Los complementos alimenticios no sirven contra el coronavirus
Con el conocimiento que tenemos ahora, ningún suplemento tiene propiedades frente al virus
“Mejora tu sistema inmune de forma 100% natural”, “el complemento que impulsa tus defensas”. Dime lo primero que se te venga a la cabeza al leer estas frases. Lo sé. Coronavirus. ¿O hay otra cosa en nuestra mente, en nuestra vida, desde hace un mes? Esto es el “sesgo de observación selectiva”. Los sesgos son atajos mentales que usamos para hacer análisis rápidos de la información (lo cual es muy útil), pero que nos llevan a hacer interpretaciones erróneas que parecen perfectamente válidas y lógicas. Si estás embarazada, probablemente verás embarazadas por todas partes. Si tu mayor preocupación en este momento es la covid-19, todo parece referirse a ella.
¿Has oído la manoseada frase de que “las crisis son una oportunidad”? Pues los vendedores de productos para “ayudar a las defensas” se la han tomado al pie de la letra y han visto la ocasión para tratar de colocarnos de forma más o menos sutil (los hay que “solo” hablan de mejorar nuestro sistema inmune, mientras que otros directamente aluden a propiedades contra el coronavirus) complementos alimenticios que no van a mejorar en absoluto nuestra salud (a menos que tengamos un déficit diagnosticado o un requerimiento incrementado, y en ese caso nos lo prescribirá un sanitario) y, desde luego, no van a prevenir ni tratar la infección.
No se ha probado la eficacia del uso de ningún nutriente u otros compuestos para la prevención o tratamiento de la COVID-19
Y, por cierto, la legislación de los complementos establece que “el etiquetado, la presentación y publicidad no atribuirá a los complementos alimenticios la propiedad de prevenir, tratar o curar una enfermedad humana, ni se referirá en absoluto a dichas propiedades”. Entonces ¿se puede hacer esta publicidad?
“Contribuye al mantenimiento del sistema inmune”. Sí, es legal. Pero con matices, porque en la Unión Europea hay que cumplir ciertas condiciones para poder hacer esa mención, ya que se considera una “alegación de propiedades saludables” y, como tal, su uso está regulado en alimentos y complementos alimenticios.
El uso de estos reclamos ni es libre ni puede hacerse para cualquier alimento. Tampoco es suficiente con que la sabiduría popular o la picaresca empresarial haya considerado “de toda la vida” que un nutriente ayuda a nuestras defensas. Hay que probarlo. Para ello, hay que presentar una solicitud ante la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y justificar con evidencia científica que ese nutriente, sustancia o alimento tiene un efecto beneficioso concreto sobre la salud. Si la EFSA (que, quiero recordar, es el máximo órgano científico de la UE) considera que los estudios presentados son robustos y de calidad, y que justifican la veracidad de esa alegación, aprobará la solicitud y aparecerá como autorizada en el registro de propiedades saludables con las condiciones que tienen que cumplirse para poder hacer la mención. Si no, quedará relegada en el olvido. Eso sí, a partir de ese momento, cualquiera que quiera usar el reclamo es libre de hacerlo, siempre que cumpla con los requisitos exigidos.
¿Tu alimento lleva vitamina C y tienes el capricho de poner una mención de propiedades saludables? Pues no tienes más que ir al registro de propiedades saludables, ver si hay alguna aprobada para la vitamina C (ya te lo adelanto, hay 15) y, si tu producto la aporta en la cantidad significativa establecida legalmente (que suele ser un 15% de las ingestas de referencia por cada 100 g o 100 ml de alimento), no tienes más que elegir cuál de las numerosas propiedades saludables aprobadas te apetece que lleve tu producto. ¿Tu público diana son mujeres en la perimenopausia? Puede encajarte perfectamente poner “contribuye al mantenimiento de los huesos” (¿o acaso la osteoporosis no preocupa a este grupo de población?). Y, sin cambiar absolutamente nada la composición, podrías envasar el mismo producto con otra etiqueta y enfocarlo a deportistas poniendo “contribuye al funcionamiento normal del sistema inmune tras el ejercicio intenso”, que también es una propiedad reconocida para la vitamina C. Así de fácil.
