Arturo Fontaine revisita a Teresa Wilms Montt, la escritora chilena encerrada en un convento por adulterio
‘Y entonces Teresa’, la última novela del narrador y filósofo, vuelve la mirada hacia la talentosa autora nacida a fines del siglo XIX. La historia, una ficción a partir de hechos reales, la escuchó por primera vez a través de su abuela
Cuando el filósofo y escritor Arturo Fontaine (Santiago, 72 años) estaba por cumplir los 18 años, escuchaba las narraciones de su abuela Valentina Balmaceda. Rememoraba, ya viuda, octogenaria y con libertad, su juventud, los bailes de época formales en Santiago, los paseos, los amigos. “Con el avance de los años estaba más deshinibida”, dice su nieto. Y en esos relatos había un nombre que se repetía, el de Teresa Wilms Montt (1893-1921), una de las escritoras chilenas más importantes de las primeras décadas del siglo XX, cuyos textos siguen vigentes: es considerada como una de las precursoras del feminismo. Wilms, nacida en una familia aristocrática y lectora voraz, desafió a las convenciones que la rodeaban. Y en un mundo conservador, fue juzgada, criticada y castigada cuando fueron descubiertas las cartas que escribía a su amante, Vicente Vicho Balmaceda Zañartu, cuenta el autor. Su marido, un funcionario acomodado con quien tuvo un tormentoso matrimonio, Gustavo Balmaceda Valdés, primo de la abuela de Fontaine y también de Vicho, encerró a Teresa en un convento, acusada de adulterio, sin que pudiera ver a sus hijas pequeñas. Salió tras seis meses con la ayuda de su amigo, el poeta chileno Vicente Huidobro, rumbo a Buenos Aires. A los 28 años, Teresa se suicidó en París.
Más de cinco décadas después, Fontaine ha publicado Y entonces Teresa (Catalonia), que ya va por su segunda edición y en la que a partir de hechos reales comienza la ficción. Ha sacado los datos en gran parte de los relatos de su abuela, que solían anteceder con una frase que ella le decía: “Ya estás en edad de conocer la vida como es y no solo como te han enseñado que debe ser”, cuenta en el libro. El escritor también recurrió a los archivos de prensa de la Biblioteca Nacional de Santiago, para empaparse del contexto histórico en el que se desenvolvía Teresa y su marido en Iquique, en el norte de Chile, además de testimonios estrechos, entre ellos el de la periodista —y tía de Fontaine— Olga Balmaceda Valdés. Era la hermana menor del marido de Teresa y, cuando tenía 15 años, convivió con ella, su cuñada, mientras en la sala de la casa los suegros y los padres de la escritora decidían su castigo: el convento Preciosa Sangre, en la capital chilena, encierro donde escribió sus diarios íntimos.
“Las cartas de Teresa, que en su momento fueron encontradas y leídas por su marido, sus suegros y sus padres, provocaron un escándalo maýusculo, incluso más que el hecho del adulterio por la intimidad que mostraban, pues eran eróticas. Entonces, Teresa es castigaba como escritora”, dice Fontaine.
Parte de la generación llamada la Nueva narrativa chilena, que emergió en los años 90, Fontaine publicó Oír su voz, su primera novela, en 1992; Tu nombre en vano en 1995; Cuando éramos inmortales en 1998 y La vida doble en 2010. Y entonces Teresa aparece en escena casi 15 años después. El escritor, dice sonriendo, que esos intervalos demuestran que es un autor “muy ineficiente”. “Escribo mucho, recorto; hay cosas que armo y que se me desarman. Además, escribo sin un plan demasiado preciso, pues voy buscando mi camino mientras escribo. Pero todas estas son excusas, porque no hay mucha explicación de por qué me demoro tanto”, cuenta en una calurosa tarde de verano en su departamento de la zona oriente de Santiago.
Con Y entonces Teresa, Fontaine cuenta que exploró algo que no había realizado antes: “Respetar todos los hechos conocidos de la vida de los personajes e imaginar a partir de ellos. Por ejemplo, yo sabía que Vicho llegó a Iquique, donde estaba viviendo Teresa [con su marido] como parte del equipo electoral de Arturo Alessandri [presidente de Chile en 1920-1925 y 1932-1938] en su campaña a senador y ese es un dato real. Vicho era joven, con sentido del humor y alguien con cultura, pero que la disimulaba mucho, pues por ningún motivo quería ser visto como un intelectual. Y mi tarea como novelista era imaginar qué hacía en esa campaña”.
Y agrega que otro hecho real es que sabía que el primer beso entre Teresa y Vicho fue en el Cementerio de Iquique. “Para mí eso fue una metáfora, la de un amor que nace en contacto con la muerte. Entonces, mi tarea como novelista fue llevarlos al cementerio e imaginar qué ocurrió ahí”.
De soltera, Valentina –la abuela de Fontaine– había salido con Vicho Balmaceda. Y también conoció a Teresa Vilms. “Decía que era una mujer fascinante, inteligente y con carisma, con una voz maravillosa y que tocaba el piano muy bien. La presencia de Teresa Vilms tenía efectos y consecuencias, y eso me lo transmitió mi abuela. Y todo lo que investigué después, me lo confirmó. Era una escritora que tenía mucho carácter, encanto, inteligencia, originalidad y una belleza inaudita”, cuenta Fontaine.
Eso que señala que investigó después ocurrió a finales de los 70, cuando Fontaine estudiaba Filosofía en la Universidad de Columbia y en Estados Unidos coincidió con el fotógrafo chileno Raymundo Larraín, que a su vez había oído de primera mano la historia de Teresa Wilms a través de Jorge Cuevas, el marqués de Cuevas, quien sabía de la vida de la escritora en París. Los relatos fueron contrastados con las narraciones de su abuela. “Ese fue un segundo momento en el que volví a la historia, pero yo todavía no tenía pensado escribir”, dice el autor.
Transcurrió más de una década para que Fontaine, que seguía pensando en Teresa Vilms, contactara a Olga Balmaceda, su tía y hermana del marido de la escritora. “Ella conoció muy de cerca la historia, pues cuando revienta el escándalo, Teresa, ya de vuelta en Santiago desde Iquique, compartió la habitación con ella, pues no tenía dónde ir y alojó en la casa de sus suegros. Olga fue su confidente”, relata. “Le tenía admiración y cariño a Teresa, y quedó entre dos fuegos. Fue muy interesante conversar con ella, pues como periodista me contó datos factuales”.
Fontaine recuerda hoy que ya en los años 90 comenzaba a pensar cada vez más seguido en esta historia, pero todavía no vislumbraba un libro. “Entonces, empecé a leer mucho sobre Teresa y Vicho. Una de las cosas que más me marcó es que yo pensaba que la imagen que mi abuela me daba de Vicho era la de una muchacha enamorada, pues pololearon [salieron] y que esa imagen podía ser irreal. Pero después, leyendo crónicas de Joaquín Edwards Bello (1887-1968), era justamente como me lo describió mi abuela y eso me dio emoción y nostalgia. Era como revivir el tiempo perdido y me dio confianza hasta pensar que tal vez yo podría escribir esta historia”.
La decisión del escritor tardó varias décadas en concretarse, hasta que en 2022 surgió Y entonces Teresa. El momento del inicio, Fontaine lo recuerda así: “De repente, escribí una escena, en que Vicho y Teresa están claramente enamorados y él le habla a Teresa. Y ahí se produjo algo, de que había una intimidad que yo podía imaginar”.
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