“Un tercio de los españoles se vacunaría mañana, pero otro tercio tiene reticencias muy elevadas”
El sociólogo Josep Lobera alerta de la fractura de la cohesión social por la pandemia, con millones de españoles en niveles peligrosos de desconfianza hacia la vacuna, la ciencia y las autoridades sanitarias
Las vacunas no resolverán nada. Lo que acabará con la pandemia es lograr que la gente se vacune cuando estén disponibles. Este importante matiz está en el centro de la investigación que acaba de realizar el sociólogo Josep Lobera para el Ministerio de Ciencia sobre la percepción que tienen los españoles sobre la vacuna contra la covid. Porque existe una preocupación real en los gobiernos de todo el mundo de que numerosos ciudadanos se nieguen a vacunarse, poniendo en riesgo la inmunidad de grupo. Según el estudio de Lobera (Barcelona, 1975) para la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) con 2.100 encuestas, tan solo un tercio de los españoles se vacunaría mañana mismo si pudiera. Otro tercio con reticencias hacia las prisas, con miedo a ser cobayas en una vacuna no del todo segura, pero recuperables. Y casi un tercio con reticencias “muy, muy elevadas”, entre los que destacan unos dos millones y medio de españoles cuyas ideas son tan “alternativas” como las de Miguel Bosé. Una desconfianza tan profunda en las autoridades, que se ha ido cultivando desde hace años con las crisis y los medios alternativos de información, que los convierten en casi irrecuperables no solo para vacunarse, sino para el normal funcionamiento en sociedad. Porque eso es lo que más le preocupa a Lobera: no solo es una simple desconfianza en la gestión de un Gobierno, es que empiezan a comprar teorías conspirativas y a rechazar cuestiones muy básicas para la cohesión social: “Estamos en un punto en que se puede fracturar mucho más la sociedad de lo que estaba y por los indicadores que tenemos me parece que España es una de las sociedades occidentales que tiene un mayor riesgo de fractura en este momento”.
Pregunta. Hay una diferencia muy clara entre lo que opinan los españoles de las vacunas en general y de la vacuna de la covid en concreto.
Respuesta. Hay una percepción mucho más reticente. En España teníamos unos niveles de aceptación de las vacunas distinto del resto de Europa: las actitudes son muy favorables, la gente piensa que son seguras. Pero en este caso me he encontrado con un paisaje bastante más árido. La gente es más reticente, en la línea de otros países. Tenemos un tercio que se vacunaría mañana mismo, luego otro tercio que tiene reticencias, pero que es recuperable, y luego algo menos de un tercio que tiene reticencias muy muy elevadas. Y dentro de ese grupo, una minoría del 7% que son totalmente anti. Son dos millones y medio de personas que son muy contrarios a cualquier vacuna del coronavirus. Tenemos una sociedad bastante fragmentada en las actitudes, que es algo bastante distinto a lo que teníamos con las vacunas infantiles, que era un consenso mayoritario, abrumador, positivo. Aquí hay más fragmentación, más puntos intermedios y más grises. En el gris se va a jugar la batalla: quien consiga convencer a ese tercio intermedio puede marcar la diferencia entre alcanzar o no los niveles de vacunación que necesitamos.
P. Las reticencias que se manifiestan no son necesariamente fruto de conspiraciones absurdas, sino que en algunos casos hay recelos en cierto modo más lógicos como no ponerse la primera vacuna que salga o el riesgo de que se haya acelerado demasiado el desarrollo sin cuidar tanto la seguridad del resultado.
R. No es un grupo homogéneo y necesitamos convencer a la parte intermedia, ambivalente. Las posiciones que a veces se toman desde la comunicación de la ciencia, ridiculizando a todo el grupo, diciendo que todos los que desconfían de la vacuna son unos zumbados… Eso no nos está ayudando en esa batalla dialéctica por conquistar el gris. Porque es un sector muy grande y es recuperable en su mayoría. Pero tiene reticencias argumentables y que se pueden razonar. Hay una gran diversidad de posiciones, pero sí que hay una gran cantidad de gente que no quiere ponerse la primera que salga, ni siquiera la segunda: “Conmigo no juguéis a cobayas, yo ya sé cómo funciona la ciencia, se necesitan muchos años para desarrollar una vacuna y de repente nos sacáis una del sombrero…”.
