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López Obrador y su furioso alegato contra la Conquista: “Más que justicia y progreso, significó desdicha, corrupción, estancamiento y retroceso”

El expresidente escribe en ‘Grandeza’, su más reciente libro, que la llegada de los españoles a América fue un violento proceso de dominación sobre una población indígena noble, solidaria y ajena a la avaricia

Zedryk Raziel

El expresidente Andrés Manuel López Obrador ha vuelto a poner el dedo sobre la llaga que hiere las relaciones entre México y España: la Conquista de América de hace cinco siglos. López Obrador ha lanzado un nuevo libro, Grandeza (Planeta, 2025), en el que hace un extenso repaso sobre la llegada de los conquistadores españoles encabezados por Hernán Cortés. La obra, de más de 600 páginas, vuelve sobre algunas de las ideas y juicios que López Obrador, siendo presidente (2018-2024), expresó respecto de aquel evento histórico que dio origen al México contemporáneo: que se trató de una invasión violenta, motivada por la avaricia tanto de la Corona como de los soldados, en la que se oprimió a poblaciones indígenas que tenían nobleza espiritual y no conocían más que la fraternidad. El exmandatario, fundador de Morena y mentor político de la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, reniega tajantemente de la Conquista, que equipara a “un exterminio o crimen de lesa humanidad”, una “gran tragedia que no dejó nada bueno, o casi nada”. “No contribuyó al de­sarrollo, ni mucho menos al bienestar de los pueblos de América. Quizá sea aventurado afirmar que estábamos mejor antes de la invasión, pero sí es posible demostrar que la Conquista y los tres siglos de dominación colonial, más que jus­ticia y progre­so, significaron desdicha y corrupción, estancamiento y retroceso”, escribe.

López Obrador ha lanzado su libro cuando comenzaban a asomar señales de acercamiento entre México y España tras la hostilidad de casi un sexenio, originada por la polémica carta en la que el entonces presidente mexicano demandó a la Corona que se disculpase por los abusos cometidos por los españoles durante la Conquista. Sheinbaum abrazó esa petición y continuó con el enfriamiento de las relaciones, que se hizo explícito cuando decidió no convocar al Rey Felipe VI a su toma de posesión como presidenta, hace poco más de un año. No obstante, los vientos habían cambiado de dirección recientemente. España, que en un inicio descartó con contundencia toda posibilidad de expresar una disculpa en ese sentido, ha reconocido, desde el Gobierno, que hubo “dolor e injusticia” en los pueblos originarios de América. Sheinbaum recibió con beneplácito ese gesto. En una entrevista con este periódico, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, reiteró la disposición de su país de recomponer las maltrechas relaciones bilaterales.

El expresidente López Obrador, sin embargo, ha entrado de nuevo en la ecuación. Su libro, al que estuvo dedicado durante el año que lleva fuera del poder, es una exaltación de los valores que atribuye a las comunidades indígenas, de las que dice que no conocían el apego al dinero, la explotación ni el egoísmo. Al mismo tiempo, para dar realce a esos principios, subraya que el proceso de Conquista estuvo basado en el racismo, el odio a los nativos y la intolerancia religiosa. El exmandatario dedica gran parte del libro, que está repleto de referencias a historiadores, pero también a las propias cartas elaboradas por conquistadores y evangelizadores, a desmontar lo que considera que fueron mentiras y calumnias divulgadas por los propios españoles (“una propaganda maliciosa”) para justificar la invasión y el despojo, tras la máscara de una misión civilizatoria. Por ejemplo, menciona el mito de que las culturas prehispánicas practicaban el canibalismo y los sacrificios humanos, de lo que, afirma, no existe evidencia. “Los bárbaros eran otros, no los indígenas mexicanos”, asienta.

