La NASA descubre que en Titán no hay un océano, sino un granizado que multiplica la posibilidad de vida
La agencia espacial de Estados Unidos redibuja cómo sería el interior de esta luna de Saturno, la más parecida a la Tierra


Durante casi dos décadas, el lugar predilecto para encontrar vida más allá de la Tierra era un mundo realmente alienígena: Titán, la mayor luna de Saturno. Bajo su espesa atmósfera naranja —comparable a la de la Tierra— y sus lagos y mares de metano parecía esconderse un océano global de agua líquida, enterrado bajo kilómetros de hielo. Ahora, un nuevo estudio liderado por científicos de la NASA obliga a repensar esta imagen: Titán no alberga un océano subterráneo, sino una inmensa capa de hielo caliente, parcialmente derretido. Al contrario de lo que se podría pensar, las posibilidades de que haya vida en este entorno “se multiplican”.
“La mayor implicación de este hallazgo es la existencia de ambientes muy distintos dentro de los mundos extraterrestres, comparado con lo que pensábamos hace unos años”, explica a este diario Flavio Petricca, investigador de la NASA y primer autor del estudio.
La conclusión nace de una relectura minuciosa de los datos de la sonda Cassini, que orbitó Saturno y sobrevoló Titán en múltiples ocasiones entre 2004 y 2017. Las mediciones gravitatorias de esta nave robótica se interpretaron como la huella inequívoca de un océano bajo la superficie de hielo. El satélite respondía de forma exagerada a la descomunal fuerza de gravedad de Saturno, deformándose como lo haría una esfera con una capa líquida en su interior. Pero todas las medidas captadas por la nave no podían ser verdad al mismo tiempo. “Esta es la primera vez que podemos cuadrar todos los datos con un modelo exacto del interior de Titán”, resume Petricca.
La clave del nuevo estudio está en estudiar el tiempo que tarda Titán en responder a la fuerza de atracción de Saturno. Si existiera un océano global, la deformación del satélite sería casi instantánea, como las mareas que siguen el paso de la Luna sobre los océanos terrestres. Sin embargo, al aplicar nuevas técnicas de procesado de los datos de radio de Cassini, el equipo ha detectado un desfase.
“Si estuvieras de pie sobre la superficie de Titán y Saturno pasara sobre tu cabeza, el terreno bajo tus pies solo empezaría a elevarse unas 15 horas más tarde”, explica Petricca. “Esto es una fuerte indicación de que el interior de Titán está hecho de una capa de hielo granizado con bolsas de agua ampliamente distribuidas, y no de un océano global profundo e interconectado”, añade. Este hielo granizado disiparía la energía transmitida por Saturno justo en la cantidad observada.
El resultado dibuja una estructura interior de Titán radicalmente distinta a la que se había imaginado. El océano es en realidad una “hidrosfera” de unos 550 kilómetros de profundidad hecha en su mayor parte de hielo a alta presión, y que contiene innumerables bolsas de agua líquida cuyo interior puede alcanzar los 20 grados. Aunque estas burbujas no se comunican entre sí para formar un océano global, el volumen total de agua líquida dentro de estas balsas podría ser comparable al de todo el océano Atlántico, destacan los investigadores de la agencia espacial de Estados Unidos.
En la superficie de Titán hay ríos, lagos y mares de metano y etano líquidos. En su atmósfera se forman nubes, llueve, hay estaciones y procesos químicos complejos que recuerdan a la Tierra primitiva. Cassini reveló dunas de hidrocarburos, mares polares y una química orgánica rica, capaz de producir moléculas precursoras de la vida, e incluso vesículas que podrían ser el primer paso hacia la formación de células vivas, según estudios recientes de la propia NASA.
Durante años, el supuesto océano subterráneo de agua salada completaba ese retrato: un mundo con energía, química y agua líquida, los tres ingredientes clásicos de la habitabilidad. El nuevo estudio no elimina el agua del escenario, pero la redistribuye. En lugar de un océano continuo, propone innumerables nichos aislados, algo parecido a los ecosistemas que prosperan en el hielo marino de las regiones polares terrestres.
Estos ambientes “pueden ser especialmente interesantes para la astrobiología”, razona Antonio Genova, investigador de la Universidad de Roma Sapienza, y coautor del estudio, que se publica este miércoles en Nature. “Las bolsas de agua líquida engastadas en el hielo pueden concentrar sales y moléculas orgánicas, creando soluciones líquidas de gran riqueza química. La fuerte convección podría transportar estas burbujas hacia arriba y hacia abajo, conectando el fondo rocoso del océano” y el material orgánico que abunda en los lagos y ríos de la superficie. Es algo nunca visto en una luna del sistema solar.
La hipótesis podrá ponerse a prueba gracias a la misión Dragonfly, un dron de la NASA que explorará la superficie de Titán en la década de 2030. Además de estudiar la química orgánica, esta nave llevará un sismómetro que verá el interior de la luna. Gracias a misiones como esta, o la sonda Clipper, que llegará a Europa, la luna de Júpiter, en 2030, “la próxima década supondrá un punto de inflexión en nuestra búsqueda de entornos potencialmente habitables en el sistema solar”, aventura Petricca.
Rosaly Lopes, investigadora de la NASA y una de las principales defensoras de la teoría oceánica, destaca la valía del nuevo estudio, en el que no ha participado. “Han hecho un gran trabajo”, opina. Pero añade una puntualización importante: “Este análisis se centra en el presente de Titán, pero es muy probable que en tiempos pasados sí hubiese un océano de agua líquida que se fue congelando con el tiempo debido a las bajas temperaturas”. La especialista cree que el hielo caliente “aumenta las posibilidades de que haya bacterias capaces de sobrevivir en estos ambientes”. “La explicación es que en un océano abierto, el material orgánico estaría muy diluido, mientras que en estas bolsas estaría mucho más concentrado”, propone.
La astrónoma Noemí Pinilla-Alonso, experta en lunas heladas, comenta el impacto que este estudio puede tener en la comprensión de estos cuerpos. “Titán es suficientemente diferente de Encélado [otra luna saturniana], y Europa para que esto no ponga en cuestión que sean mundos oceánicos”, opina la investigadora del Instituto de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias, en la Universidad de Oviedo. “Más bien nos muestra que hay un umbral entre satélite helado grande y mundo oceánico, y que si Titán, como Ganímedes [luna de Júpiter], tuvo en su momento un océano, la disipación de la energía depositada por Saturno es insuficiente para evitar su progresiva congelación resultando en esa sucesión actual de capas de hielo cercano al punto de fusión”, añade.
Juan Luis Rizos, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía, destaca otra de las implicaciones del trabajo. La órbita de Titán es ligeramente excéntrica, con forma de elipse, pero se está haciendo cada vez más circular a medida que el satélite se aleja de su planeta a un ritmo de 11 centímetros al año. La existencia del hielo caliente y su capacidad de disipar la fuerza de gravedad de Saturno supone que tendrá una trayectoria perfectamente circular en “unos 30 millones de años”, un suspiro en comparación con las escalas de tiempo habituales en el sistema solar.
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