Hay una gran cantidad de gente que no quiere ponerse la primera que salga, ni siquiera la segunda: “Conmigo no juguéis a cobayas”
P. No están en contra de vacunarse, sino que les preocupa ser parte del periodo de pruebas.
R. Conecta con el largo proceso de ambivalencia de actitudes hacia la ciencia que vemos desde los años 80. Hay una parte de la población que incorpora el riesgo, la incertidumbre, como un elemento clave del avance científico, y no quieren recibir ellos el impacto de unas posibles consecuencias negativas no previstas. Y también esa desconfianza es muy diversa: hay quien la tiene por las farmacéuticas, otros en el vínculo de la ciencia con la política…
P. En otros campos de la ciencia y la tecnología también habéis observado que el recelo surge al pensar en los intereses de quién paga la investigación.
R. Hay un grupo muy grande que está anclando su desconfianza a las cuestiones económicas: los discursos sobre las grandes farmacéuticas, los intereses económicos, incluso los intereses geopolíticos, etcétera. Y para otros la suspicacia es que la ciencia genera riesgos y los científicos no son Superman, que está bien que experimenten, pero no con mi familia.
P. Hay cuatro grupos que destacan por su recelo a vacunarse de covid: gente con niveles altos de estudios, de ingresos, gente con buen estado de salud y autónomos. El recelo de los primeros es algo habitual, pero ¿de dónde surgen las reticencias de los autónomos?
R. Eso es nuevo y sí me llama mucho la atención, porque tiene mucha fuerza en los modelos estadísticos. No aparecía en la vacunación infantil y mi única explicación es un efecto bumerán de razonamiento motivado. Es decir, son personas que han sufrido más nivel de ansiedad, una mayor incertidumbre por su situación personal: su negocio, su forma de vida, su trabajo de estos últimos años. Y ahí, en esa situación, mi hipótesis es que es más probable que estas personas digan: “Están exagerando, lo están haciendo mal, es que no se enteran, los políticos no tienen ni idea, dicen una cosa un día y luego otra, mira este médico de YouTube...”. Estas personas tienen unos costes adicionales van a tener más incentivos de desafiar el consenso científico y los argumentos de las autoridades sanitarias: el confinamiento, la vacunación, etcétera.
“Estamos en un punto en que se puede fracturar mucho más la sociedad de lo que estaba y por los indicadores que tenemos me parece que España es una de las sociedades occidentales que tiene un mayor riesgo de fractura en este momento”
P. No se fían.
R. Me da la sensación de que es algo más amplio más allá de las vacunas, una confrontación más fuerte frente a la gestión de la pandemia. Eso me preocupa. Estamos en un punto en que se puede fracturar mucho más la sociedad de lo que estaba y por los indicadores que tenemos me parece que España es una de las sociedades occidentales que tiene un mayor riesgo de fractura en este momento. No depende de si es progre o de derechas, sino de que los riesgos te afectan de una manera mucho más fuerte que a otras personas y van a surgir miedos y desconfianzas que pueden ser muy profundas.
P. ¿Cómo se manifiesta esa fractura social?
R. Sin cohesión social no podemos funcionar: si no confíamos mínimamente en el Gobierno, en el policía de la calle, en la profesora o en los sanitarios. Hasta ahora teníamos un nivel de confianza muy bajo, una brecha de confianza y una polarización política muy fuerte: la gente de derechas desconfía mucho de las decisiones de un político de izquierdas y viceversa. Pero con el coronavirus esta desconfianza yo creo que puede llegar a niveles mucho más peligrosos y profundos. Ya no solamente desconfían del Gobierno, es que empiezan a entrar en teorías conspirativas, etcétera, profundizando hacia niveles más disfuncionales. Se trata de una falta de confianza básica para la convivencia y el funcionamiento social.
P. ¿Cuál es su lectura del fenómeno de las manifestaciones negacionistas? ¿Es algo anecdótico?
R. No, no es nada anecdótico. Es la expresión más visible, la punta del iceberg, de todo ese proceso de desconfianza que está creciendo en varios grupos sociales. Partíamos de unos niveles de confianza relativamente bajos, decrecientes, en las últimas décadas, con la crisis, austeridad, etcétera. Pero esto ha generado un golpe muy fuerte y hay ciertos grupos que se están descolgando de cuestiones muy básicas de acuerdo y confianza social. Y es preocupante, porque esto no va a acabar ya, parece que va a ser una maratón, llegará la vacuna y no será el final, las vacunas que lleguen no serán eficaces 100%... Se pueden estar dando falsas esperanzas que pueden ir cayendo y esa desconfianza puede ir creciendo y puede haber ciertos grupos que se descuelguen. Es decir, que la desconfianza llegue ya a un nivel disfuncional, de ruptura, de formar grupos alternativos… y que cuando queramos volver a conectar, ya se ha generado una lógica coherente dentro de esos grupos, una visión tan distinta, que podamos tener problemas sociales.