Heroismo ancestral

López Obrador sostiene que los valores presentes entre los pueblos mesoamericanos —mexicas, mayas, toltecas, olmecas— les permitieron sobrevivir al “exterminio colonizador”. No solo eso. Según el expresidente, se trata de valores que se han conservado a través de las generaciones y a la fecha perviven en el pueblo mexicano, una reserva cultural que, argumenta, le ha permitido vencer las adversidades políticas y económicas. López Obrador enumera que entre los pueblos indígenas no existía lucro ni acumulación; la propiedad de la tierra era comunal (“de Europa se importó el concepto y la denominación de propiedad privada”); había trabajo comunitario y se practicaba la ayuda mutua, sin el pago de una contraprestación; no existía el trabajo asalariado; no existía la esclavitud —que aparece con la llegada de los conquistadores—, y había una inclinación de la gente hacia la honestidad —la corrupción, pues, vino con la Conquista, cuyo motor principal fue la avaricia—. López Obrador destaca el enorme conocimiento que tenían los pueblos sobre ciencias, artes, arquitectura y medicina, y también la sensibilidad para relacionarse con mutuo respeto entre las personas. Si bien las comunidades debían entregar un tributo a los gobernantes, como una suerte de impuesto, el exmandatario sostiene que se trataba de una de tantas formas de organización y gobierno.

“En términos humanitarios, es inocultable que la Colonia fue un periodo decadente, pero también lo fue en cuanto a prosperidad material o científica. Prevalecieron la opresión, el hambre, las epidemias y la pérdida de vidas”, escribe el expresidente. “Los españoles eran tremendamente clasistas y racistas; era poca la producción de alimentos y otros bienes, se arraigó el dogmatismo religioso, al grado de que se importó de Europa y se aplicó la Inquisición. Se estableció la corrupción, fue escaso el avance educativo, imperó la insalubridad y, como lo afirmó Humboldt, al final de este aciago periodo había una monstruosa desigualdad en la estructura económica, política y social”, agrega. López Obrador apunta que, en los tres siglos del dominio en la Nueva España, murieron tres millones de habitantes indígenas, entre enfermedades y matanzas. “La Conquista o invasión española fue, a todas luces, un capítulo de extrema crueldad y salvajismo […] ¿Cómo ufanarse de que llegó la civilización si, con ella, los seres humanos fallecen de enfermedades curables o causas evitables, cuando supuestamente los invasores y colonizadores representaban a gobiernos y sociedades “avanzadas y modernas”?”, incide.

El exmandatario establece una conexión entre la violencia de Cortés —al que define como “mentiroso, hipócrita, lambiscón, perverso y más sanguinario que ladrón”— y la frivolidad de la monarquía española de aquella época, muy dada, como otros reinados de Europa, al belicismo y el conflicto. López Obrador aclara que su crítica está dirigida a quienes considera los verdaderos autores de la invasión, los reyes españoles, de los que afirma: “Jamás se compadecieron de su pueblo y menos de los ajenos: eran aficionados a las guerras, ostentosos, derrochadores e ineptos. Todo ello —y esto último en particular— los coloca entre los peores gobernantes en la historia de la humanidad”. El expresidente afirma que todo ello motivó en América la “primera fiebre del oro” de la historia. “La opresión en la Colonia fue bárbara y la búsqueda de oro y fortunas por el medio que fuese era una enfermedad enajenante. En todas partes se cometían atrocidades, tanto en las haciendas como en las minas. […] Así eran los conquistadores, por lo general: gente movida por la ambición, temerarios y de malos instintos”, advierte.

El libro sostiene que el saqueo de riquezas para su envío a la metrópoli fue extremo, pero no se tradujo en prosperidad ni para América ni para las propias clases bajas de España, pues en su mayoría eran gastadas en superficialidades de la Corona. “Es asombroso, pero en nada ayudó al pueblo pobre español todo ese mar de oro y plata emanado de América. Por el contrario, no solo fueron cada vez más olvidados, sino que han tenido que llevar a cuesta la vergüenza de haber nacido en un país dominado por una élite de explotadores desalmados y corruptos”, asienta el exmandatario. Subraya que las élites coloniales, pero sobre todo las de la península, fueron las que “se llevaron y derrocharon esa enorme y mal habida fortuna”, extraída mediante “esclavitud y muerte”. “Es quizá esta desmedida ambición o avaricia, que por lo general se traduce en corrupción, una de las peores herencias que nos dejaron los invasores españoles”, afirma. “Sobre esta codicia enfermiza que alienta la deshonestidad, no hay pruebas de que haya existido en las antiguas civilizaciones mesoamericanas. La Conquista llegó por el hambre de oro y, como los males no vienen solos, se hizo acompañar por la corrupción”, refiere.

