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Los mosquitos aumentan su resistencia a los insecticidas más comunes

La aplicación de componentes químicos como biocidas selecciona a los ejemplares más capaces de sobrevivir a su exposición, que transmiten esta capacidad

Raúl Limón
Ejemplares de mosquitos 'Anopheles gambiae', en un laboratorio de investigación africano.
Ejemplares de mosquitos 'Anopheles gambiae', en un laboratorio de investigación africano.OMS

La lucha contra los mosquitos y cualquier otro insecto tratado como plaga se complica. Varios estudios han detectado que estos animales han aumentado su resistencia a los insecticidas químicos habituales hasta extender la población inmune a zonas completas, como refleja la última investigación publicada en PLOS Biology, y que esta supervivencia se generaliza en muchas de las más de 3.500 especies de mosquitos del mundo. En el común (Culex pipiens) se ha registrado resistencia a los cuatro tipos de insecticidas autorizados actualmente e incluso al DDT, prohibido en España y en un centenar de países por su toxicidad, pero que la Organización Mundial de la Salud (OMS) permite en caso de brotes epidémicos.

Esta resistencia se desarrolla por el uso generalizado de compuestos químicos para combatir plagas de insectos, que son transmisores de patógenos que causan enfermedades globales como zika, dengue (en 2018 se detectaron seis casos en España), chikungunya, fiebre del virus del Nilo occidental o la malaria. “Es un mecanismo genético. Si se utiliza un biocida determinado, sobreviven los ejemplares más resistentes, que son los que se reproducen y transfieren esa capacidad a las nuevas generaciones”, explica Santiago Ruiz, biólogo responsable del Servicio de Control de Mosquitos de la Diputación de Huelva y uno de los mayores expertos en esta materia en España.

Los insecticidas más comunes son piretroides (permetrina, deltametrina y cihalotrina). Son moléculas sintéticas basadas en la piretrina, un compuesto natural que se modifica para inferirle características particulares, como una mayor resistencia a la luz. Está presente en la mayoría de insecticidas domésticos e industriales para acabar con ejemplares adultos, y entre sus ventajas, según destaca Ruiz, está su seguridad cuando se utiliza en zonas con vertebrados. Pero también se usan los carbamatos (bendiocarb y propoxur), los organofosfatos (pirimifos-metil) y los organoclorados (DDT).

La mayoría de insectos tratados como plagas desarrollan resistencia
Santiago Ruiz, biólogo responsable del Servicio de Control de Mosquitos de la Diputación de Huelva

“La mayoría de insectos tratados como plagas desarrollan resistencia”, confirma Ruiz. Una investigación realizada durante cinco años en España y publicada en la revista PLOS ONE, demostró que los piretroides, aunque son efectivos ante el mosquito tigre, no lo son ya ante el común (Culex pipiens), capaz de resistir a los insecticidas más habituales e incluso al prohibido DDT.

La capacidad de los insectos, según refleja el estudio de PLOS Biology, se produce por varias vías. Las mutaciones en las especies para sobrevivir a los compuestos incluyen desde el engrosamiento de la cutícula (la capa exterior del tejido orgánico que cubre el cuerpo) para que no penetren los plaguicidas al aumento de la generación de enzimas desintoxicantes que biodegradan los insecticidas.

En la actualidad se comercializan nuevas generaciones de piretroides que se combinan con reguladores del crecimiento de los insectos o inhibidores del metabolismo que hace resistente al mosquito. “Pero el mecanismo de selección que favorece a los resistentes sigue actuando, como pasa también con los antibióticos”, advierte Jordi Figuerola, vicedirector de Investigación en la Estación Biológica de Doñana y líder de un grupo CIBER (Consorcio de Investigación Biomédica en Red) de Epidemiología y Salud Pública).

