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El próximo eclipse y las sombras rojas en la Luna: cuando los astros se alinean

La Luna gira en torno a la Tierra y esta lo hace en torno al Sol; cuando se produce un alineamiento, literal, entre los tres, tenemos un eclipse

Eva Villaver
Eclipse 16 de mayo
Un grupo de personas disfruta de un eclipse lunar total en Melbourne, Australia, en octubre de 2019.Scott Barbour

Adelbert von Chamisso de Boncourt, que tuvo casi tantos nombres como profesiones —fue zoólogo, poeta, botánico y escritor— narra en La maravillosa historia de Peter Schlemihl como su protagonista vende su sombra a un extraño personaje por una bolsa de monedas de oro. La vergüenza que siente después le hace huir continuamente de la luz, escondiéndose de ella, para que los demás no vean su extraño defecto: es un hombre sin sombra. Precisamente la sombra de la Tierra es lo que podremos ver, prácticamente desde todo el mundo, la noche del 15 al 16 de mayo en la superficie de la Luna llena.

La sombra de la Tierra comenzará a reptar por la superficie de nuestro satélite a las 4:28 (hora peninsular) y se desplazará lentamente hasta el momento de totalidad que, comenzando aproximadamente una hora después, durará una hora y media. Después, la Luna volverá a salir lentamente de la sombra de la Tierra y desde los lugares donde no se ha puesto todavía se podrá ver, también, cómo sale del eclipse parcial.

Durante un eclipse de Luna, la Tierra se coloca directamente en medio, entre el Sol y la Luna. Es como cuando Ibai Llanos se puso delante en el momento en que Rosalía le daba un beso a Rauw Alejandro. En la noche del próximo domingo nos colocaremos nosotros, los casi ocho mil millones de personas que estaremos (espero por lo que me toca) en la superficie del planeta Tierra, en línea recta entre el Sol y la Luna.

Solo cuando los tres astros, Sol, Tierra y Luna, están alineados se producen los eclipses y son de Sol cuando es la Luna la que se coloca entre el Sol y la Tierra y de Luna cuando es la Tierra la que oculta la luz del Sol. Esto puede ocurrir en las fases de luna nueva o de luna llena, pero no todos los meses, porque el plano de la órbita de nuestro satélite está inclinado unos 5 grados, lo suficiente para que no tengamos uno de cada al mes.

En el momento de totalidad, la sombra que de la Tierra en la Luna cambiará de color, se volverá oscura, roja, anaranjada, ocre. En realidad, hay tantas posibilidades de colores como durante un amanecer o un atardecer. El color que le veremos a la Luna en el eclipse es incluso más bello cuando sabemos que se debe a la presencia de ese tenue manto de gases que nos permite respirar. Si el planeta no estuviese envuelto, rodeado, de atmósfera, simplemente observaríamos como las tinieblas cubren a Selene.

Afortunadamente, de momento, podemos respirar y los rayos de sol atravesando las decenas de kilómetros, 50 hasta la estratosfera, de gas que nos rodean, son dispersados por las pequeñas partículas presentes en la atmósfera terrestre. Las longitudes de onda más largas, que son las rojas, se filtran y dispersan menos al atravesar más cantidad de material por el mismo efecto que hace que los atardeceres y amaneceres sean rojos, aunque el cielo sea azul durante el día. Además, tenemos que añadir que la luz se refracta, se dobla, del mismo modo que nos parece ver que tenemos la pierna rota cuando la tenemos parcialmente sumergida en el agua. Ningún eclipse es igual porque el color depende de las condiciones de la atmósfera, de la cantidad de polvo, humedad, nubes, en el momento en el que ocurre.

En la antigua Grecia vivió Aglaonice, una mujer que pasó a la historia como una de las hechiceras más famosas de la antigüedad. Los griegos creían que la Luna estaba bajo su mando y que podía hacerla desaparecer. En realidad, era una astrónoma capaz de predecir los eclipses, del mismo modo que la ciencia moderna ha entendido cómo se produce el movimiento de los cuerpos en el cielo. Ya no nos da miedo un eclipse, ya no anuncian desastres, esos ya los provocamos nosotros mismos, no necesitamos a los astros. Así que disfrutemos el próximo domingo de la belleza de observar el lento movimiento de la sombra de nuestro hogar sobre la superficie de la Luna y cuando cambie de color recordemos que eso que vemos, esos colores, precisamente son los que nos permiten estar vivos.

Eva Villaver es investigadora del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA).

Vacío Cósmico es una sección en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista científico sino también filosófico, social y económico. El nombre “vacío cósmico” hace referencia al hecho de que el universo es y está, en su mayor parte, vacío, con menos de un átomo por metro cúbico, a pesar de que en nuestro entorno, paradójicamente, hay quintillones de átomos por metro cúbico, lo que invita a una reflexión sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo. La sección la integran Pablo G. Pérez González, investigador del Centro de Astrobiología; Patricia Sánchez Blázquez, profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM); y Eva Villaver, investigadora del Centro de Astrobiología.

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Sobre la firma

Eva Villaver
Subdirectora del Instituto de Astrofísica de Canarias.

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