Del chihuahua al gran danés, la extrema diversidad de razas de perros nos acompaña desde hace miles de años
El estudio del cráneo de medio millar de cánidos muestra que su morfología era muy variada poco después de su domesticación


En la Inglaterra victoriana de la segunda mitad del siglo XIX, 12 distinguidos caballeros encabezados por Sewallis Shirley crearon el Kennel Club. Era la época en la que se popularizaron las leyes mendelianas de la herencia y las teorías de Charles Darwin. Con el club, Shirley, parlamentario en Westminster (como antes lo fueron su padre y su abuelo) quería crear las normas para determinar y mantener el pedigrí de las muchas razas de perros que surgían en aquellos años. Hoy, con decenas de clubes Kennel por todo el mundo y miles más afiliados, se cree que la diversidad de razas de canes (359 reconocidas por Federación Cinológica Internacional, y contando) se produjo en ese tiempo. Un trabajo publicado en Science matiza esa idea: hace más de 10.000 años, ya había perros de toda forma y tamaño.
En algún momento del final de la última glaciación, los científicos no se ponen de acuerdo en el cuándo, los humanos domesticaron a lobos o quizá a un ancestro común de lobos y perros, cuyos descendientes nos han acompañado desde entonces. Las autoras del nuevo trabajo tampoco despejan la duda, ni lo pretendían. Pero lo que muestran de forma contundente es que desde hace al menos 11.000 años los canes ya eran morfológicamente canes. Y no solo eso, también demuestran que tenían un abanico de formas y tamaños, quizá no tan extremo como en la actualidad, pero sí mucho más diverso de lo que se creía.
Mediante un método tan cuantitativo y sistemático como escanear el cráneo de 643 cánidos, el más antiguo de hace unos 50.000 años, y dejar que sean las máquinas las que trabajen mediante morfometría en tres dimensiones, las autoras y autores de este estudio han podido mapear la más pequeña diferencia de forma o tamaño de cada ejemplar. Los hay de yacimientos arqueológicos de todo el planeta, de pedigrí, decenas de perros callejeros o, incluso, lobos actuales.
Puestos sobre una matriz 3D, emergen varias evidencias. La primera es que los 17 especímenes de finales del Pleistoceno (hace unos 11.700 años) de los que había dudas son “morfológicamente lobos”, dice el estudio. Los 374 perros de los inicios del Holoceno (la época geológica actual) tenían cráneos que se solapan con los de los 158 canes actuales usados en la muestra (tanto de pedigrí, como de la calle o mixtos). Los tres primeros perros, según su morfología, son animales que se encontraron enterrados junto a sus supuestos dueños en el yacimiento de Veretje, en la actual Rusia. El más antiguo lo habían datado con una antigüedad de entre 11.145 años y 10.724 antes del presente.
“Una reducción en el tamaño del cráneo de los perros se detecta por primera vez entre hace 9.700 y 8.700 años, mientras que un aumento en la diversidad de tamaños aparece a partir de hace 7.700 años”, dice la arqueozoóloga del Instituto de Ciencias Evolutivas de Montpellier (Francia), del CNRS, Allowen Evin, primera coautora del estudio. “Una mayor variabilidad en la forma del cráneo comienza a emerger a partir de hace aproximadamente 8.200 años”, añade la investigadora en una nota.

Evin continúa diciendo que los perros actuales “muestran morfologías más extremas, como los buldogs braquicéfalos y los borzois de hocicos largos, que están ausentes en los primeros especímenes arqueológicos”. Sin embargo, añade que “ya existía una gran diversidad entre los perros en el Neolítico”. Las cifras exactas son las siguientes: los primeros perros eran ya el doble de diversos que los ejemplares del Pleistoceno, aunque la mitad (un 52%) de lo que serían tras la obra de personajes como Shirley.
El catedrático de anatomía y embriología de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Murcia y coautor del estudio, Francisco Gil Cano, aclara que “el trabajo no desmiente que hace unos 200 años los clubes caninos victorianos, fueran los responsables de formalizar la cría selectiva que dio origen a los cientos de razas modernas que conocemos hoy en día”. Pero enseguida añade: “Lo que se demuestra es que los perros ya presentaban una notable diversidad en el tamaño y la forma de sus cráneos hace más de 10.000 años, mucho antes de que existieran los clubes caninos y los pedigríes”.
