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Cita en Venus: dos naves europeas coinciden de visita en el planeta infernal

Dos sondas de la Agencia Espacial Europea sobrevuelan la superficie del asfixiante mundo mientras aprovechan para coger impulso hacia sus misiones de estudio de Mercurio y los polos solares

Javier Salas
Parte del instrumental de la sonda 'BepiColombo' aparece en su 'selfi' a su paso por Venus este martes.
Parte del instrumental de la sonda 'BepiColombo' aparece en su 'selfi' a su paso por Venus este martes.ESA

Un hipotético venusiano que observara con curiosidad sus cielos se encontraría esta semana con un espectáculo intimidante: dos naves terrícolas sobrevolando su planeta con apenas unas horas de diferencia. Esa casualidad, que daría para una película de catástrofes alienígenas si intercambiáramos los protagonistas, es una demostración del importante desarrollo de la investigación espacial que se vive en la actualidad. Esas dos sondas que pasaron veloces por los cielos venusianos, Solar Orbiter y BepiColombo, son dos instrumentos de la Agencia Espacial Europea (ESA) camino de sus objetivos: los polos solares y el planeta Mercurio, respectivamente.

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Pero en su paso por Venus han aprovechado para hacerse un selfi, para coger impulso en sus complicadísimas trayectorias y para hacer algo de ciencia. Este doble sobrevuelo ofrece “una oportunidad sin precedentes para estudiar el entorno de Venus” desde diferentes perspectivas, según la agencia europea. Y para mostrar esa expansión científica espacial: solo la ESA tiene en la actualidad 15 misiones en marcha. Venus es un planeta que ha recuperado interés científico después de que algunos datos de sus nubes proporcionaran indicios de posible actividad biológica. Es el gemelo infernal de la Tierra, donde se alcanzan temperaturas que podrían derretir el plomo.

Infografía de la Agencia Espacial Europea que muestra las sondas 'BepiColombo' y 'Solar Orbiter' a su paso por Venus.
Infografía de la Agencia Espacial Europea que muestra las sondas 'BepiColombo' y 'Solar Orbiter' a su paso por Venus.ESA

La Solar Orbiter, que como su propio nombre indica aspira a orbitar el Sol para descubrir sus secretos, pasó el lunes a 8.000 kilómetros de Venus. Esta es la segunda de las ocho pasadas que tiene planeado hacer esta nave junto al planeta para impulsarse y modificar su trayectoria. La primera fue en diciembre de 2020 y la última será en septiembre de 2030. Cada vez que lo hace, su órbita se escora unos grados más, hasta conseguir una inclinación de 17º en 2025 y de 33º en 2029, lo que le permitirá fotografiar en detalle una parte casi desconocida de nuestro astro: los polos solares. Esta misión se realiza en colaboración con la NASA estadounidense.

Poco después pasó por allí la sonda BepiColombo, nombrada así como homenaje al matemático italiano Giuseppe Bepi Colombo (que explicó el extraño comportamiento orbital de Mercurio), a tan solo 552 kilómetros de la superficie de Venus. Al cruzar durante el mediodía de este martes, la BepiColombo activó dos de sus tres cámaras para permitir ese autorretrato espacial en la que su instrumental envuelve la silueta del segundo planeta del sistema solar por cercanía al astro. Este proyecto de exploración de Mercurio, el planeta más cercano al Sol y el menos estudiado de los rocosos de nuestro sistema, se ha desarrollado en colaboración con la agencia japonesa JAXA.

‘BepiColombo’ pretende dejarse capturar por Mercurio, ligeramente más grande que la Luna, sin caer por la pendiente que supone la atracción del Sol

Las trayectorias de ambas misiones son especialmente delicadas, ya que por su intención de acercarse al Sol podrían terminar quemando sus alas como en el mito de Ícaro. Pero el proyecto de la BepiColombo es mucho más vulnerable porque aspira a situarse en la órbita de Mercurio, lo que implica numerosos riesgos. La primera misión que acudió a explorar a este planeta, la Mariner 10 (en 1974 y 1975), lo hizo de pasada: su única intención era cruzarse con este pequeño mundo (lo hizo tres veces) y observarlo todo lo posible al pasar junto a él. Pero la nave actual pretende dejarse capturar por la gravedad de Mercurio, ligeramente más grande que la Luna, sin caer por la pendiente resbaladiza que supone la fuerte atracción que ejerce el Sol.

Por eso la Mariner 10 apenas tardó 147 días en llegar y la actual sonda europeo-japonesa todavía no ha llegado desde su lanzamiento en octubre de 2018: está dando rodeos para atracar suavemente en Mercurio, como una bola de golf que tras ser impulsada con delicadeza, describe lentamente una curva por la hierba hasta caer en el agujero. La sonda comenzará sus operaciones científicas, tras comenzar a orbitar Mercurio, en 2026. Pero la espera tendrá recompensa: conseguirá realizar un mapa detallado del planeta, en lugar de pequeñas observaciones fugaces. “Esta es la misión más compleja que ha lanzado nunca la ESA”, explicaba la ingeniera Santa Martínez, coordinadora del procesamiento de los datos científicos de la misión, días antes del exitoso lanzamiento.

Venus ha recuperado interés científico después de que algunos datos proporcionaran indicios de posible actividad biológica

La BepiColombo ya sobrevoló Venus en octubre, dejando algunas imágenes y datos interesantes, ya que era la primera visita europea a ese planeta desde la Venus Express en 2014. Elsa Montagnon, directora de operaciones de la nave, aseguró que “el sobrevuelo en sí fue todo un éxito”. “La única diferencia con las operaciones normales es que cerca de Venus tenemos que cerrar temporalmente el obturador de cualquiera de los rastreadores de estrellas porque se espera que queden cegados por el planeta, algo similar a cerrar los ojos para evitar mirar al Sol”, explicó Montagnon. Pero en aquella ocasión la sonda pasó a más de 10.700 kilómetros del planeta y ahora lo hará a unos 552 kilómetros, 20 veces más cerca.

Esencialmente, hay cinco misterios que se pretenden desvelar del pequeño Mercurio. La composición fisicoquímica del planeta hace dudar a los científicos sobre el origen del planeta y si siempre ha estado en ese lugar tan cercano a nuestra estrella. Además, se intenta saber si hay agua helada en los fríos cráteres de su corteza y si pudo albergar vida. Por último, la composición oscura de su superficie y la posibilidad de que cuente con campo magnético son dos elementos que también intrigan a los especialistas y que las dos sondas que desplegará BepiColombo a su llegada ayudarán a entender.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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