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Si los ojos son el espejo del alma humana, ¿dónde está ese espejo en el elefante?

Las investigaciones de las últimas décadas indican que el elefante es el mamífero con el sentido del olfato más desarrollado

Un pájaro se posa sobre un elefante mientras camina en el Parque Nacional Amboseli en el condado de Kajiado, Kenia
Un pájaro se posa sobre un elefante mientras camina en el Parque Nacional Amboseli en el condado de Kajiado, Kenia.Monicah Mwangi (REUTERS)
Laura Camón

Una matriarca camina por la sabana africana a ritmo tranquilo, mientras su grupo la sigue a unos pocos metros de distancia. No parece que ocurra nada relevante alrededor, pero se detiene. Manteniendo la mirada al frente, balancea sus orejas y posa contra el suelo los dos lóbulos situados al final de su trompa. Algo la sobresalta, porque agita con vigor las orejas y suelta un fuerte barrito. ¿Qué ha ocurrido?

Si queremos entender bien a un elefante y lo que pasa por su mente, no debemos centrar la atención en su mirada, como haríamos con una persona, sino en la punta de su trompa. Sobre el barro, la matriarca había detectado la orina reciente de una de sus hijas, a la cual llevaba días sin ver. Por eso hizo una vocalización conocida como “llamada de contacto”. Estos animales siempre tienen la trompa en movimiento, escaneando el mundo que les rodea, al igual que nosotros lo hacemos con la vista. Podría decirse que la trompa refleja el foco de su mente.

En los últimos 70 años, ha mejorado notablemente la comprensión que tenemos del mundo perceptivo de los elefantes. Hemos ido conociendo su fisiología y su anatomía sensorial, hemos puesto a prueba los límites de sus sentidos y hemos analizado sus genes. Todas las investigaciones apuntan a lo mismo: los elefantes son los mamíferos con el sentido del olfato más desarrollado que existe. El mundo de los elefantes, es un mundo de olores.

Para hacernos una idea de hasta qué punto destacan, vamos a compararlos con los perros, un animal con el que estamos muy familiarizados. Un estudio publicado en 2014 reveló que los elefantes tienen en torno a 2000 genes dedicados exclusivamente al olfato. Estos son el doble de los que tiene nuestro animal de compañía y cinco veces más de los que tenemos nosotros. En cuanto al interior de la cavidad nasal, los elefantes tienen siete cornetes (estructuras óseas con tejidos especializados en la captación del olor) frente a los cinco de los perros.

La trompa es la estructura perfecta para la captación de olores. El aire se calienta a medida que asciende y esto hace que las sustancias químicas que contiene se vuelvan más volátiles y lleguen mejor a los receptores. A su vez, cuenta con 17 músculos compuestos por hasta 150.000 haces de fibras, lo que le da la flexibilidad y movilidad suficiente como para doblarse a su antojo y determinar la dirección de la fuente del olor.

Para percibir las moléculas menos volátiles que se encuentran en la orina o en las excreciones de las glándulas, los elefantes poseen un órgano vomeronasal situado en la zona superior de la cavidad vocal. Con la punta de la trompa, palpan estos líquidos, se impregnan con las sustancias químicas y las transportan hasta el órgano, mediante un gesto conocido como Flehmen.

Desde luego, impresiona el nivel de desarrollo olfativo que han alcanzado estos cuadrúpedos, pero es inevitable preguntarse si realmente era necesario. El resto de herbívoros sobreviven sin tanto despliegue de medios en este sentido, ¿por qué los elefantes se han empeñado en potenciarlo tanto? Al igual que necesitamos fijarnos en la anatomía y fisiología de un animal para entender su comportamiento, también debemos estudiar cómo se comporta para comprender su físico. Estas son dos caras inseparables de una misma moneda.

