Entre 60 y muerto
El límite superior de edad para recibir AstraZeneca carece de sentido
Estoy en esa edad difícil, la crisis de los 60. Hasta hace dos días pertenecía al grupo de 60-65 años que recibiría la vacuna de AstraZeneca. Ahora estoy asignado al de 60-69, aunque no he notado ningún cambio fisiológico por ello. Mi hermano tiene 72 y se ha quedado rozando la frontera del paraíso vacunal, por la parte de fuera. Es posible que me vacunen a mí antes que a él, contra todo criterio racional. Si la crisis de los cuarenta versa sobre la despedida irreversible de la juventud, la de los sesenta consiste sobre todo en mirar a tus mayores y poner tus barbas a remojar. Tu preocupación no gira alrededor del otoño en el que vives, sino del invierno eterno que te aguarda al otro lado del río. Pero bueno, supongo que eso se pasará a los 65, igual que la crisis de los cuarenta prescribe a los 45. Ley de vida.
Tras esta magna introducción metafísica y rayana en el pastelazo, echemos un vistazo a los números siguiendo el solvente análisis matemático de Kiko Llaneras, experto en datos de este diario. Una persona de 60 a 69 años, como quien les habla, tiene una probabilidad de dos por millón (un 0,0002%) de sufrir un trombo por haber recibido la vacuna de AstraZeneca. Si no te vacunas y te infectas, tu riesgo de ingresar en la UCI es de 140 por millón (un 0,001%), o setenta veces más. Solo con ese dato, derivado de la experiencia británica, yo me vacunaría.
Rechazar la vacuna de AstraZeneca, como rechazar las vacunas en general, es un error a cualquier edad, pero a la mía alcanza la categoría de estupidez
Pero eso asume una incidencia baja de contagio. Con una incidencia alta, como la que exhibe mi ciudad, el riesgo de enfermar de covid grave se multiplica por 200 a los 65 años, y por tanto la ventaja de vacunarse asciende a 14.000 veces. Rechazar la vacuna de AstraZeneca, como rechazar las vacunas en general, es un error a cualquier edad, pero a la mía alcanza la categoría de estupidez.
Los veinteañeros son una excepción, sin embargo. A su edad, el virus pierde tanto fuelle que el riesgo de enfermar de gravedad es similar al de sufrir un trombo por AstraZeneca: ambos extremadamente bajos. De ahí que el regulador británico haya preferido vacunar a las personas de 20-29 años, cuando les toque, con cualquier otro producto. Hecha esta salvedad, los beneficios de la vacunación con AstraZeneca son aplastantes para cualquier persona mayor de 30 años. Los límites de edad que están tanteando España y los demás países europeos no parecen diseñados por científicos, sino por abogados intentando eludir futuras demandas o costes electorales. Un grave error político, y no de los más fáciles de enderezar.
La prioridad en España es vacunar cuanto antes a todas las personas de riesgo, con particular énfasis en la gente mayor y los enfermos respiratorios crónicos. Que yo me vacune antes que mi hermano de 72 años no tiene el menor sentido. Los trombos de AstraZeneca son como un petardo en un concierto, que la gente se acaba muriendo al intentar escapar. Tiempos duros para la ética.
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