La huella ecológica del cultivo del aguacate en Málaga y Granada: pozos ilegales, estrés hídrico y suelos degradados

La plantación del aguacate está creciendo sin parar desde hace 15 años en Málaga y Granada, espoleado por los altos precios que se pagan por el producto. Sin embargo, la sustitución de cultivos de secano —viñas, olivos y almendros— por esta planta tropical que requiere mucha agua tiene consecuencias: estrés hídrico, proliferación de pozos ilegales, peor gestión de las sequías y suelos degradados. Así lo denuncia un informe de Ecologistas en Acción presentado este miércoles, que estima que alrededor del 40% de las hectáreas de regadío en la Axarquía malagueña son ilegales y denuncia que el cultivo se está extendiendo a otras zonas de la península de forma insostenible.

“El principal problema que genera es la sobreexplotación de las masas de agua tanto subterráneas como superficiales. También está muy relacionado con el saqueo del agua”, critica Elena Alter, coordinadora del Área de Agroecología de la entidad. “Los efectos se notan, y mucho, en el embalse de La Viñuela, que se construyó para abastecer a la zona, pero el año pasado estuvo al 7% de su capacidad tanto por la sequía como por la mala gestión del agua”, añade.

Rafael Yus, portavoz de Ecologistas en Acción Axarquía, señala que el plan Guaro de 1989 —elaborado cuando entró en funcionamiento La Viñuela— permitía pasar de 6.000 hectáreas de regadío a 8.500. Sin embargo, han realizado un estudio con imágenes por satélite en el que estiman que al menos otras 5.000 hectáreas se han convertido a esta modalidad de manera ilegal.

Para atender esta creciente demanda, algunos agricultores han construido pozos fuera de la ley. El pasado año el Seprona de la Guardia Civil realizó una operación contra el saqueo de agua en la Axarquía en la que denunció unos 250 pozos ilegales. “Los pozos están secos, la situación es absolutamente insostenible, mientras la Junta de Andalucía mira para otro lado. A pesar de la sequía, se han seguido plantando aguacates, incluso regándolos con camiones cisterna”, apunta Yus.

Esto lleva a situaciones complicadas: en 2022, por ejemplo, algunos agricultores tuvieron que talar ejemplares ante la persistente sequía en la zona. El ecologista también critica que las comunidades de regantes están revendiendo agua para este tipo de cultivos, que además hay que mover con bombas, lo que aumenta el gasto energético y empeora la situación de la cuenca hidrográfica.

Tal y como señala el informe, “el elevado consumo de agua para el riego del aguacate combinado con olas de calor, mayor evapotranspiración y periodos de sequía recurrentes, conduce a una gran sobreexplotación de los recursos hídricos, afectando drásticamente a los ecosistemas fluviales y humedales costeros —que si no tienen un caudal ecológico están en peligro— así como a los acuíferos, salinizados por la entrada de agua de mar”. Además, “el agotamiento de los recursos hídricos está afectando el suministro público de agua a la población local que se ha visto confrontado con cortes de agua hasta de 12 horas en verano de 2023″.

Erosión de los suelos

Otro de los problemas es la mayor erosión de los suelos. Según Yus, “para plantar aguacate hay que meter maquinaria pesada y arrasar con cualquier resto vegetal, con enormes movimientos de tierra para crear bancales. Mientras los árboles crecen, la tierra queda empobrecida y hay mucha más erosión en cuanto vienen las lluvias”. Los fenómenos climáticos extremos impulsados por el cambio climático, como las lluvias torrenciales, empeoran la salud del terreno. Además, esa degradación favorece la lixiviación progresiva de sales minerales, lo que aumenta la necesidad de fertilizantes que también tienen repercusiones sobre el medio ambiente.

Pese a todos estos inconvenientes, el aguacate se está expandiendo y su superficie ha crecido un 30% en el país desde 2018, según datos del informe. Alter critica: “Es un cultivo tropical, no mediterráneo, adaptado a regiones donde llueve más del doble que en Andalucía, por lo que genera un importante déficit de agua. Pese a ello, no deja de crecer en Málaga y Granada, y empieza su expansión por Cádiz, Murcia y el sur de Portugal”.

En sus conclusiones, el informe pide paralizar las transformaciones de cultivos de secano en regadío, repartir de manera equitativa los recursos hídricos y aumentar la eficiencia del riego. Además, exigen garantizar los caudales ecológicos de los ríos y reforestar los suelos degradados con matorral autóctono, que impide la erosión y las pérdidas de sales minerales del suelo.