Las tres especies de elefantes que existen, el elefante asiático, el elefante de sabana y el elefante de bosque, tienen aspectos comunes en su comportamiento social. Por un lado, las hembras son las que permanecen en su grupo natal, con el que establecen un fuerte vínculo. Pero estos grupos son dinámicos y están en procesos continuos de fusión y fisión. Por eso, a veces, ocurre que dos hembras emparentadas con un fuerte vínculo se separan durante días y, cuando se reencuentran, suenan las trompetas de celebración.

Por otro lado, los machos, al llegar a la madurez sexual, abandonan su grupo natal y forman relaciones sociales los unos con los otros, hasta que alcanzan su momento sexual más activo y se vuelven más solitarios. Si están en buena condición física, una vez al año, durante dos o tres meses entran en musth, un periodo en el que su comportamiento sexual está exacerbado. Aumentan sus niveles de testosterona, sus glándulas temporales secretan temporina y se vuelven más agresivos.

Mientras que el musth de los machos se produce regularmente, las hembras solo están en celo durante unos pocos días cada cuatro o cinco años debido a sus largos períodos de gestación y destete. Dado que ambos sexos hacen su vida por separado, necesitan comunicarse a largas distancias para poder encontrarse los días exactos en los que están receptivos sexualmente.

Es en este contexto social, en el que los individuos se separan y se reúnen constantemente, donde el olfato cobra tanta importancia. Los elefantes dan mucha información mediante señales químicas, como su identidad, su nivel de receptividad a reproducirse y su estatus de dominancia. Estas señales se liberan en la orina y en distintas glándulas y, a diferencia de las vocalizaciones o los gestos, son duraderas en el tiempo y posibilitan la comunicación entre individuos que no están próximos.

Además, el olfato es una herramienta muy importante para un herbívoro generalista como el elefante. En un estudio publicado en 2020, unos investigadores de la Universidad de KwaZulu-Natal, en Sudáfrica, se propusieron averiguar qué criterio utilizan los elefantes para elegir las plantas que incluyen en su dieta. Encontraron que la selección no dependía del valor nutricional de estas, sino de la cantidad de toxinas que emitían.

Otro experimento llevado a cabo con elefantes asiáticos en cautividad, demostró que también usan el olfato para evaluar cantidades. El personal investigador les dio a elegir entre dos vasos que contenían distintos gramos de semillas de girasol (por ejemplo 12 y 16 gramos). Los vasos estaban cubiertos por una tapa agujereada, de manera que no podían ver su interior, pero sí olerlo. Los elefantes no tuvieron ningún problema para escoger siempre el vaso que contenía más semillas.

Por último, el olfato les sirve para detectar amenazas. En Amboseli, Kenia, los agricultores de la etnia Kamba no suponen ninguna amenaza para los elefantes, mientras que los jóvenes masáis demuestran su virilidad cazándolos. Estos animales diferencian el olor de ambas etnias y muestran más miedo y agresividad cuando detectan prendas masáis.

Comprender mejor el mundo olfativo de los elefantes nos ha permitido realizar aplicaciones prácticas importantes, sobre todo en el ámbito de la conservación. Especialmente en África, los elefantes entran a menudo en conflicto con el ser humano, porque causan daños en zonas agrícolas y en infraestructuras. La solución más habitual suele consistir en matar a los animales, pero ya se están implementando nuevos métodos para controlar su comportamiento mediante olores.

Por ejemplo, se sabe que las colonias de abejas disuaden mucho a los elefantes y se han empezado a utilizar como escudo de protección en las granjas. Esto ha resultado ser eficaz, pero el mantenimiento de gran número de colmenas plantea problemas logísticos. Por eso, unos investigadores prepararon una mezcla con feromonas de abejas y comprobaron que solo con esa sustancia ya era posible ahuyentar a los elefantes.

Este tipo de estudios son cruciales, pues las tres especies de elefantes están en peligro de extinción. Si se pierden los elefantes, se apaga todo su mundo de olores para siempre.

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Sobre la firma

Laura Camón
Es comunicadora científica, graduada en Biología por la Universidad de Salamanca y Máster en Primatología por la Universitat de Girona.
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