“Miguel Bosé es un canario en la mina, un indicador de alerta de que hay cosas subterráneas que no vemos porque no estamos en esos grupos”
P. El caso de Miguel Bosé, el famoso conspiranoico, se da en muchos países, ¿sirve para alertar de mareas de fondo?
R. Tiene una doble dimensión. Por un lado, es un canario en la mina, un indicador de alerta de que hay cosas subterráneas que no vemos porque no estamos en esos grupos, pero se están produciendo. Millones de personas en España están con un discurso muy desconfiado, muy alternativo. Y una segunda dimensión sobre la influencia de los líderes políticos o populares. Porque las personas cambian su percepción de las vacunas si reciben información de alguien en quien confían en el plano político, social o cultural.
P. Pero Bosé no es un líder de opinión, a lo mejor es más peligroso un político.
R. Sí, pero cuando yo estoy dudando de la versión oficial, voy a seleccionar las opiniones que me interesen de determinados líderes de opinión, de pronto voy a confiar más en Miguel Bosé y apoyarme más en lo que dice. No obstante, las posiciones más anti las encontramos en la polarización política: se ve claramente que las personas más a la derecha del PP y Vox, y más a la izquierda en partidos periféricos, no tanto en Podemos, tienen actitudes de mayor desconfianza hacia la vacuna. En [la manifestación antimascarillas de] Colón había un poco de todo eso. Por eso habría que incluir a líderes políticos de todos los partidos en los protocolos y las decisiones. Si se empieza a excluir a los líderes políticos con los que menos afinidad tenemos nos podemos encontrar con que eso se acelere en los extremos. Por ejemplo, si un líder de Vox está en la comisión de vacunas y se pone la medalla diciendo “gracias a nosotros tendremos vacunas seguras” vas a reducir considerablemente este efecto precisamente en uno de los grupos más vulnerables de sufrirlo. Esto es estratégico y grave.
“Si hacemos una comunicación científica ridiculizando a los que dudan de la vacuna, va a pasar factura. Si se percibe la gestión como una batalla política por instrumentalizar la vacuna, va a pasar factura”
P. ¿Cómo cree que va a ser la vacunación?
R. Creo que va a haber un momento de fractura. Creo que habrá gente que se va a oponer directamente. Creo que la fractura, esos niveles crecientes de desconfianza, pueden llevar a esos niveles de enfrentamiento que vemos en algunos sitios en los que dos personas se pelean por llevar o no la mascarilla, porque ven a la otra persona como un peligro para su salud, su libertad y sus derechos. Creo firmemente que vamos a tener una fragmentación más grande y que habrá grupos enfadados contra otros grupos por vacunarse o no. Y otro grupo en medio fluctuando. Y depende de cómo gestionemos la comunicación, ese grupo intermedio, que puede ser fundamental para la inmunidad de grupo, se puede ir a un lado o a otro.
P. Pero acertar en la comunicación es algo muy complejo a muchos niveles, no hay una bala de plata.
R. No hay una bala de plata, pero hay cosas que pueden costarnos muy caro. Necesitamos más medidas quirúrgicas, de cirugía, para recuperar la confianza. Si hacemos una comunicación científica ridiculizando a los que dudan de la vacuna, va a pasar factura. Si se percibe la gestión como una batalla política por instrumentalizar la vacuna, va a pasar factura. No estamos haciendo nada por fomentar y blindar la confianza de la gente, la estamos dilapidando con malas decisiones. La confianza es el petróleo para esta crisis, que va a ser larga, y es un recurso básico que no estamos cuidando, lo estamos quemando a lo bestia y no vamos a tener ese combustible cuando más lo necesitemos.
Puedes escribirnos a javier@esmateria.com o seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a nuestra Newsletter.
Información sobre el coronavirus
- Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia
- Así evoluciona la curva del coronavirus en España y en cada autonomía
- Buscador: La nueva normalidad por municipios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.