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Tribuna
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El virus en la red

Silicon Valley tiene que actuar de forma contundente contra la irracionalidad científica. Ya

Javier Sampedro
YouTube en dispositivos móviles.
YouTube en dispositivos móviles.Unsplash

Escribo esto sin saber qué ha pasado en las elecciones de Estados Unidos, y bien agobiado por ellas, pues tantas cosas planetarias dependen de su resultado, cosas que abarcan de la geoestrategia al racismo, de la polarización ideológica a la gestión pandémica, de la estupidez política a la racionalidad científica, tantas cosas esenciales para el mundo que da vértigo pensar en lo que podría ocurrir si Donald Trump renovara el mandato. Te envidio, desocupado lector, porque tú tienes mucha más información que quien te escribe. Hay, pese a todo, asuntos de peso que deberemos seguir metabolizando sea cual sea el resultado. Uno de ellos afecta de lleno a las vacunas, la gran solución que todos esperamos y que, por si no tuviera de por sí bastantes problemas de naturaleza biomédica y bioética, se ve amenazada también por la epidemia de sandez en que vivimos inmersos y que, por todo lo que sabemos, tal vez no se acabe nunca.

Un mensaje antivacunas que se haga viral mata gente, y los gigantes de Silicon Valley se están jugando su futuro al dejarlos circular como si fueran recetas de cocina

Un problema central son las redes sociales, es decir, las mayores corporaciones empresariales de nuestro tiempo. Hay progresos en los intentos de atraer a estos gigantes industriales al terreno de la racionalidad científica, histórica y periodística, pero su exasperante lentitud resultada inadecuada para gestionar una pandemia en que una sola semana de retraso en la adopción de medidas puede hacer que la curva exponencial se escape de las manos sembrando caos, desigualdad y muerte. Facebook ha tardado 16 años en imponer restricciones a la propagación de los mensajes negacionistas del holocausto, y eso que su fundador y presidente es judío. Es la lógica informativa de nuestro tiempo, amigo. Pero no tenemos 16 años para corregir las intoxicaciones masivas de la opinión pública que circulan por las redes sobre la pandemia. Un mensaje antivacunas que se haga viral mata gente mucho, mucho antes de ese plazo, y los gigantes de Silicon Valley se están jugando su futuro al dejarlos circular como si fueran recetas de cocina. Sus abogados serán buenos, pero no tanto como para librarles de las querellas penales que se les pueden venir encima. La desinformación mata, y quien la propaga es el principal responsable.

YouTube asegura que va a retirar los vídeos que desinforman sobre la covid-19, con una vaga promesa de centrarse en la basura antivacunas. Pero esas recién descubiertas intenciones virtuosas de la plataforma hacen agua por todas las fracturas del buque, que son muchas. Tal y como documenta Fernanda Ferreira para ‘Science’, esas supuestas restricciones se pueden saltar con una tecnología tan simple como escribir en portugués. Unos investigadores de las universidades de Campinas y de California en Berkeley han buscado cosas como “vacina + autismo” (en portugués), han analizado los resultados con técnicas sofisticadas y han descubierto así una red interconectada de 52 vídeos en 20 canales de YouTube, todos ellos centrados en desinformar a la gente. En portugués, porque en inglés no sería posible con las nuevas medidas, como tampoco lo sería que la cuarta parte de esos vídeos empotraran anuncios a mayor beneficio de los intoxicadores profesionales. Silicon Valley tiene que hacer muchísimo más si quiere ser creíble.

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