Las madres investigadoras no serán penalizadas por la crianza de sus hijos
El Gobierno incluye una prórroga por maternidad para “mantener vivos” los sexenios investigadores y evitar la brecha de género en la carrera académica
2020 arranca con buenas nuevas para quienes aúnan ese cóctel de difícil digestión que supone ser mujer, madre e investigadora. Por primera vez, el gobierno incluye una prórroga por maternidad para evitar la brecha de género en la carrera académica. La medida, recogida en el BOE del 11 de diciembre, quiere evitar que la maternidad, y los permisos ligados a ella, penalicen a las mujeres en su trayectoria como investigadoras. “Da respuesta a una demanda histórica”, recuerda la delegada de Igualdad de CRUE Universidades Españolas y rectora de la Universitat Jaume I de Castelló, Eva Alcón.
Y es que la delgada línea roja que transita entre los llamados sexenios vivos –seis años de actividad investigadora de alto nivel e ininterrumpida- y la temida entrada en vigor de los sexenios muertos –que se produce cuando, por un permiso maternal u otra circunstancia familiar, se corta esa continuidad y es inviable cumplir con los plazos ordinarios de producción de publicaciones de alto impacto- tiene su lastre. “Sin esta nueva medida, se pierde tiempo de investigación y su evaluación puede ser negativa. Ello implica aumentar la carga de horas de docencia, lo que impide investigar al mismo ritmo. Al final es un círculo vicioso”, apunta Alcón.
“Lo que consigue el nuevo decreto es que el sexenio siga vivo” y poder investigar, requisito para el acceso a las cátedras, señala en la misma línea María José Esteve. Doctora en Filología Inglesa y profesora en la UJI, donde ha sido vicedecana de Estudios Ingleses, a esta vila-realense la noticia le ha sorprendido en Escocia, su hogar desde septiembre. Inmersa en pleno año sabático en la Universidad de Glasgow –hasta donde se ha trasladado con sus hijos de 11 y 8 años- para darle un impulso a su vertiente como investigadora, celebra la medida, que busca alcanzar la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Un paso más para poner fin a la segregación vertical que sufren las científicas en España por disfrutar de unos permisos que ralentizan su carrera investigadora, y para romper ese techo de cristal que persiste en el mundo universitario: el del acceso a las cátedras y a la posibilidad de que haya más mujeres rectoras. Las cifras hablan: el 40,3% de docentes titulares en el sistema universitario español son mujeres. El porcentaje cae al 21,3% en el cuerpo de catedráticas.
El nuevo decreto, fruto de las negociaciones de la Delegación de la Presidencia de CRUE para Políticas de Igualdad con el entonces Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y el Observatorio Mujeres, Ciencia e Innovación, ofrece a las funcionarias de cuerpos docentes universitarios prorrogar un año el último sexenio vivo por cada permiso que disfruten por nacimiento, adopción, guarda con fines de adopción o acogimiento, a efectos del cómputo de los tramos de investigación para la evaluación de la actividad científica e investigadora.
Desde el 15 de enero se abre la convocatoria para pedir el citado sexenio de investigación. Poder beneficiarse de la moratoria implica que los permisos hayan sido disfrutados entre los dos años anteriores a la entrada en vigor de esta resolución y los seis años posteriores del último sexenio en tramitación. Ahora, aquellas investigadoras que hayan sido madres en 2018 o 2019 y les toque formalizar la demanda del sexenio en 2020 y quieran, podrán prorrogar la solicitud un año, hasta 2021, sin que se les aplique ninguna penalización. Es el caso de Carmen Fernández, vicedecana y profesora titular del Departamento de Historia, Geografía y Arte de la UJI y madre de un niño de 21 meses. “El permiso maternal y el de lactancia los disfruté en 2018”, dice. Se acoge a la prórroga y confía en su incidencia positiva. “Espero que me dé algo de margen para solicitar el siguiente sexenio; la llegada de mi hijo ha supuesto para mí un cambio que ha afectado a mi dedicación investigadora”, añade.
A María José Esteve la opción le llega tarde pero la aplaude sin fisuras. “Para nosotras el decreto no es algo completamente nuevo porque en la UJI se aplican ya medidas como la conciliación horaria cuando tienes menores de 12 años o el propio año sabático del que estoy disfrutando, además de otras que liman el efecto punitivo del decreto Wert, que planteaba la maternidad casi como un obstáculo a solventar, y al que la nueva resolución planta cara. Este nuevo decreto iguala en derechos a toda la comunidad universitaria. Es algo para celebrar”, explica a EL PAÍS.
“La sociedad en su conjunto se verá beneficiada si se acuerdan y aplican medidas que atajen los problemas de igualdad y la crisis demográfica”, suscribe Carmen Fernández. También optimistas se muestran otras compañeras de la Jaume I, como la vicedecana de Humanidades Mónica Velando o Pilar Ordóñez, profesora titular del Departamento de Traducción y Comunicación. La resolución les pasa de largo, al haber tenido que pedir el sexenio en la anterior convocatoria, “pero la medida es estupenda”, matiza Velando. Con cuatro hijos, sí pudo beneficiarse de una moratoria de un año ofrecida por la UJI. “Aseguré el sexenio, pues con cuatro maternidades entre un sexenio y el siguiente era prácticamente imposible tener las publicaciones que te solicitan”. La valoración de todas ellas, cautelosa pero esperanzada, convive con las voces críticas de otras docentes que apelan a la “ineficacia” de una resolución “que no soluciona nada y nos sigue discriminando”, indican.
Pero la mayoría ve en la recién activada medida un paso en esta carrera de fondo. María José Esteve cita entre sus virtudes que contemple la heterogeneidad del día a día. De la vida. La personal y la académica. Y se adapte a la realidad social y profesional. Lo expone con el mismo grafismo dialéctico que hila toda la entrevista telefónica con ella. “Investigar no es una línea recta. Tiene ciclos, fases de efervescencia de ideas y de ausencia de ellas; si a esto unimos las circunstancias familiares que rodean a la persona que investiga, que tampoco van en línea recta, el resultado es que se producía una línea muy desigual y con un efecto de castigo para quienes no pueden seguir esa dinámica de publicar, pereciendo en el intento, que es la que de alguna manera se promovía hasta ahora”, dice.
“Hemos dado un paso, pero quedan retos”, coinciden Eva Alcón y María José Esteve. “Hay que seguir proporcionando herramientas que permitan encajar la vida familiar y la profesional y en ningún caso generar espacios que supongan una renuncia a cualquiera de ellas”, indica Esteve. Mientras llegan los nuevos pasos, el dado ahora es, dicen, un aliento para el futuro inmediato de miles de investigadoras en España. María José, ilusionada por su curso sabático, “que me va a suponer poder volver a tener mi sexenio vivo y ponerme a un buen nivel de actividad investigadora”, señala con seguridad que “se van a producir más cambios con nuestra rectora al frente, para quien la igualdad es un desvelo”. Ella, Eva Alcón, deposita por su parte su confianza en el trabajo colectivo entre administraciones para avanzar en esa igualdad real, “porque cuando se va de la mano, el resultado no sólo suma, sino que se multiplica”.
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