Los perros domésticos se encuentran entre los mamíferos con mayor diversidad morfológica del planeta. “Desde el diminuto chihuahua hasta el imponente gran danés o mastín leonés, desde el carlino de hocico chato hasta los galgos de hocico largo. Es asombrosa la enorme variedad de formas y tamaños de los perros actuales, con grandes diferencias en la morfología de su cabeza, especialmente”, dice Gil Cano. Sin embargo, recuerda, “el perro, Canis lupus familiaris, no es la especie con mayor diversidad de razas; por ejemplo, actualmente son más de 900 las razas de ganado vacuno reconocidas que hay por el planeta”.
La arqueozoóloga de la Universitat Autònoma de Barcelona, María Saña, estudia los primeros procesos de domesticación por parte de los humanos en la antigüedad. “No iban buscando unas características o perfil determinado”, opina. No fue algo tan consciente y dirigido como sucedería ya en el siglo XIX. “Se diversificaron como resultado de que se encontraron con entornos ecológicos diferentes, mediatizados por las necesidades humanas, la alimentación o los usos que les daban”, añade. El momento no es casual: acabada la última glaciación, las condiciones ambientales ayudaron a los humanos en su expansión y, con ellos, la de los perros.
Desde el Institut Català d’Arqueologia Clàssica, la investigadora Lídia Colominas ha aportado al trabajo cráneos de ejemplares dela Edad del Hierro y el periodo romano. “Esta diversidad craniana que hemos documentado ya en la prehistoria, probablemente fue el resultado de una combinación de factores ambientales y humanos”, dice en un correo. “Los primeros humanos influyeron en qué animales prosperaban a su alrededor —ya fuera intencionalmente o no—, pero las presiones ambientales y ecológicas también desempeñaron un papel importante”, añade. Los perros de las regiones árticas se enfrentaban a entornos y presiones muy diferentes a los de las zonas tropicales. “Posteriormente, como por ejemplo en época romana, donde también se documenta una gran variabilidad morfológica canina, el factor ambiental no debió de ser tan determinante, y los cambios vinieron producidos por una selección antrópica consciente para adaptar a los perros a las diferentes necesidades humanas”, termina Colominas.
Compañeros de viaje hasta en los genes
Una de las posibles explicaciones de aquella diversidad primitiva estaría en la expansión que los humanos protagonizaron tras el fin de la última glaciación por todo el planeta. De hecho, los cráneos antiguos del estudio fueron desenterrados en todos los continentes, salvo Australia, donde los perros solo llegaron con los colonos ingleses ya en la época moderna.
Otro estudio también publicado en Science refuerza la idea de los compañeros de viaje. Este grupo de investigadores ha analizado el genoma de varias decenas de perros que vivieron en Eurasia al menos desde hace 10.000 años, comparándolo con la de canes actuales. Han comprobado que algunos de los ejemplares más antiguos viajaron con grupos humanos grandes distancias. El vínculo lo demuestran en varios momentos de la prehistoria. Por ejemplo, cuando gentes de la estepa llevaron la metalurgia hasta China, hace unos 4.000 años, llevaron con ellos a sus perros.
Al comparar la ascendencia de distintos grupos humanos y distintos perros, los autores encuentran un llamativo solapamiento: “Las poblaciones humanas orientales, como los antiguos paleo-siberianos, los asiáticos del noreste y los asiáticos orientales, estaban asociadas con perros de ascendencia del este de Asia o del Ártico”, escriben en el artículo. Para añadir que grupos humanos occidentales, “como los agricultores iraníes, los cazadores-recolectores caucásicos y los pastores de la estepa, estaban asociados con el linaje canino euroasiático occidental”.
“Este estrecho vínculo entre la genética humana y la canina demuestra que los perros fueron una parte integral de la sociedad, ya fueras un cazador-recolector en el círculo polar ártico hace 10.000 años o un metalúrgico en una antigua ciudad china”, dice el paleogenetista de la Universidad de Múnich (Alemania) y la Queen Mary de Londres, Laurent Frantz, en una nota. “Es una colaboración asombrosa y duradera que demuestra la enorme flexibilidad del papel que los perros pueden desempeñar en nuestras sociedades, mucho más que cualquier otra especie doméstica”, termina el profesor Frantz, principal autor del estudio.
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