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la crisis del coronavirus
Tribuna
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El acceso global a la vacuna: más allá de las patentes

Aunque la capacidad productiva esté escalándose, no debemos relajar los esfuerzos globales. La colaboración público-privada debe de jugar un papel fundamental

Vacunas coronavirus
Protesta contra las patentes de las vacunas de la covid en Estados Unidos, a principios de este mes.SAUL LOEB (AFP)

En estos primeros meses de 2021, las perspectivas respecto al devenir de la pandemia han cambiado de forma radical gracias al desarrollo de varias vacunas frente a la covid-19 y al despliegue de la vacunación. La investigación científica y la capacidad innovadora de la biotecnología han sido fundamentales para disponer de vacunas eficaces y seguras en un plazo muy corto, lo que supone un hito sin precedentes en la historia.

En el caso de España, el ritmo de vacunación se ha acelerado, y según las proyecciones del Gobierno, alcanzaremos la inmunidad de grupo en menos de 100 días. La situación es muy diferente en otros países del mundo, azotados de forma dramática por el virus, como es el caso de India que se encuentra en la peor ola de la pandemia. Además, han ido emergiendo y extendiéndose nuevas variantes que suponen una amenaza persistente y generan incertidumbre. En este contexto, vacunar a todo el planeta se ha convertido en la mejor herramienta para acabar con la pandemia de la covid-19. Sin embargo, el acceso a las vacunas está siendo muy dispar en distintas partes del mundo amenazando este objetivo compartido. Por tanto, las políticas a poner en marcha para abordar estas desigualdades han pasado a protagonizar el debate público.

Para encontrar soluciones adecuadas, necesitamos entender dónde se encuentran los cuellos de botella en la provisión de vacunas. Nunca antes habíamos tenido que proporcionar vacunas para toda la población en un mismo momento, ni tenido que producir tal volumen de dosis en un plazo tan corto, lo que hace necesario disponer de una capacidad productiva mayor de la utilizada hasta ahora

Para responder a este reto lo primero que ha hecho la industria es poner a disposición toda la capacidad productiva posible. En esta maximización de la capacidad, los acuerdos y las colaboraciones entre fabricantes han jugado un papel fundamental, estableciéndose más de 300 entre empresas de todo el mundo, lo que ha permitido incrementar la producción de cero a 2.200 millones de dosis de vacunas covid-19 para finales de mayo, estimándose que, para finales de 2021, se habrán producido 11.000 millones de dosis, suficientes para vacunar a toda la población mundial adulta.

En la actualidad, las barreras que limitan el acceso a las vacunas están fundamentalmente relacionadas con su producción

Los cuellos de botella relacionados con la producción de la vacuna a escala global se encuentran, por tanto, en vías de solución, gracias a las inversiones que se han realizado por parte de la industria biotecnológica y farmacéutica con el apoyo de los diferentes gobiernos. Sin embargo, para ello, también es necesario asegurar el suministro a las mismas de los materiales que requieren para fabricar vacunas. Y en este punto, persisten algunas barreras a la exportación, fundamentalmente por parte de Estados Unidos, que dificultan a las fábricas del resto del mundo acceder a consumibles, repuestos, reactivos y materias primas necesarias. Es urgente que dichas barreras proteccionistas sean eliminadas y que se adopten políticas que faciliten los suministros clave, y la exportación de las propias vacunas para poder maximizar el acceso de la población.

En las últimas semanas, el apoyo de la administración de Joe Biden a la suspensión de las patentes ha traído este tema al centro del debate público a escala global. Los defensores de esta medida plantean que las patentes son una barrera fundamental para el escalado de la fabricación y el suministro de las vacunas a escala global. Este argumento es cuestionable, ya que, en la actualidad, las barreras que limitan el acceso a las vacunas están fundamentalmente relacionadas con su producción. De hecho, las patentes no han sido obstáculo para que diferentes empresas hayan establecido colaboraciones para maximizar la producción de vacunas, ya que los laboratorios titulares de las vacunas han licenciado las mismas para ser producidas por parte fabricantes de todo el mundo. Empresas españolas han sido beneficiarias de este tipo de acuerdos, de la misma forma que empresas de países emergentes como India, Brasil, México, Argentina, China y Sudáfrica, han podido acceder a la tecnología y al conocimiento necesario para producirlas localmente.

