El matrimonio de astrónomos que estudia parejas de estrellas: “Sin ellas no entendemos la evolución estelar”
Ana Escorza y Michael Abdul-Masih, han recibido una beca para desarrollar sus proyectos sobre sistemas estelares en el Instituto de Astrofísica de Canarias
Las estrellas binarias que estudian Ana Escorza (La Rioja, 34 años) y Michael Abdul-Masih (Nueva Jersey, Estados Unidos, 31 años) son parejas de estrellas que nacen y evolucionan juntas. Están unidas entre sí por su campo de gravitación y giran alrededor de ellas mismas. Los dos astrónomos, casados desde hace dos años, investigan estas estrellas dobles desde distintas órbitas: Escorza se centra en la interacción y en la transferencia de los materiales en estrellas más evolucionadas y Abdul-Masih se encarga de la fase de evolución de estrellas más jóvenes y masivas (de mayor tamaño). “La mitad de mis estrellas tienen compañera y prácticamente todas las de Michael están acompañadas. Si no estudiamos la interacción y el efecto que tiene una en la otra, no podemos decir que entendemos la evolución estelar”, explica Escorza. Ambos han recibido una beca de posdoctorado de la Fundación la Caixa, dotada de 305.100 euros, para desarrollar sus proyectos en el Instituto de Astrofísica de Canarias, centro de referencia a nivel internacional.
La física y el bioquímico se conocieron mientras hacían el doctorado en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Después estuvieron tres años investigando en el Observatorio Paranal de Chile, y ahora trabajan en el Instituto de Astrofísica de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, donde se encuentra el Observatorio del Teide. “Necesitamos telescopios en el hemisferio norte y sur. Los mejores observatorios del sur están en Chile y los mejores observatorios del norte están en las islas Canarias”, admite Escorza. La buena visibilidad en la isla se debe a que “la montaña es muy alta, la atmósfera es muy estable y no hay nada alrededor”, explican ambos.
En el desierto de Atacama de Chile, donde trabajaron en el pasado, se encuentra uno de los retos que consideran más innovadores del sector. Se trata del ELT (siglas en inglés de Telescopio Extremadamente Grande), el mayor telescopio del planeta, capaz de detectar luz visible e infrarroja. Es un proyecto del Observatorio Europeo Austral (ESO, por sus siglas en inglés) formado por 16 países, previsto para que esté listo en 2028. “Va a ser un telescopio con casi 40 metros de espejo que va a enseñarnos cosas que hace 20 años la gente ni se imaginaba que fuéramos a poder ver”, revela Escorza.
Estabilidad a los 40
El Instituto de Astrofísica de Canarias cuenta con 250 científicos de distintas disciplinas, lo que supone “un tercio de la comunidad astronómica española haciendo ciencia en instituciones españolas”, señala Escorza. En su día a día, los dos astrónomos se encargan de analizar e interpretar datos, escribir artículos y preparar charlas. Además, para avanzar con sus proyectos tienen que convencer a un comité para que les conceda tiempo en un telescopio. Un problema al que se enfrentan con esta herramienta son los más de 8.000 satélites que orbitan la Tierra y se entrometen en su visibilidad, haciéndoles “perder dinero”. Ambos reclaman que exista más control sobre ellos y proponen que “orbiten al anochecer en lugar de por la noche, que no crucen los observatorios y que se les dé materiales y colores distintos para que sean menos visibles”.
Al principio, para ellos la astronomía era una afición. Después de estudiar física, Escorza trabajó un verano es un observatorio en Soria, y se dio cuenta de que le gustaba la divulgación científica y que “se podía vivir de ello”. Reconocen que la ciencia en España “no está tan bien pagada como en el norte de Europa” y, para Abdul-Masih, el problema del sector es que “hay más gente que quiere hacer ciencia” que oferta. En España, la estabilidad laboral de los investigadores jóvenes “ronda los 40 años”, añade. “La gente consigue la plaza fija más tarde que en Europa. La forma más directa de conseguirla es a través de una beca Ramón y Cajal, que puedes pedir cuatro años después de tu doctorado. Compito contra gente mucho más mayor que yo, y se llevan la beca porque llevan más años trabajando”, admite Escorza.
‘Paper’ en pandemia
La pareja de científicos utiliza las estrellas binarias para entender mejor las estrellas. Trabajan “juntos, pero no revueltos”, bromea Escorza. Sin embargo, en 2021 tuvieron la oportunidad de colaborar juntos. Encerrados en casa por la pandemia de la covid-19, se les ocurrió una idea sobre las estrellas masivas que estudia Abdul-Masih, cuando se encuentran en la fase over contact (ellos llaman a las estrellas “cacahuete” por su forma). Al existir tan solo 10 estrellas masivas en esta fase, según revela Abdul-Masih, quisieron comprobar si esto se debía al tiempo que tardaban en orbitar. Le dieron forma en un artículo publicado por la revista Astronomy & Astrophysics. “Recopilamos datos de archivos de telescopios y misiones viejas de hace 100 años”, revelan.
Con una muestra de seis estrellas cacahuete comprobaron que ambos factores no tenían relación: los cambios de periodo eran muy pequeños y no tenían correlación con la proporción de masa, según revela el estudio. “Descubrimos que tienen una órbita muy estable y que la fase tiene que durar el tiempo suficiente para que sea así de estable, pero nos dio ideas para investigar otras razones por las que hay tan pocas estrellas en esta fase”. Lo llamaron “artículo pandemia” porque fue la primera vez que la pareja compartía ciencias y oficina.
Para celebrar este sábado el Día Mundial de la Astronomía, no tienen planes por el momento, aunque admiten que otros años sí han hecho divulgación con otros astrónomos. “Para nosotros lo es cada día”, cuenta Abdul-Masih. Hacen hincapié en que, la astronomía, además de ser una ciencia bonita, tiene el poder de atraer a la gente en general. Este mes, Escorza participa en el Pint of Science, un festival de divulgación científica que se puede encontrar en bares de Santa Cruz de Tenerife y de otras 67 ciudades de España. Un lugar relajado para reunir a investigadores y al público. “La cerveza da inspiración”, concluye Escorza.
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