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El caso de Nueva York

El coronavirus no llegó a la Gran Manzana desde China, sino desde Europa y el resto de Estados Unidos

Un hombre pasa ante una verja con mensajes por la memoria de los fallecidos en Nueva York.
Un hombre pasa ante una verja con mensajes por la memoria de los fallecidos en Nueva York.Bryan Smith/ZUMA Wire/dpa (Europa Press)
Javier Sampedro

Los científicos del Hospital Mount Sinai de Nueva York han trazado un mapa del origen y la propagación del coronavirus desde los brotes iniciales que sufrió la ciudad. Nueva York se convirtió después en el principal foco infeccioso de Estados Unidos, pero el virus, según revela la investigación, le llegó de Europa y de otras partes del país. La precisión genómica del estudio permite extraer conclusiones interesantes sobre la eficacia de las restricciones al vuelo internacional y otras medidas antipandémicas.

Los genomas virales aislados de 84 pacientes en la primera mitad de marzo revelan de forma deslumbrante que el virus (SARS-CoV-2, en la jerga, causante de la enfermedad covid-19) entró varias veces en la ciudad, y desde diversos orígenes. El primer caso neoyorquino se detectó el 29 de febrero, pese a que un mes antes el Gobierno federal había restringido los vuelos desde China. Los que provenían de Europa no se prohibieron hasta mediados de marzo. Por ahí entró el coronavirus en Nueva York, y seguramente en el resto del país. Mientras Donald Trump se protegía del “virus chino”, como le gusta decir a él, resulta que el virus chino le llegó de Europa, Reino Unido e Irlanda.

Desde la restricción de vuelos, los contagios han sido locales, y los investigadores del Mount Sinai han detectado dos racimos de casos (o de genomas virales) que indican con fuerza una transmisión comunitaria en algún punto de la ciudad. Es una pauta que ya detectaron los científicos chinos: el virus llega a una nueva ciudad por viajeros que vienen de zonas afectadas, pero la explosión de casos posterior se debe al contagio local. Este es, de hecho, el gran argumento para imponer medidas de distanciamiento social, que son mucho más fatigosas que el simple y tradicional cerrojazo a los aeropuertos.

Viviana Simon, Harm van Bakel y 25 colegas del Mount Sinai publican su investigación en Science. Las grandes ciudades son nodos hiperconectados con el resto del mundo, y son por tanto las que más papeletas llevan para recibir un virus de cualquier zona afectada. Esa es la razón de que Madrid y Barcelona se hayan llevado el premio gordo de la epidemia en España, y de que sean las últimas de la fila en el proceso de desescalada. Una vez que el virus ha llegado a esos núcleos densos de población, sin embargo, es la transmisión local la que hace la mayor parte del trabajo. Imaginemos que un miembro de la familia real belga viaje a Córdoba para participar en una fiesta ilegal de 27 personas. Imaginemos que el belga sea portador del virus. No hace falta imaginarlo, porque acaba de ocurrir, y ya tenemos a 27 personas en cuarentena para evitar un rebrote en la ciudad andaluza. También se montó en un avión a Barajas y un AVE a Córdoba, esperemos que respetando las medidas de distancia, o habría que confinar a 500 personas más. Mucho genoma y poca neurona.

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