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Neoliberalismo
Tribuna
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Capitalismo neoliberal criollo

A nadie puede extrañar que los neoliberales criollos se sientan muy incómodos con el proyectado Estado social chileno y que traten ahora de que la propuesta de nueva Constitución consagre los menos derechos sociales posibles

Hombre protestando frente al Palacio de La Moneda en Chile. Neoliberalismo
Un grupo de personas protesta frente al Palacio de La Moneda en Santiago, Chile.Tamara Merino (Bloomberg)

Vuelve a aparecer en nuestros debates públicos el tema del neoliberalismo, ahora de la mano del capitalismo. Por supuesto que ambos son distintos. El capitalismo, más antiguo, es un sistema económico, mientras que el neoliberalismo, bastante reciente, es mucho más que eso. El neoliberalismo asume el capitalismo como el mejor sistema económico para la producción y distribución de bienes, pero, a la vez, es una antropología (una concepción del ser humano), una sociología (una idea de la sociedad), un punto de vista político (es preferible un Gobierno autoritario que respete la economía libre que una democracia que regule y controle la actividad económica en exceso), y, finalmente, el neoliberalismo es una doctrina de la justicia, el llamado libertarismo, (que responde a la pregunta acerca de qué tipo de sociedad es mejor y cuáles serían los medios para alcanzarla).

Además, el capitalismo no tiene propiamente un fundador, y su origen se encuentra en un hecho bien conocido y de alcance global: la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX. Adam Smith, reconocido como la más importante de sus figuras intelectuales, vivió entre 1723 y 1790, y siempre será oportuno recordar que no sólo fue autor de La riqueza de las naciones, sino de un Tratado de los sentimientos morales, algunas de cuyas partes harían arriscar la nariz a los neoliberales. Por su lado, el neoliberalismo sí tiene un fundador principal –Frederick von Hayek (1899-1992)- y el grupo de economistas, filósofos y otros intelectuales que se reunieron en Suiza con el pensador austríaco, en 1947, para fundar la Sociedad Mont Pelerin y sentar las bases de lo que ellos mismos llamaron un nuevo liberalismo. Antes, en 1938, había tenido lugar en París el célebre coloquio Walter Lippmann, antecedente de la recién mencionada sociedad. Desde el momento de su fundación, la aludida sociedad dirigió sus fuegos contra el Estado social que se impuso después de la Segunda Guerra Mundial de la mano de las ideas socialdemócratas de John Maynard Keynes. Por lo mismo, a nadie puede extrañar que los neoliberales criollos se sientan muy incómodos con el proyectado Estado social chileno y que, tratándose de una de las bases del nuevo proceso constitucional en curso que no pueden soslayar, traten ahora de que la propuesta de nueva Constitución consagre los menos derechos sociales posibles.

Lo que hemos tenido en buena parte del mundo desde la segunda parte del siglo XX en adelante ha sido, efectivamente, un sistema económico capitalista, pero, y nos reconozcamos o no partidarios de él, lo cierto es que el sistema se ha visto reforzado por el neoliberalismo, y eso con distintas intensidades y extensión, de manera que lo que tenemos hoy son capitalismos, incluso uno inventado en Chile por capitalistas de buen corazón: “Capitalismo con rostro humano”. Hay también, en los hechos, distintos neoliberalismos, según sea la extensión e intensidad que se observe en la defensa de la doctrina y en la aplicación de lógicas o planteamientos neoliberales

En casi todos los planos son los plurales, no los singulares, los que dan mejor cuenta de la realidad de las cosas y de las distintas versiones teóricas y aplicaciones prácticas de doctrinas y sistemas de todo tipo. De allí que resulte más adecuado hablar de capitalismos, liberalismos, socialismos, e incluso, según se indicó recién, neoliberalismos. Ni qué decir en el caso de izquierdas y derechas. Los singulares uniforman lo que en la realidad no es homogéneo y pierden de vista la riqueza y complejidad de las doctrinas y aplicaciones prácticas que ellas tienen.

Como tuvimos oportunidad de señalar en una columna previa en este mismo medio, soy consciente de que a la mayoría de los de mi generación se les hace difícil aceptar los plurales. Así, por ejemplo, decíamos, cuando se habla de niñeces, juventudes, vejeces, esa mayoría tiende a creer que se trata de una moda en el lenguaje de jóvenes progresistas, sin reparar en que cada una de esas edades se vive de maneras muy diferentes según sea -por mencionar solo algunos aspectos-, la educación recibida, el medio en que se vive, los recursos económicos que se tienen, la disponibilidad de atención sanitaria, el acceso a cuidados , la condición amigable o agresiva de los barrios y ciudades en que se está, y así.

¿Capitalismo neoliberal en Chile? Por cierto, y desde hace mucho tiempo, pero, y según fue la orientación de los distintos gobiernos, con diversa extensión e intensidad. Capitalismo neoliberal a como dio lugar en la última década de la dictadura, y luego, ya en democracia, atenuado por políticas sociales orientadas, ante todo, a reducir el 40% de población pobre que dejó el modelo económico aplicado por los militares.

Es cierto que la palabra neoliberalismo se emplea a menudo como arma arrojadiza que lanzar a la cara a todo cuanto nos desagrada de las sociedades en que hoy nos toca vivir, pero no por ello deja de ser una doctrina con origen cierto, fecha de instalación, fundadores reconocidos, instituciones que propagan sus ideas, varios Premios Nobel a su haber, e innumerables libros y ensayos que lo aplauden o lo critican.

¿Podría una tan abundante literatura sobre el neoliberalismo estar hablando de nada o de una palabra inventada solo para incomodar a los partidarios del capitalismo o para hacer ver a los neoliberales que están lejos de encarnar el liberalismo clásico de Adam Smith y, todavía menos, el liberalismo social de John Stuart Mill?

Al cumplirse ya medio siglo del golpe de Estado en Chile ha recrudecido la discusión sobre los antecedentes y motivos de este, lo mismo que acerca de la limitada democracia que el régimen militar previó para el futuro del país. Una discusión política, entonces -necesaria, inevitable-, si bien sería oportuno hacerse cargo también de las políticas económicas de los militares y sus resultados, así como las que empezaron a aplicar, sucesivamente, los nuevos gobiernos elegidos a partir de 1989.

¿Qué capitalismo subsiste hoy en Chile? ¿Cuánto de él sigue acompañado de lógicas neoliberales? Y si la alianza entre capitalismo y democracia resultó favorable para el primero, ¿ha ocurrido lo mismo con la unión de ese sistema económico con la doctrina neoliberal que, en mayor o menor medida, lo viene acompañando hace tiempo? Y, para concluir, ¿cuántas lógicas neoliberales terminaron por contagiar a la socialdemocracia, al socialcristianismo e incluso al socialismo chileno y, más ampliamente, a parte importante de una población que empezó a encontrar mayor satisfacción como consumidora que como ciudadana y a valorar más sus apetitos que su participación?

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