La universidad poscovid
La pandemia está acelerando una crisis de la educación superior que venía de lejos
El coronavirus no va a inventar una nueva universidad, pero sí puede acentuar su crisis y acelerar mucho los cambios que ya estaban cociéndose a fuego lento desde hace años. Uno de los problemas, mayor o menor según en qué universidad y qué país, es el crecimiento desatado de las tasas de matrícula, que obviamente deteriora la igualdad de acceso a la educación superior. El coronavirus no ha creado esa tendencia, pero la va a exacerbar. Tampoco es el SARS-CoV-2 quien ha inventado las clases online, pues eso ya era una tendencia desde hace un par de décadas, pero es evidente que también va a dar un empujón decisivo a esa propensión.
La Universidad de Cambridge ya ha anunciado oficialmente que las clases magistrales serán telemáticas, y muchas otras vendrán después, aunque sea con modelos híbridos entre lo digital y lo presencial, como se plantean algunas universidades españolas. Esto vuelve a plantear cuestiones de equidad, pues no todas las familias están en las mismas condiciones de ofrecer a sus hijos los ordenadores, tabletas y espacios domésticos necesarios para concentrarse en el estudio. Alexandra Witze revisa estas cuestiones para Nature.
Otro obstáculo aún mayor a largo plazo es que los centros de enseñanza superior se vean obligados a desplazar su foco de interés hacia las cuestiones locales, nacionales y apremiantes. Es probable que muchos se vean obligados a tirar por ese camino incierto y claramente subóptimo, estimulados por las estrecheces financieras y la necesidad de mejorar su imagen ante las acusaciones de elitismo y el maremoto de escepticismo ante cualquier institución pública que alimenta cada minuto el lado oscuro de la fuerza en las redes sociales.
La ciencia es la mejor herramienta que tenemos y que tendremos para entender el mundo y nuestra posición en él, los peligros que nos acechan y sus soluciones más probables
Esto sería un desastre de consecuencias duraderas y lamentables. La ciencia es un empeño internacional, la mejor herramienta que tenemos y que tendremos para entender el mundo y nuestra posición en él, los peligros que nos acechan y sus soluciones más probables, también las lecciones de la Historia y las herramientas para extraer un conocimiento valioso de la psicología humana y sus agregados sociales. El día en que las universidades se dediquen sobre todo a los problemas del pequeño trozo de suelo que las cobija, a las plagas locales y los recursos mineros de la zona o de la santa nación, a los caprichos semicultos del consejero de investigación de turno, ese día, el avance del conocimiento habrá recibido el descabello. Esto tampoco lo ha inventado el coronavirus, pero “la pandemia está acelerando esos cambios de forma tremenda”, como dice Bert van der Zwaan, exrector de Utrecht y autor de Higher education in 2040: a global approach (Educación universitaria en 2040, un enfoque global).
Incluso el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), una de las mejores universidades del mundo, que lleva 18 años dando cursos online –y puedo dar fe de que son excelentes—, las está pasando canutas para trasladar sus materiales a una versión online. La universidad está en problemas.
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