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Historia de la ciencia
Columna
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La truculenta historia de la invención del fórceps obstétrico

El instrumento tuvo unos orígenes que bien podríamos denominar como macabros o novelescos

Una imagen de fórceps obstétrico.
Una imagen de fórceps obstétrico.Science Photo Library (Getty Images/Science Photo Library RF)
Montero Glez

En una de sus novelas, la titulada 22/11/63, el escritor Stephen King nos presenta a un científico con las sienes “levemente hundidas, casi a juego con los hoyuelos de las comisuras de la boca”. Este atributo que Stephen King añade a su personaje no es otro que una marca de nacimiento debida al uso del fórceps obstétrico.

Como sabemos, el fórceps obstétrico es un instrumento médico de extracción que se utiliza para los partos difíciles y cuyas hojas metálicas se asemejan a las cucharas de la ensalada. De esta forma se adaptan a la pelvis femenina así como a la cabeza del feto. Bien mirado, o mal mirado, dicho aparato se parece a un instrumento de tortura medieval. Pero no fue por este detalle por el que su inventor, Peter Chamberlen, también conocido como El viejo, tuvo oculto el instrumento durante cien años. La historia resulta tan curiosa como macabra.

Peter Chamberlen nació en París en 1560, pero al ser hugonote (protestante francés de doctrina calvinista), tuvo que huir a Inglaterra junto a su familia, donde también se encontraba un hermano, llamado igual que él y doce años más pequeño, al que apodaban El joven para diferenciarlo. Ambos hermanos practicaban el oficio de su padre, siendo expertos barberos en una época en la que la labor de los barberos iba más allá del afeitado de barbas y bigote; los barberos de entonces también se empleaban como cirujanos y parteros, siendo esto último por lo que los Chamberlen ganaron fama.

Llevados por cierta manera de picaresca, los hermanos Chamberlen aparecían sobre un carruaje, transportando una caja que descargaban con mucho sofoco. Tras sacar a todo el mundo de la habitación y quedarse solos con la mujer a la que iban a asistir, cerraban la puerta. En realidad, no querían que se supiera en qué consistía su sencillo instrumento. Y por eso simulaban el ruido de una máquina de la época, un ingenio que emitía jaleos siniestros y chirriantes; un estrépito que se podía escuchar junto a los quejidos de la parturienta, a la que siempre vendaban los ojos. De esta manera ponían en marcha el simulacro.

La exclusividad del invento se mantuvo durante un siglo. Sin embargo, todo se vino abajo cuando el nieto de Peter El joven, Hugh Chamberlen, llegó a París en 1670 y quiso vender el secreto que durante años había dado de comer a su familia. Pero pinchó en hueso al toparse con Francois Mauriceau, quien había convertido la obstetricia en ciencia gracias a su tratado Traité des Maladies des Femmes Grosses et Accouchées que se publicó en 1668 y donde da cuenta del método que facilita el parto vaginal cuando el feto presenta las nalgas o los pies en vez de la cabeza. Dicho método es conocido como La maniobra de Mauriceau y, hoy en día, sigue teniendo relevancia.

Frente a un experto como Mauriceau, poco o nada pudo hacer Hugh Chamberlen cuando se vio en el aprieto de atender el parto de una mujer aquejada de raquitismo, trastorno de los huesos por el cual tenía la pelvis deformada. La cosa no salió bien y, tras la polémica, Mauriceau acusó a los Chamberlen de estafa común por haber mantenido en secreto un instrumento que facilitaba los partos. Pero la cosa no terminó aquí. En 1813, en la antigua casa de los Chamberlen, bajo una trampilla, fueron descubiertos los instrumentos de Peter Chamberlen, incluidos los fórceps obstétricos, antecedentes directos del actual.

Esta historia es todo un ejemplo de cómo la verdad en la vida y la verdad en la literatura se confunden cuando entra en juego la ciencia. Stephen King, que sabe de estas cosas, nunca deja pasar la oportunidad y se sirve de este cruce, incorporándolo como un atributo más en cada una de sus macabras novelas.

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Sobre la firma

Montero Glez
Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.
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