Reclamos a la realeza

López Obrador deplora que ningún rey, papa católico, virrey o arzobispo haya sido enjuiciado “por sus excesos y errores, que en política son como crímenes”, cuando es sabido que “la mayor culpa la tenían los de arriba, los de la cúpula del poder colonial, donde prevalecía la irresponsabilidad y estaban ausentes las más elementales prudencia y sensibilidad”. Muy atento a los símbolos y la liturgia del poder, el expresidente sostiene que era tal el desprecio desde la península hacia América que, en los tres siglos de dominación colonial, “ningún rey o pontífice se dignó a visitarnos nunca”, pero sí que, “con prepotencia e insensibilidad, en las Cortes pedían a la Nueva España dinero para todo”. El expresidente afirma que, si bien es cierto que en la metrópoli “las cosas estaban del carajo”, los pueblos de la colonia padecían peor sufrimiento, objetos de la “opresión y odio”. “Las principales víctimas fueron los indígenas de las distintas etnias y culturas. Para ellos no hubo ninguna mejora. Por el contrario, todo se agravó. Perdieron su libertad, sus tierras, sus creencias y tuvieron que soportar hambre, pestes, desprecio, marginación y exterminio”, asevera.

Pese a los esfuerzos de los conquistadores por aniquilarlos, dice López Obrador, los indígenas sobrevivieron. Amaban tanto su libertad, que prefirieron huir a los montes y vivir en precarias circunstancias con tal de no dejarse dominar del todo. Esa lucha de supervivencia ha trascendido los siglos. El expresidente enumera 100 virtudes de las culturas indígenas que, dice, perviven en la actualidad: “gracias a ese sincero amor por la libertad que nos heredaron nuestros antepasados, los mexicanos siempre hemos salido triunfantes cuando se ha tenido que enfrentar invasiones, dictaduras y oligarquías”; “la honestidad era un distintivo de los antiguos pobladores y se ha conservado como forma de vida en la mayoría de los mexicanos”; “no existía la avaricia en el México prehispánico”; “si queremos saber a ciencia cierta en qué nos ayuda y protege el legado de las antiguas civilizaciones, pensemos nada más que, por ello, los mexicanos somos trabajadores, honestos, creativos y fraternos”…

López Obrador concluye su libro con una lección para sus bases, los militantes de Morena y los simpatizantes tanto de él como de Sheinbaum. Dice el expresidente que “es indudable que en la época prehispánica existió la democracia”, no en el sentido de la representación política, pues eran sociedades muy verticalistas, sino porque había “gobierno del pueblo para el pueblo”. “La democracia más auténtica en la época prehispánica, al igual que en la actualidad, es la que se practica abajo, en los pueblos y barrios, en la base de la pirámide de la estructura social, religiosa y política”, plantea. Retirado en su rancho de Chiapas, un Estado con enorme presencia indígena, López Obrador lanza una directriz identitaria para Morena: “No se puede hacer política —la auténtica, no politiquería— sin amor al pueblo. De ahí que, si no se tiene esta convicción, más aún, si se milita en un partido de izquierda, lo mejor es hacerse a un lado y ocuparse de lo personal, quedarse en la comodidad de los legítimos asuntos o negocios privados, pero no simular que se ayuda o se sirve si en realidad no se siente ánimo ni se está dispuesto a querer a los semejantes”.

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Sobre la firma

Zedryk Raziel
Reportero de EL PAÍS México, especialista en la cobertura de asuntos políticos y de corrupción. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha sido colaborador en el diario Reforma y el portal Animal Político. Es coautor de ‘El caso Viuda Negra’ (Grijalbo, 2022) y ‘Licencia para robar’ (Grijalbo, 2025).
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