Guía para no perderse las perseidas 2022: dónde y cuándo ver las lágrimas de San Lorenzo
Podrán observarse hasta 50 estrellas fugaces por hora durante las mejores noches, entre el 11 y el 13 de agosto, desde sitios alejados de la contaminación lumínica
Un verano más, desde la segunda mitad de julio, las perseidas, también conocidas como las lágrimas de San Lorenzo, han vuelto a aparecer en el cielo cada noche. El mejor momento para verlas será entre el este jueves, 11 de agosto, y el sábado 13. En los lugares que estén alejados de la contaminación lumínica, se podrán observar hasta 50 perseidas por hora, aunque los días anteriores también se han podido ver muchas estrellas fugaces. La Luna, que alcanza su fase llena el viernes 12, supondrá un pequeño inconveniente y hará que solo se puedan ver aquellas perseidas más brillantes. “Si las condiciones de observación fuesen idóneas, podrían llegar a verse del orden de 100 estrellas fugaces por hora, pero el brillo de la Luna será uno de los factores que provocará que el número real de perseidas visibles descienda hasta unas 50″, explica José María Madiedo, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), en una nota de prensa de la institución.
Para disfrutar de este espectáculo astronómico no se requiere de ningún instrumento óptico, como un telescopio. Es más, la NASA no lo recomienda por su limitado campo de visión. Basta con situarse en un lugar con la mayor oscuridad posible y lejos de la contaminación lumínica y observar el cielo. Las estrellas fugaces pueden aparecer en cualquier lugar del cielo, aunque al prolongar su trayectoria hacia atrás parecerá que proceden de un punto situado en la constelación de Perseo, que les ha dado nombre. Esta constelación asoma sobre el horizonte al anochecer, por lo que es más probable ver las perseidas conforme avanza la noche. Su máximo es cerca de la hora del amanecer, aunque la NASA advierte de que, en ocasiones, es posible verlas desde las diez de la noche. Además, aconsejan mantener los teléfonos móviles alejados porque estos dispositivos con pantallas brillantes dificultarán la visión nocturna y, por tanto, reducirán el número de estrellas fugaces que se pueden ver. El tiempo que tardan los ojos en ajustarse a la oscuridad es de 30 minutos.
Las perseidas tienen su origen en el cometa 109P/Swift-Tuttle, que completa una vuelta al Sol cada 133 años aproximadamente y cuyo núcleo mide 26 kilómetros de ancho. Cada vez que el cometa se acerca al astro, se calienta y emite chorros de gas y pequeñas partículas sólidas que forman su cola. Cada verano, entre finales de julio y finales de agosto, la Tierra cruza los restos de esta cola, lo que conlleva que estas partículas —llamadas meteoroides— choquen contra la atmósfera a gran velocidad. Conforme la Tierra se va adentrando en esta nube de meteoroides, el número de partículas es mayor, por lo que la actividad de las perseidas aumenta.
“La mayoría de los meteoroides que se desprenden del 109P/Swift-Tuttle son tan pequeños como un grano de arena, o incluso menores. Cuando se cruzan con nuestro planeta, entran en la atmósfera terrestre a una velocidad de más de 210.000 kilómetros por hora, lo que equivale a recorrer nuestro país de norte a sur en menos de 20 segundos”, señala José Luis Ortiz, investigador del IAA-CSIC. Como consecuencia de las altas velocidades, el choque con la atmósfera es tan brusco que la temperatura de las partículas aumenta hasta unos 5.000 grados centígrados en una fracción de segundo, por lo que se desintegran emitiendo un destello al que se denomina estrella fugaz o meteoro. Esta desintegración ocurre a una altitud de entre 100 y 80 kilómetros sobre el nivel del suelo, explican desde el IAA-CSIC. Las partículas más grandes (que tienen el tamaño de un guisante o mayor) pueden producir estrellas fugaces mucho más brillantes, que reciben el nombre de bólidos o bolas de fuego.
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