Pensando en el consumidor el producto ha incrementado su valor exponencialmente solo por contener un nutriente que puede encontrarse sin ningún problema en numerosísimos alimentos
Pensando en el consumidor tu producto ha incrementado su valor exponencialmente solo por contener un nutriente que puede encontrarse sin ningún problema en numerosísimos alimentos que no llevan etiqueta, como las frutas y verduras frescas.
Centrándonos en la capacidad para “contribuir al normal funcionamiento del sistema inmune”, efectivamente hay numerosos nutrientes que tienen reconocida esa función: el cobre, el ácido fólico, el hierro, el selenio, el zinc y las vitaminas A, B12, B6, C y D. Que no son pocos. Pero es una lista cerrada que acaba ahí. Ni el propóleo, ni el reishi, ni la equinácea, ni el shitake, ni el espino amarillo, ni el saúco negro, ni la jalea real ni ningún otro compuesto exótico que se te ocurra ha probado ante la EFSA que ayude al sistema inmune y no puede hacerse ninguna alegación sobre ellos: muchos lo han intentado, pero la EFSA ha rechazado las solicitudes porque no se ha podido probar su efecto.
¿Cómo es posible que haya tantos complementos con estos ingredientes que se promocionen como “ayuda para tus defensas”? Porque tiene truco. Aunque el ingrediente reclamo sea una hierba insólita o un hongo milenario, el suplemento contiene también un nutriente de los que sí que pueden llevar alegaciones (vitamina C, D, selenio o cualquiera de la lista), que es el que sustenta la propiedad saludable (y evita que les caiga una sanción como un piano por incumplir la legislación).
La imaginación del consumidor hace el resto. Nuestro pensamiento mágico va por delante de nuestro raciocinio, y es casi inevitable pensar que un extraño compuesto del que nunca hemos oído hablar tiene propiedades milagrosas que no pueden aportarnos una simple naranja o un trozo de queso.
Hecha la ley, hecha la trampa. No obstante, la legislación que regula la información alimentaria indica expresamente que la información alimentaria debe ser precisa, clara y fácil de comprender y no debe inducir a error al consumidor. ¿De verdad alguien puede intentar convencernos de que estas prácticas son honestas?
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición ha detectado que hay canallas que están intentando vender productos aprovechándose de la pandemia
¿Algún complemento alimenticio puede ayudarnos específicamente contra el coronavirus? Con el conocimiento que tenemos en este momento, no. Y debo aclarar que es “en este momento” porque es un virus sobre el que lo estamos aprendiendo todo sobre la marcha.
La Academia Española de Nutrición y Dietética ha emitido unas recomendaciones de alimentación ante la crisis de la Covid-19 en las que se recoge que “aunque algunos nutrientes como el cobre, folatos, hierro, selenio, vitamina A, vitamina B12, vitamina B6, vitamina C, vitamina D y zinc contribuyen al normal funcionamiento del sistema inmunitario, tal y como establece la European Food Safety Authority (EFSA) es improbable que potenciar su consumo se asocie a un menor riesgo. Por ello, no hay que fomentar su consumo para este fin. Esta conclusión se mantiene incluso tras revisar con detenimiento un artículo de revisión sobre potenciales intervenciones dietéticas en coronavirus, reforzado por las conclusiones de un trabajo realizado sobre SARS, MERS y Covid-19. No se ha probado la eficacia del uso de ningún otro nutriente u otros compuestos llamados nutracéuticos, incluidos el ácido ferúlico, ácido lipoico, la spirulina, N-Acetylcysteine, glucosamina, beta-glucanos o la baya de saúco para la prevención o tratamiento de la Çcovid-19. Esta conclusión se mantiene incluso tras revisar con detenimiento un artículo de revisión sobre potenciales intervenciones dietéticas en coronavirus”. Y añade: “No existen pruebas para recomendar el consumo de ninguna hierba para prevenir o tratar la Covid-19”.
Esta entidad nacional no está sola en su postura. La Food and Drug Administration, el National Center for Complementary and Integrative Health (perteneciente al Instituto Nacional de Salud de EEUU), la Academy of Nutrition and Dietetics o Dietitians of Canada consideran que estos productos son un fraude. El Gobierno de Canadá va un paso más allá y advierte de que los productos que indican que previenen, tratan o curan la Covid-19 pueden poner en riesgo la salud.
