España abre el debate sobre los derechos de los grandes simios: 140 viven hoy en zoológicos y en santuarios
El Ministerio de Derechos Sociales recoge las propuestas de asociaciones y ciudadanos para la elaboración del anteproyecto de la Ley de Grandes Simios, que sería pionera en el mundo
Guille, un chimpancé de 30 años, desayuna detrás del vallado sin quitar ojo a los visitantes. En una mano sostiene una lechuga, y en la otra, apoyada en el suelo, esconde una piedra. Lo hace por precaución, no se fía de los extraños, y no es raro. Es uno de los 15 chimpancés que viven en la Fundación Rainfer y uno de los que mayores problemas psicológicos y de adaptación arrastra tras pasar los primeros 12 años de su vida solo, encerrado en una jaula de dos metros cuadrados, encima de sus desperdicios y comiendo bollería. Guille será uno de los primates a los que afectará la futura Ley de Grandes Simios (gorilas, chimpancés, orangutanes y bonobos) que acaba de dar sus primeros pasos con una consulta pública del Ministerio de Derechos Sociales previa a la elaboración del anteproyecto de una ley que sería pionera en el mundo.
En los principales zoológicos de España viven unos 100 grandes simios, “aunque se desconoce el número que pueda estar en manos de propietarios de forma ilegal o clandestina”, indican desde la Dirección General de Derechos de los Animales. El instituto Jane Goodall (IJG) sube esa cifra a 140 si se suman los que se cuidan en los tres santuarios que los acogen en España. Y estos grandes primates necesitan una protección especial “tanto por su condición de seres sintientes como por su proximidad genética a nuestra especie y su grado de evolución”, señala el texto de la consulta pública ministerial. Se pretenden solucionar problemas como la ausencia de una normativa específica para ellos con el establecimiento de unas condiciones muy rigurosas para su tenencia y custodia, en todo caso con propósito de conservación, e incluir en el ordenamiento jurídico los compromisos internacionales adquiridos por España para su protección.
El problema es que existen dos posturas sobre cuál es la mejor opción para conseguir su máximo bienestar. “Hay una sensibilidad social, de inspiración animalista, que propugna que los grandes simios dejen de estar en cautividad en zoos y otros espacios, y sean llevados a santuarios donde puedan vivir lejos de la interacción con los seres humanos”, señala José Ramón Becerra, director general de Derechos de los Animales. Y, por otra parte, se encuentran quienes piensan “que las condiciones de los zoos ya son suficientes para asegurar su bienestar”.
Becerra se muestra muy cauto en estos primeros pasos de la tramitación y asegura que: “Nosotros no tomamos posición por ninguna opción”. En principio van a “escuchar todas las propuestas y a valorarlas de cara a un posible texto legislativo que mejore el bienestar y la protección de los grandes simios, tal y como nos exige la ley [de bienestar animal]”. Esta última normativa, que entró en vigor en septiembre de 2023, ocasionó un enfrentamiento entre PSOE y Unidas Podemos y sufrió numerosas críticas por parte de profesionales y colectivos, que obligaron a retirar varias medidas muy polémicas del primer anteproyecto de ley.
Los tres centros de rescate que existen en España, Fundación Mona (Girona), Fundación Rainfer (Madrid) y AAP-Primadomus (Alicante) y organizaciones como el Instituto Jane Goodall (IJG) apuntan al objetivo de que los grandes simios deben vivir en libertad y que no sean necesarios ni los centros de rescate. En los refugios implantan parches anticonceptivos a las hembras para evitar que nazcan animales en cautividad, y en las propuestas enviadas al ministerio piden que finalicen los programas de reproducción en cautividad. A estos santuarios llegan sobre todo chimpancés, que son los preferidos, procedentes de circos (su empleo en números circenses está prohibido por la ley de bienestar animal desde marzo de 2024, aunque muchas comunidades autónomas ya habían adoptado esa decisión con anterioridad); de agencias que los empleaban para fotografías, anuncios, películas...; de particulares que los tienen de mascotas; de zoos en malas condiciones o que no los pueden hacer cargo de ellos o de incautaciones de tráfico ilegal.
“No se pueden permitir casos como el de Guille al que nos costó dos años que superara la agorafobia y saliera al jardín exterior, y que debido a cómo vivió tiene una curvatura muy marcada de la columna”, sostiene Marta Bustelo, directora de la fundación Rainfer, mientras saluda a Boris, un tranquilo orangután de Borneo, que vino al mundo en cautividad en un zoo de Holanda, aunque sus padres nacieron libres. Del zoo pasó a circos ambulantes, y a los siete años, cuando crecen y se vuelven más peligrosos para el entrenador, lo vendieron. Al final, acabó en el zoo de Valencia que cerró, “nadie lo quería y ahí fue cuando le rescatamos”.
Desde la Asociación Ibérica de Zoos y Acuarios (AIZA) también se congratulan de que la administración haya tomado la iniciativa para mejorar las condiciones de vida de los grandes simios bajo cuidado humano. En su respuesta a la consulta, advierten de que estos animales “merecen especial consideración debido a sus adaptaciones evolutivas y su historia natural única, no por su proximidad taxonómica con los seres humanos”. También indican que la mejor manera de garantizar su bienestar es mediante aproximaciones científicas y no con enfoques éticos o filosóficos que tienen mayor subjetividad. Al mismo tiempo indican que las instituciones zoológicas miembros de AIZA “únicamente mantienen grandes primates con objetivos de conservación dentro de los programas europeos de especies amenazadas (EEPs) dentro de la estrategia One Plan Approach de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN)”.
Cristina Valsera, jefa de cuidadores de la Fundación Mona, expone otro de los problemas a los que se enfrentan: la tardanza en autorizar los rescates, como les ocurrió con Suzie, que a sus 55 años es uno de los chimpancés más longevos de Europa. Nació en la selva y la capturaron de bebé para trabajar en un circo, donde estuvo hasta que ya no servía para el espectáculo. “La encerraron en una jaula en Campello en que vivió durante 25 años; nosotros tardamos 13 años en recuperarla y porque convencimos a la propietaria para que la cediera”.
“Para ellos es terrible la soledad, son animales sociales como los humanos y el estrés les conduce incluso a autolesionarse”, añade. Además, nunca consiguen rehabilitarlos al 100%, porque les falta la enseñanza con sus padres, con su familia, por lo que es imposible reintroducirlos en la naturaleza. “Son conscientes de que están cautivos y que tú eres su carcelero. Si pudieran intentarían escapar”, esgrime Bustelo.
También abogan por concienciar a la población de que los primates no son mascotas. El Instituto Jane Goodall ha propuesto en la consulta ministerial implementar normativas y campañas para restringir en medios televisivos y gráficos y en redes sociales los contenidos que lo fomenten. Marisa Mariñán, coordinadora de programas de la organización, explica que se debe medir “muy bien lo que aparece en redes sociales y anuncios, que dan lugar a que la gente diga: ‘yo quiero tener un mono en casa’”. Advierte de que detrás de una fotografía de un chimpancé que aparentemente está sonriendo, hay un animal que está llorando y sufriendo.
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