiriera al Partido de los Trabajadores para que suspendiera esa parte gráfica de su campaña. El partido se disculpó y retiró los carteles. "Que saliera en EL PAÍS estaba bien; ayudaba a defender la democracia, pero que la usaran con fines políticos no nos parecía bien".
Daniel Rivas se hizo piloto, gracias a un programa de becas de la compañía Iberia después de haber desempeñado muchos otros oficios, entre ellos camarero, chaqueta roja de esa misma aerolínea... Hoy piensa que quizá sin la transición, de la que su fotografía es un emblema, no hubiera llegado nunca a ser piloto. Y concluye: "La democracia te ayuda a conseguir cosas que antes acaso eran imposibles para quienes no tuviéramos recursos".
Babelia
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