El sistema de patentes proporciona derechos exclusivos sobre una invención a sus titulares de forma temporal, y como contrapartida, pone a disposición del público la información técnica relativa a la invención. De esta forma, las patentes estimulan el progreso tecnológico, al difundir los avances técnicos protegidos, y permitir a terceros investigar y desarrollar mejoras tecnológicas. Asimismo, confieren a sus titulares la posibilidad de disfrutar, en exclusiva, del resultado de la innovación y de esta forma, promueven que estos inviertan en ella. Esta filosofía del sistema de patentes es relevante en el caso de la investigación biomédica, donde los desarrollos están sujetos a una elevada incertidumbre, largos plazos de desarrollo e inversiones muy importantes.

Al contrario de lo que algunos agentes argumentan, el sistema de patentes no beneficia exclusivamente a las grandes empresas o a los países avanzados, más bien al contrario. Permite a los eslabones más débiles de la cadena de valor de la innovación biomédica defenderse en igualdad de condiciones, al permitir a los inventores atribuirse sus desarrollos en un sistema basado en el derecho, frente a la ley del más fuerte. Las patentes fomentan las colaboraciones entre instituciones públicas y empresas, y entre empresas pequeñas y grandes, al configurar un marco de confianza en el que compartir el conocimiento técnico asociado a las innovaciones, sin que los actores más fuertes puedan ignorar los derechos de los más débiles. El desarrollo de las vacunas ha puesto de relieve el papel de las patentes en la colaboración con el caso, por ejemplo, de la vacuna de AstraZeneca, y la de Pfizer, que se han desarrollado en colaboración con una universidad y una pequeña biotech.

Hay un ejemplo real que pone todo lo contado de manifiesto. En octubre de 2020 Moderna anunció que no haría uso de sus patentes para ejercer acciones en contra de cualquier empresa que utilizara su tecnología. Ocho meses después, ninguna empresa ha comenzado a suministrar versiones copiadas de la vacuna de Moderna y ni siquiera ha habido anuncios de planes al respecto. Por tanto, eliminar los derechos de patentes no supone por sí misma una mejora en el acceso a la vacuna.

En un momento como el actual, socavar los incentivos a la inversión en innovación no parece que vaya a resultar de ayuda alguna, más bien todo lo contrario, ya que el sistema de patentes no está resultando un elemento limitante de la colaboración entre empresas, ni de acceso a la tecnología necesaria a aquellas empresas de países emergentes con la capacidad de producir vacunas.

Aunque la capacidad productiva esté escalándose, no debemos relajar los esfuerzos globales por asegurar el acceso a las vacunas, donde la colaboración público-privada debe de jugar un papel fundamental. Es clave reivindicar la iniciativa COVAX, liderada por la Organización Mundial de la Salud y respaldada por gobiernos de todo el mundo, la industria biofarmacéutica y otras organizaciones sociales. Los países avanzados, fundamentalmente aquellos que producen localmente más vacunas, pueden demostrar su compromiso con el acceso global a las vacunas a través de donaciones a COVAX.

No suele haber soluciones simples para problemas complejos. El reto del acceso global a la vacuna es un problema complejo que solo puede ser abordado desde la colaboración entre todos los agentes del sistema: empresas biofarmacéuticas, industria fabricante de países emergentes, cadenas globales de suministro, gobiernos, agencias e iniciativas intergubernamentales. Una colaboración que deberá fundamentarse en la confianza, el diálogo sincero y el respeto a los intereses de cada parte, de forma que todos rememos juntos en el objetivo de proteger al mundo frente a la covid-19.

Ion Arocena es el director general de la Asociación Española de Bioempresas (AseBio) y Ana Polanco, la presidenta de la misma asociación.

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