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El enigma de la llegada de los primeros humanos modernos a la península Ibérica

Una investigación sitúa a los ‘Homo sapiens’ en una cueva portuguesa 5.000 años antes de lo que se pensaba

Excavación de los estratos con restos de humanos modernos, en primer plano, y de neandertales, al fondo, en la cueva de Lapa do Picareiro (Portugal).
Excavación de los estratos con restos de humanos modernos, en primer plano, y de neandertales, al fondo, en la cueva de Lapa do Picareiro (Portugal).Jonathan Haws
Manuel Ansede

Millones de personas acuden cada año al Santuario de Fátima, en el centro de Portugal, para buscar respuestas a sus inquietudes. Es un lugar considerado milagroso porque tres niños aseguraron, hace un siglo, que habían visto allí a la Virgen María echando chorros de luz por las manos. La aparición les dijo a los chavales —tres pastorcillos pobres— que si aceptaban el sufrimiento y rezaban “muchos rosarios” irían al cielo, según el relato oficial. Los que no se conforman con este tipo de explicaciones, sin embargo, pueden caminar 10 kilómetros más, hacia el sur de Fátima, hasta la cueva de Lapa do Picareiro, un yacimiento en el que los científicos buscan respuestas a dos de las grandes preguntas de la humanidad: quiénes somos y de dónde venimos.

Hace unos 46.000 años, los Homo sapiens —los humanos modernos surgidos en África más de 200.000 años antes— llegaron a las puertas de Europa oriental. El continente estaba entonces dominado por los neandertales, otra especie humana más corpulenta y, sin duda, también inteligente. En unos pocos miles de años, no obstante, aquellos grupos de hombres y mujeres se extendieron desde los Balcanes siguiendo la cuenca del río Danubio y la costa mediterránea. Los sapiens conquistaron fácilmente toda Europa hasta que, según la teoría clásica, se frenaron al llegar a la cuenca del río Ebro, que supuestamente se habría convertido en una frontera natural durante cinco milenios entre los humanos modernos, al norte, y los neandertales, al sur, hace entre 42.000 y 37.000 años. La península era entonces el último refugio de los neandertales, ya al borde de la extinción.

La cueva de Lapa do Picareiro no cuadra con este relato. Un equipo de investigadores, encabezado por el arqueólogo estadounidense Jonathan Haws, ha encontrado allí herramientas de piedra características de los humanos modernos y con una antigüedad de entre 41.000 y 38.000 años, unos cinco milenios más de lo que se contemplaba hasta ahora en el occidente ibérico. Los Homo sapiens, afirman Haws y sus colegas, no se detuvieron ante el río Ebro, sino que se extendieron por la península ibérica como ya lo habían hecho por el resto de Europa, “en un abrir y cerrar de ojos desde el punto de vista geológico”.

Los análisis genéticos muestran desde hace años que todas las personas con ancestros europeos tienen alrededor de un 2% de su ADN de origen neandertal. Las dos especies tuvieron hijos en común en algunos momentos, pero no hay ninguna evidencia de que eso ocurriera en la península ibérica. “Hasta ahora no hay pruebas claras de que los neandertales y los Homo sapiens coexistieran en las mismas regiones de la península, ni de que se cruzaran y tuvieran hijos. Pero nuestros resultados muestran un escenario más complejo, con los Homo sapiens deambulando por el sur antes de lo que se pensaba”, explica la arqueóloga Sahra Talamo, la investigadora de la Universidad de Bolonia (Italia) que ha fechado los restos.

Su investigación, publicada en la revista PNAS, plantea que los humanos modernos quizá se encontraron a su paso con algunos grupos de neandertales residuales, pero la mayor parte de la península estaría ya vacía, posiblemente por cambios climáticos. El territorio se habría convertido así, durante unos pocos milenios, en una especie de mosaico, con zonas ocupadas por neandertales y otras habitadas por sapiens, según los autores. El arqueólogo portugués João Zilhão, padre de la teoría de la frontera del Ebro en 1991, no acepta los nuevos datos y afirma que pronto publicará “una refutación detallada”. Su hipótesis sigue siendo que el río y las montañas del Sistema Ibérico funcionaron como una barrera que impidió el intercambio de personas, de sexo y de ideas entre los sapiens y los neandertales. Las respuestas siempre son más sencillas en el Santuario de Fátima que en la ciencia.

