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Jorge Edwards recrea la exagerada y legendaria vida de su tío Joaquín

Fernando Savater presentó ayer en la Biblioteca Nacional 'El inútil de la familia'

Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1931) evocó ayer la historia de su tío Joaquín Edwards Bello. Periodista, tahúr, aristócrata, bandarra y, finalmente, suicida, el tío de Edwards ha inspirado su nueva novela, El inútil de la familia (Alfaguara), un libro que recrea las peripecias del "escritor maldito de la familia". Junto a Fernando Savater (que presentó ayer el libro en la Biblioteca Nacional), Edwards esbozó la personalidad del hombre sobre el que gira su nueva obra, un hombre, dice, que fue una contradicción viviente. "Era un hombre muy fascinante pero muy inquietante también".

Edwards: "Nunca se decía el tío Joaquín, a secas. Siempre era el inútil de Joaquín"

Cuando Jorge Edwards comenzó a escribir, en plena adolescencia, su mundo estaba muy lejos de ser la literatura. Su destino parecía más encaminado a la abogacía o la política. Pero Edwards se encontró con un pariente cercano que nadie nombraba: un fantasma, un marginal, un maldito de su época. "La historia de Joaquín me rondaba desde niño. Yo tenía una tía, muy bajita y narigona, y que después de que la abandonara su marido, se consoló leyendo y tocando el arpa. Esta tía mía intuyó mi inclinación por la literatura. Fue ella la que a escondidas un día me enseñó los libros del tío Joaquín. Mi padre hablaba de él con mucha irritación. Nunca se decía el tío Joaquín, a secas, no, siempre se le adjetivaba. Era el inútil de Joaquín".

Joaquín Edwards Bello había obtenido el Premio Nacional de Literatura en el Chile de 1943, y por sus crónicas periodísticas, la misma distinción en el Premio Nacional de Periodismo. Pese a este reconocimiento su vida fue accidentada, excéntrica, aventurera, de jugador empedernido, inconformista; su abierta y en aquellos años escandalosa rebeldía social ya lo habían convertido en una leyenda viviente. "Joaquín era un hombre muy crítico", continuó ayer Jorge Edwards, "terriblemente crítico. Gabriela Mistral dijo que Joaquín era el tábano de la sociedad chilena".

El inútil de la familia, dijo Fernando Savater, "es la crónica de una figura real, de un hombre, un escritor, un tío, un personaje marginal, contradictorio, jugador y putero. Pero el libro tiene la habilidad de que además de ser una crónica de un personaje real, aporta las novelas del propio Joaquín Edwards Bello, incluyendo a sus personajes, que probablemente eran reales. El resultado es sumamente estimulante y atractivo. Ese juego de la fantasía y la realidad, es, según Edwards, uno de sus terrenos literarios favoritos".

Edwards explicó ayer cómo ha utilizado historias que le contaron su tía Elisa, su padre, su otra tía Delfina Edwards y "personajes variados de la vida noctámbula chilena".

"Yo creo que es una novela porque se cuenta detalladamente la vida de un personaje, un personaje que me rondó y me interesó desde hace muchos años. Los datos de Joaquín siempre me quedaban registrados. Supongo que reúne una serie de obsesiones mías que se fueron unificando. Yo, a diferencia de Joaquín, no soy jugador, pero tengo mucho en común con él".

Como ha comentado algún crítico chileno (donde la novela ha tenido una excelente acogida), Edwards busca la apasionada historia de su tío para "hablar de sí mismo, ajustar cuentas con su familia y presentar de manera frívola, elegante y sentida el destino de uno de nuestros mejores monstruos literarios".

"Curiosamente", dijo ayer el escritor chileno, "mi tío Joaquín es hoy muy leído entre los jóvenes de Chile".

La fuerza de su vocación y el relativo fracaso final son para Edwards parte de la leyenda de su tío, cuyo destino trágico tiene a su familia como un coro de telón de fondo.

Según Edwards, su tío-personaje fue un hombre muy incisivo y muy exacto en su visión de Chile. "Su política era confusa, pero en sus observaciones sobre la vida chilena era bastante certero. Era muy escéptico sobre la cultura y la educación en el país, escribió mucho sobre la educación en Chile. Y sobre la arrogancia chilena, esa arrogancia que nos hace creer que el mundo se acaba después de la cordillera".

Edwards recordó cómo su tío siempre fue un enamorado de Madrid, donde vivió durante algunas temporadas. "Vivía en la calle Aduana, detrás de la Puerta del Sol. Madrid le apasionaba porque había muchas casas de juego clandestinas. Antes de que Joaquín muriera intenté verle alguna vez, pero él nunca quiso verme. Iba a su casa y siempre me ponían excusas, defendía mucho su intimidad".

Una historia indiscreta

La primera novela de Joaquín Edwards Bello fue El inútil. La publicó en 1910, cuando tenía 23 años. "Su padre había muerto hacía algún tiempo, y se armó en Santiago un escándalo social de tal magnitud que Joaquín tuvo que irse de Chile, porque en esa novela se declaraba socialista, y supongo que eso era muy escandaloso en 1910, sobre todo en alguien que venía del ambiente de Joaquín, de esa burguesía muy poderosa, muy arrogante", cuenta Edwards.

Edwards conoció muy poco a su tío Joaquín. Según recuerda en una entrevista reciente publicada en Chile, lo vio sólo una mañana: "Una mañana entera en el centro de Santiago de Chile. Me habló de personajes y lugares. Fue muy divertida la conversación. Después supe que él seguía las alternativas de mi actividad, pero como a lo lejos. Era muy excéntrico y medio solitario, pero tenía en su archivo una entrada con mi nombre. Era una especie de caja de zapatos donde guardaba recortes de la prensa, sobre todo lo que estuviera relacionado conmigo. Nunca me dio consejos sobre literatura, pero una vez que tuve una pelea con una señora de la vida literaria de Chile, que era muy disparatada y muy fogosa, me mandó decir: 'Cuidado que ésa es como las madrileñas, que andaban de puñal en la liga'. Así que me dio un consejo de costumbres y me parece que sabía muy bien de qué hablaba".

"Joaquín me abrió un poco el camino", ha dicho el autor de Persona non grata. "Cuando me empezó a ir bien y a sacar algún premio, ya mi padre me perdonaba, ¿sabe? Eso es muy típico también, por el culto del éxito. Pero mi padre siempre me aconsejaba que escribiera cosas más interesantes, como la historia del cobre en Chile o una historia de nuestra familia; pero una historia, no una novela indiscreta".

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