Las mutaciones para sobrevivir a los compuestos incluyen desde el engrosamiento de la cutícula al aumento de la generación de enzimas desintoxicantes que biodegradan los insecticidas

“La cartera de productos se reduce y hay que desarrollar nuevos métodos eficaces o alargar la vida útil de los existentes”, añade. En este sentido, Figuerola señala investigaciones que se encaminan a la esterilización de machos por radiación o mediante la modificación genética de los ejemplares para que la progenie no sea viable.

“Pero la estrategia ideal es reducir las zonas de cría”, destaca el investigador tras advertir que “los restos que quedan en un plato bajo una maceta tras regarla, una piscina abandonada o el cubo que recoge el líquido del aire acondicionado pueden ser criaderos de mosquitos”.

Martina Ferraguti, bióloga formada en Roma que trabaja en la Universidad de Extremadura tras pasar con premios a sus investigaciones por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y la Estación Biológica de Doñana, aboga por entender cómo influyen el ambiente y las actividades humanas en la distribución y abundancia de los mosquitos para mitigar las enfermedades que provocan.

Es necesario conocer el entorno habitual de cada especie así como su comportamiento para afrontar las estrategias de control
Martina Ferraguti, bióloga de la Universidad de Extremadura

Ferraguti, investigadora de cómo el hábitat y la urbanización afectan de distinto modo a las especies de mosquitos, explica que es necesario conocer el entorno habitual de cada especie así como su comportamiento para afrontar las estrategias de control. “No es lo mismo un mosquito de zonas urbanas que uno de zona despobladas. Igualmente hay que saber si una especie, aunque sea resistente, es competente para transmitir un determinado patógeno. Y su alimentación: los hay que se nutren de pájaros y otros de mamíferos. El problema viene de los que son competentes y alternan las fuentes de alimentación, como el vector de transmisión del virus del Nilo occidental”, explica.

La bióloga señala que, ante la resistencia de los mosquitos a los insecticidas, se han desarrollado otras formas de control, como la Bacillus thuringiensis israelensis, una bacteria de origen natural conocida por las siglas BTI que se encuentra en los suelos y cuyas esporas producen toxinas que atacan a las larvas de mosquito, mosca negra y mosquito de los hongos.

Es el sistema que aplica el equipo de Ruiz en Huelva, pero con medidas preventivas para identificar si el mosquito desarrolla también resistencia a esta bacteria. “Cada año hacemos pruebas y aún no la hemos detectado. No obstante, alternamos biocidas para que la presión sobre la plaga no se haga en una única dirección”, advierte.

El método es eficaz, aunque no en el 100% de las áreas ni en toda la población, por lo que el control de adultos se realiza con piretroides y el mecanismo de resistencia, complementado por su uso doméstico generalizado, sigue en marcha.

El mosquito es parte del sistema natural como fuente de alimento o parte del proceso de descomposición de materia orgánica
Jordi Figuerola, vicedirector de Investigación en la Estación Biológica de Doñana

Ferraguti recuerda además el enorme impacto en el entorno de los productos químicos. En la mayoría de antimosquitos o insecticidas domésticos se puede leer la siguiente advertencia: “Muy tóxico para los organismos acuáticos, con efectos nocivos duraderos. Evitar su liberación al medio ambiente”. “También en los pájaros tienen graves efectos”, añade la bióloga.

En su opinión y en la de Figuerola, los mejores insecticidas son los naturales, como los murciélagos, las aves (como golondrinas y aviones) o las arañas; los que utilizan la BTI, que son inocuos para las personas, y el comportamiento humano. “Si no favorecemos su hábitat dejando restos de agua o revertimos el calentamiento global, por ejemplo, las poblaciones de estos insectos disminuirán”, concluye.

Además, según recuerda el investigador de Doñana, no hay que olvidar que el mosquito es parte del sistema natural como fuente de alimento o parte del proceso de descomposición de materia orgánica a través de las larvas. Por lo tanto, la extinción no es una alternativa y hay que buscar un equilibrio.

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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