“Hasta ahora no hay pruebas claras de que los neandertales y los ‘Homo sapiens’ coexistieran en las mismas regiones de la península", explica la arqueóloga Sahra Talamo

Pese a las reticencias de Zilhão, investigador de la Universidad de Barcelona, la cueva de Lapa do Picareiro no es el único yacimiento que pone en duda la hipótesis del Ebro. El año pasado, un equipo español publicó el hallazgo en la cueva malagueña de Bajondillo de herramientas características de los humanos modernos, con una antigüedad de unos 44.000 años. Otros científicos mostraron entonces su incredulidad, pero los autores de aquel descubrimiento se ven ahora reforzados. “El río Ebro era una frontera ficticia. Hay que desechar esa idea”, propone la prehistoriadora María Dolores Simón, de la Universidad de Sevilla.

Simón, investigadora de la cueva de Bajondillo, asegura que pronto se conocerán más yacimientos de humanos modernos de épocas similares en Granada y Guadalajara. “Hay que estudiar cómo se relacionaron los sapiens con los neandertales en la península. La hibridación entre las dos especies está muy clara en Próximo Oriente. Allí no hubo un conflicto bélico, hubo un contacto cordial, más cordial imposible: tuvieron descendencia juntos. Pero eso ocurrió en Próximo Oriente, aquí no se ha visto. Quizá no se llegaron a encontrar nunca en la península, porque los neandertales ya se habían extinguido”, hipotetiza la prehistoriadora.

Antes de Bajondillo y Lapa do Picareiro, los yacimientos sapiens más antiguos en la península —el murciano Abrigo de la Boja y la alicantina Cova de les Cendres— no superaban los 37.000 años. “Con los datos que había anteriormente, la hipótesis de la frontera del Ebro era plausible. Ya no se mantiene”, coincide Francisco José Jimenez, un paleoclimatólogo del CSIC en el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra.

Exterior de la cueva de Lapa do Picareiro, en el centro de Portugal.
Exterior de la cueva de Lapa do Picareiro, en el centro de Portugal.Jonathan Haws

Jiménez, también investigador en la cueva de Bajondillo, cree que ese yacimiento malagueño sugiere que los humanos modernos utilizaron la ruta mediterránea para avanzar por la península. “Una vez que te has adaptado a la vida costera, la costa es como una autopista”, reflexiona. “El problema es que entonces el nivel del mar estaba más bajo y ahora esos yacimientos que nos permitirían conocer la expansión costera estarán 100 metros bajo el agua”, lamenta Jiménez.

La arqueóloga italiana Sahra Talamo insta por su parte a “intensificar” la búsqueda de yacimientos a lo largo del río Tajo y el interior de la península. “Expandir el área de investigación aumentará las posibilidades de encontrar más lugares visitados por los Homo sapiens durante su temprana expansión hacia Portugal”, opina.

La arqueóloga Carolina Mallol cree que el nuevo estudio de Lapa do Picareiro es “valioso”, pero es muy cautelosa. “Es una cueva. Y las cuevas son muy problemáticas estratigráficamente. Tienes una sucesión de estratos, pero es posible que uno de esos estratos sea el mismo que el que está debajo, solo que procede de una esquina de la cueva: vino un aguacero, trajo un montón de lodo con piedras y lo puso encima”, advierte Mallol, de la Universidad de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife).

Otro de los problemas, subraya la arqueóloga, es que en Lapa do Picareiro no hay restos humanos, solo herramientas de piedra. “La gran asunción es que esa industria lítica está hecha por Homo sapiens, pero no está demostrado”, advierte. Mallol hace un llamamiento a abrir la mente: “La evidencia genética ya apunta a que hubo contacto entre Homo sapiens y neandertales. Es un hecho. Lo que falta es evidencia arqueológica de ese encuentro. En la península ibérica no hay un yacimiento en el que se demuestre que hubo contacto social entre ambas especies. ¿Dónde y cómo fue ese contacto? ¿Cómo estamos tan seguros de que los últimos neandertales de la península ibérica no estaban desesperados y cuando entraron los Homo sapiens se conocieron y hubo unos siglos de contacto en los que aprendieron tecnología nueva? ¿Cómo puedes descartar eso?”.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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