Te aseguro que si la comunidad científica internacional, con todos los recursos humanos y materiales destinados a investigar sobre ello, no ha emitido ninguna recomendación ni tiene constancia de que un nutriente pueda ser efectivo, no va a ser una empresa que vende complementos alimenticios la que haya dado con la respuesta (y, ¡qué curioso!, la “solución” a la mayor crisis sanitaria que haya vivido nuestra generación está en sus productos).
¿Te promete prevenir o tratar el coronavirus? Es ilegal.
Los hay que han decidido apostar fuerte y, en lugar de quedarse dentro de los márgenes legales y promocionar su capacidad para “contribuir al mantenimiento del sistema inmune”, cruzan la línea y aseguran que su complemento funciona contra la Covid-19. A esos se les ha ido de las manos. Una cosa es hacer malabares con la legislación, estrangular el lenguaje y jugar deslealmente con las expectativas de los consumidores (algo difícil de probar por estar abierto a interpretación), y otra saltarse la normativa abiertamente.
Dependiendo de su composición y de tu estado de salud, también pueden acarrear efectos adversos, así que tampoco vale tomarlos “por si acaso”
No hay absolutamente ninguna declaración aprobada en la UE sobre los efectos beneficiosos de ninguna sustancia sobre la infección por Covid-19. Pero, de hecho, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición ha detectado que hay canallas que están intentando vender productos aprovechándose de la pandemia y ha dejado claro que “no existen complementos alimenticios que prevengan, traten o curen la infección por coronavirus y, por lo tanto, no puede haber ningún producto en el mercado con tales declaraciones”. No hay más preguntas, señoría.
¿Y si me lo tomo “por si acaso”?
Pues estarás perdiendo por partida doble. Por una parte, será un gasto de dinero más o menos importante (según qué complemento compres te puede salir por entre 20 y 50 euros al mes por persona, que ya es dinero).
Pero, además, dependiendo de su composición y de tu estado de salud, también pueden acarrear efectos adversos. Hay algunos nutrientes para los que la EFSA ha establecido una ingesta máxima tolerable y, si se supera (lo que puede pasar con algunos complementos), puede haber problemas de diversos tipos (como hipercalcificaciones por exceso de vitamina D). Además, en algunas etapas del ciclo vital, como el embarazo, están específicamente desaconsejados los complementos que contienen algunos nutrientes, como la vitamina A, por poder provocar defectos congénitos en el feto. Por último, en personas medicadas puede haber interacciones con los medicamentos que alteren su eficacia.
Eso pensando en complementos alimenticios que se venden en canales controlados y autorizados. Si se compran a distribuidores de dudosa reputación (es fácil hacerlo por Internet) pueden no estar sometidos a absolutamente ninguna inspección (y su composición es impredecible).
¿Te da mucha confianza porque es un producto “natural”? Como advierte la AESAN, “un producto natural no es sinónimo de un producto seguro”.
En la peor crisis sanitaria y social que está viviendo esta generación, quizá es el momento de exigir un extra de honestidad a las empresas
En definitiva…
Dos situaciones distintas. En una se cumple la normativa (hace alegaciones permitidas sobre su acción en el sistema inmune), la otra es claramente ilegal (habla expresamente de la Covid-19). Y, sin embargo, trascendiendo el aspecto normativo, entramos en el ámbito de la ética.
¿Es ético que en estos momentos se haga promoción de un producto para mantener el sistema inmune? ¿O es un oportunismo tan descarado que hace crujir los dientes? ¿Es leal con el consumidor que se destaquen prodigiosos ingredientes exóticos (que parecen surgidos de una mitología del todo a cien), cuando el efecto beneficioso se debe a la presencia de nutrientes facilísimos de encontrar en alimentos “simplones”? Nutrientes que, para más señas, no son deficitarios (y cuyo consumo incrementado no va a suponer una reducción del riesgo).
En la peor crisis sanitaria y social que está viviendo esta generación, quizá es el momento de exigir un extra de honestidad a las empresas. Quizá es el momento de darnos cuenta de quién está arrimando el hombro y sosteniendo nuestro sistema por encima de lo humanamente posible y anotar -y remarcar bien, para que no se nos olvide- quién ha intentado sacar tajada manipulando nuestros miedos.
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