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El permiso del Gobierno de Reino Unido para abrir una nueva mina de carbón desata la crítica de los ambientalistas

Downing Street justifica la decisión en la exigencia de cubrir las necesidades de la industria nacional del acero

Vista aérea, este lunes, de la zona del noroeste de Inglaterra donde el Gobierno del Reino Unido planea abrir una nueva mina de carbón
Vista aérea, este lunes, de la zona del noroeste de Inglaterra donde el Gobierno del Reino Unido planea abrir una nueva mina de carbónOLI SCARFF (AFP)
Rafa de Miguel

El Gobierno conservador del Reino Unido se enfrenta a uno o dos años de recesión y economía débil, que coincidirán con la recta final hacia las próximas elecciones generales de 2024. Los votantes del llamado “muro rojo” —los feudos históricos del laborismo en el norte de Inglaterra—, que en 2019 otorgaron un voto de confianza al Brexit de Boris Johnson, vuelven a dar la espalda a la derecha británica. Esa es la razón de que el primer ministro, Rishi Sunak, haya decidido actuar en contra del compromiso acumulado durante décadas por el Reino Unido en la lucha contra el cambio climático al permitir la puesta en marcha de una nueva mina de carbón. El proyecto ha desatado las críticas de la comunidad medioambiental y ha provocado las advertencias en su contra de la Administración de Estados Unidos.

“Se trata de un carbón destinado a la producción de acero que, de otro modo, habría que importar. No se usará para la generación de electricidad. La mina pretende ser emisiones cero en su operatividad, y ayudará a crear empleo local y a expandir la economía”, ha asegurado un portavoz del Ministerio para el Reequilibrio Territorial, que encabeza Michael Gove.

La nueva mina, Woodhouse Colliery, estaría localizada en West Cumbria, la región costera del noroeste de Inglaterra, fronteriza con Escocia. Se centraría en la producción de carbón metalúrgico o coquizable, destinado a producir coque de buena calidad. El coque es un combustible fósil utilizado en la fabricación de acero primario en los altos hornos. El Gobierno de Sunak justifica una decisión, que supondría apenas 500 puestos de trabajo nuevos, en que la industria británica no está aún preparada para producir “acero verde” (con energías renovables) y debería en cualquier caso importar el coque de otros países. Los diputados conservadores se han dividido ante la decisión. Aquellos que defienden escaños en peligro de regresar al poder de la izquierda aplauden la medida, y se suma a ellos el Grupo de Escrutinio de las Emisiones Cero, un sector del ala derecha del partido que pone en cuestión los compromisos adoptados por el Reino Unido en la lucha contra el cambio climático. “Nuestro país seguirá necesitando carbón metalúrgico en el futuro inmediato, para seguir produciendo un acero de primera calidad mundial. Y ese carbón debería ser producido aquí, y no importarlo desde miles de kilómetros de distancia, un modo de incrementar nuestra propia huella de carbono”, ha defendido el diputado por la circunscripción de Workington, Mark Jenkinson.

Alok Sharma, el ministro que presidió los trabajos de la COP26 en Glasgow, se ha situado al frente de los más críticos con la apertura de la nueva mina. “El Reino Unido lleva tres años intentando convencer a otras naciones para que abandonen en el cajón de la historia la producción de carbón, porque entre todos queremos limitar el calentamiento global a 1,5º. El carbón es la fuente de energía más contaminante. La decisión de abrir una nueva mina envía justo el mensaje equivocado, y apenas tendrá impacto en reducir las facturas de electricidad o en reforzar nuestra seguridad energética”, ha dicho Sharma al diario The Observer.

Crítica de Estados Unidos

En un sentido similar a la protesta del exministro británico, aunque con una mayor contención diplomática, el Gobierno de Joe Biden también ha querido mostrar su malestar con la decisión de Londres. “Estamos luchando por poner fin a la producción incesante de carbón y combustibles fósiles (...) Es justo la dirección opuesta a lo que defienden los partidarios de cumplir nuestros objetivos contra el cambio climático”, ha dicho el enviado especial para esta lucha de la Administración estadounidense, John Kerry, durante una intervención en el King´s College London. “Nadie en el mundo, que yo sepa, está financiando nuevas plantas de carbón, sean del tipo que sean”, ha recalcado Kerry.

De ponerse finalmente en funcionamiento, han calculado algunas organizaciones ecologistas, la nueva mina podría aumentar en 400.000 toneladas las emisiones anuales de dióxido de carbono, lo que equivaldría a colocar en las carreteras británicas unos 200.000 vehículos más.

La propia industria británica del acero ha puesto en cuestión los argumentos expresados por el Gobierno de Sunak. “El carbón de West Cumbria tiene un potencial muy limitado, por su alto nivel de sulfuro [la principal causa de la lluvia ácida]. Si añadimos a ese problema el impulso dentro del sector por descarbonizarse, cuando llegue el momento de apertura de esta mina, apenas uno de los cuatro altos hornos que hay actualmente en el Reino Unido podrá usar su carbón. Y eso supondrá que el 90% de la producción deba exportarse”, ha explicado Chris McDonald, el director ejecutivo del Instituto de Procesamiento de Materiales, un centro de investigación al servicio de las compañías que trabajan en materiales avanzados.

Excepción ante la ola de frío

Situación diferente, aunque también provoque la preocupación de los medioambientalistas, es la que ha generado en todo el Reino Unido la ola de frío ártico que lo recorre, que ha hecho descender las temperaturas en algunas regiones hasta los 15 grados Celsius bajo cero. National Grid, la empresa encargada de garantizar y coordinar las conexiones y abastecimiento de energía eléctrica por todo el país, ha decidido a partir de este mismo lunes poner en situación de alerta a dos de las principales centrales de carbón del país. En un principio, los expertos creen que no será necesario su uso gracias, entre otras cosas, a una coincidencia en el tiempo con el incremento de producción de energía eólica.

La decisión ha sido posible gracias a que el Gobierno ya pidió el pasado verano a las empresas energéticas que ralentizaran los cierres programados de algunas centrales, y es consecuencia directa de la crisis en la producción y suministro de gas que ha provocado la guerra de Ucrania. El consumo de gas y electricidad en todo el Reino Unido en la noche del domingo y madrugada del lunes ha llevado a cifras récord el precio de la energía en el país.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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