¿Puede una botella de plástico fabricada con un 65% de material reciclado considerarse verde?
Los ecologistas critican el intento de reducir las exigencias para etiquetar como sostenibles los envases de plástico de la Comisión Europea. El tratado contra la contaminación plástica se negocia esta semana en París
El reciclaje está en el centro del debate de la lucha contra la invasión del plástico. Naciones Unidas busca cómo conseguir que el mundo recicle dentro de los objetivos estratégicos del tratado contra la contaminación plástica que se negocia esta semana en París. Mientras que los grupos ecologistas advierten de los problemas de darle nuevas vidas a los polímeros sin reducir la producción de este material, que está desperdigándose sin control por todo el planeta. Critican, además, que Europa flexibilice incluso las exigencias para considerar verde un envase de plástico que contenga material reciclado.
París acoge un encuentro de Naciones Unidas que arrancó este lunes y durará hasta el próximo jueves en el que se espera que salga un texto para avanzar en un tratado global legalmente vinculante contra la contaminación plástica. Entre los objetivos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) está reducir el uso de plástico virgen a través de la reutilización o el reciclaje, así como disminuir el riesgo para la salud de los más de 13.000 productos químicos que contienen estos polímeros. El documento que vea la luz en la capital francesa todavía tendrá que ser discutido en próximas citas para que pueda ser adoptado en 2024.
Al mismo tiempo que se negocia este tratado mundial, una coalición de organizaciones ambientales —entre ellas, Ecologistas en Acción, Environmental Coalition on Standards (ECOS), Transport & Environment y WWF— reprocha que en Europa se quiera considerar verde un envase como una botella de plástico a partir de 65% de material reciclado en su fabricación, dentro de la taxonomía ambiental europea. Tras la polémica por la inclusión del gas natural o la energía nuclear en la lista de inversiones sostenibles en Europa —cuando cumplen una serie de requisitos—, para esta coalición de ambientalistas, la flexibilización ahora de las exigencias del plástico vuelve a facilitar el greenwashing (lavado verde) de la industria. “Etiquetar como sostenible la producción de envases de plástico de un solo uso sería caer en el mismo error”, comenta Sara Bourehiyi, portavoz de Ecologistas en Acción. “La taxonomía surgió como una herramienta oficial basada en criterios científicos y de nuevo estamos viendo que no es así. Solo con la ciencia conseguiremos no superar los 1,5 °C”, advierte.
Inicialmente, la propuesta de taxonomía verde exigía que los envases de plástico estuvieran fabricados con un mínimo de 85% de material reciclado, que ahora se permitiría reducir a un 65% en el caso de envases plásticos en general. Un cambio defendido por Plastics Europe en España, que representa a los productores de este material. Para esta organización, “la fabricación con un 85% de plástico reciclado no era factible desde una perspectiva técnica, teniendo en cuenta el nivel actual de recogida y clasificación de residuos plásticos en los Estados miembros de la UE”.
La responsable de biodiversidad en Greenpeace, Celia Ojeda, que también rechaza que pueda considerarse verde un envase de plástico, entiende que el propio reciclaje resulta un problema porque desvía la atención sobre la grave contaminación de estos polímeros en todo el planeta. “Este material ha tocado techo, producimos plásticos por encima de lo que podemos gestionar, se recicla menos del 9% a nivel mundial y en España solo el 21%. Al final todo son artimañas para no ir a una verdadera reducción de la producción. Tener alternativas que solo se basen en plástico no tiene sentido porque tendremos el mismo problema cuando terminemos de usarlo”.
Las medidas del tratado
El reciclaje también está en el centro de las negociaciones del tratado contra la contaminación plástica de esta semana en París. Como parte de la solución, pero también del problema. El Pnuma presentó a mediados de mayo un informe en el que desarrolla una serie de medidas para reducir hasta en un 80% la contaminación mundial por plástico de aquí a 2040. El documento, considerado como una guía, parte de la premisa de que el sistema actual de reciclaje no está funcionando, ya que sigue resultando más barato producir plástico virgen que reciclar el existente. Para conseguir que se reutilice más, el informe propone la creación de un impuesto para el uso de plástico virgen. El Pnuma apuesta, además, por la utilización de botellas recargables, los dispensadores a granel y los sistemas de depósito y devolución.
Las críticas al reciclaje llegan en este caso del lado de la salud. El Pnuma había alertado ya sobre “los más de 13.000 productos químicos que contienen los plásticos, de los cuales se sabe qué más de 3.200 son peligrosos para la salud humana”. Sin embargo, la sorpresa ha sido un informe de Greenpeace Estados Unidos presentado la semana pasada que señala también al reciclaje. “La toxicidad del plástico en realidad aumenta con el reciclaje. Los plásticos no tienen cabida en una economía circular y está claro que la única solución real para acabar con esta contaminación es reducir masivamente la producción”, ha asegurado Graham Forbes, responsable de la campaña global de plásticos de Greenpeace EE UU.
La asesora científica de la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes (IPEN), Therese Karlsson, advierte en el informe de Greenpeace: “Los plásticos se fabrican con productos químicos tóxicos, y estos no desaparecen simplemente cuando se reciclan. La ciencia muestra claramente que su reciclaje es un esfuerzo tóxico con amenazas para nuestra salud y el medio ambiente a lo largo de todo el proceso”.
Sobre estos problemas, opina también el epidemiólogo Miquel Porta, investigador del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas y catedrático de Salud Pública en la Universidad Autónoma de Barcelona. Según asegura, los polímeros pueden contener moléculas que son tóxicas como los ftalatos y los fenoles que llegan al organismo humano a través de los envases de comida rápida, las latas de conservas o los táperes. Estos envases tienen un recubrimiento de bisfenol A, una sustancia química que se ha demostrado que aumenta el riesgo de diabetes tipo 2.
El investigador también alerta de que el agua embotellada, si está bastante tiempo en el recipiente, puede almacenar fenoles. Aunque el riesgo de rellenar la botella pocas veces es parecido a cuando se compra, opina, no es lo mismo que pase de la fábrica a la boca de una persona a que permanezcan almacenadas o en camiones con altas temperaturas, pues esto aumentaría el riesgo de que se desprendan las sustancias tóxicas. Y añade: “Una botella de ese material siempre, antes o después, va a desprender residuos, incluso salen con microplásticos directamente de la fábrica”.
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