El cazador de siluetas de las Cuatro Torres de Madrid
Acompañamos un amanecer al fotógrafo amateur apasionado de este 'skyline'
No vive de la fotografía, pero vive la fotografía. José Ángel Izquierdo Cano es un informático que, en sus ratos libres y robando tiempo al sueño, se echa literalmente al monte con su cámara. Lleva años fotografiando la luna y el sol sobre el perfil de las Cuatro Torres que coronan el Paseo de la Castellana de Madrid. Ahora ya son cinco con la nueva torre Caleido, el sexto edificio más alto de la capital. [Fotogalería: Las imágenes del fotógrafo de las Cuatro Torres]
“Una cosa que siempre me ha gustado en fotografía son las siluetas, las sombras, los perfiles”, reconoce. Queda claro en su perfil de Instagram (@jaicano), donde se define como “amante de la fotografía nocturna y apasionado de las cuatro torres de Madrid”.
Las imágenes de José Ángel Izquierdo llaman la atención a pesar de que la explosión de la fotografía digital nos ofrece un Madrid cada vez más visto. Sus perfiles en las redes sociales son frecuentados por otros amantes de la fotografía o usuarios que simplemente disfrutan con sus imágenes. Ese tirón lo aprovecha él ahora para buscar en Instagram modelos que le ayuden a producir nuevas sesiones. En los últimos días ha fotografiado a un ciclista, a un equilibrista o a una pareja practicando yoga. En el último amanecer de 2019 le acompaña su amigo el bombero Antonio Marcos además de un reportero de El País.
“Un día en 2011 iba de camino a casa y vi una superluna en el horizonte sobre las torres y dije: joé qué superlunón. Me enteré de que iba a ser la más grande en 20 años”. Ese fue el día en el que decidió tratar de capturar aquella escena con su cámara. A la noche siguiente regresó tras haberse informado en la página web The Photographer`s Ephemeris, que ayuda a planificar la fotografía de paisaje conociendo de antemano la posición del sol y de la luna. Esa web le mandaba situarse en Las Rozas. “Aquella fue mi primera foto de la luna entre las torres”.
No ha amanecido todavía cuando Izquierdo Cano llega con su equipo y en compañía de Antonio Marcos a los caminos de Torrelodones que rodean el palacio del Canto del Pico, un singular edificio que corona el punto más alto del municipio. Levantado hace ahora un siglo, sirvió de refugio durante la guerra a los republicanos. Posteriormente fue donado a Francisco Franco. Hoy está en ruinas.
“Mira qué vista”, comenta mientras asciende con la respiración entrecortada pero satisfecho por lo que el espectacular amanecer empieza a dejar entrever. Sobre el cielo se dibujan siete rayas blancas. Estelas de aviones que sobrevuelan distintos puntos de Madrid en ese momento. Sobre el terreno, las encinas y los alcornoques se alternan con las moles de granito. “Descubrí este sitio planificando un día una luna para hacer fotos y me pregunté que cómo viviendo aquí cerca no lo había visto hasta entonces”, añade este aficionado a la montaña y la espeleología. “Algunos amigos dicen que estoy como una cabra, pero me encanta estar aquí en medio de la naturaleza y ver el amanecer”.
De hecho, Izquierdo Cano se adentró de la fotografía de la mano de la asociación Fotógrafos de Naturaleza de Madrid (Fonamad), de la que llegó a ser directivo cuatro años. Estamos en pleno invierno, pero explica que los mejores amaneceres y atardeceres se encuentran en primavera y en otoño gracias a los colores y composiciones que se generan con las nubes.
A medio kilómetro de distancia se empieza a intuir, cual hormiguita, la sombra de Antonio Marcos, integrante del Grupo Especial de Rescate en Altura (GERA) de la Comunidad de Madrid. Prepara las cuerdas con las que va a escalar la gran roca indicada por el fotógrafo que se recorta sobre el cielo con Madrid de fondo. Uno y otro se encuentran a unos 500 metros de distancia en línea recta y se comunican por teléfono móvil conectado por un auricular. “¿Ves ese puntito rojo? Es el sol que ya sale”.
La ayuda de una app
José Ángel Izquierdo corre entonces risco arriba, risco abajo apartando las ramas cargado con la cámara y el trípode mientras observa una aplicación en la pantalla de su smartphone. “Estas aplicaciones están muy bien pero no son perfectas”. Busca el lugar con el ángulo perfecto. Un metro a la derecha o a la izquierda puede condicionar el encuadre que busca. Se encuentra entre árboles, que no son sus aliados. Coloca el trípode, da instrucciones al bombero por el pinganillo y dispara. Así varias veces. Tiene que corregir constantemente su posición porque el sol se mueve a una mayor velocidad de lo que uno puede pensar en un primer momento. “Antonio, ¿me recibes? Prepárate y posa”.
Efectivamente, en pocos minutos la bola de luz se ha alzado y queda fuera del encuadre de la cámara y alejada de la línea que conforman la roca que ha escalado el bombero y las torres que se divisan a una treintena de kilómetros en el paseo de la Castellana. José Ángel Izquierdo hace la última fotografía de la sesión antes de que el reloj marque las nueve de la mañana. La silueta perfecta de su amigo Antonio se recorta sobre el sol. El cazador se ha cobrado una nueva pieza.
Regresa a casa satisfecho con el resultado a pesar de que la bruma no ha permitido apreciar “sus” torres con mucha nitidez. Deshace el camino hasta encontrarse de nuevo con Antonio Marcos y comentan la sesión. Pero tiene claro que, al menos de momento, va a seguir siendo fotógrafo amateur. Y señala que para él la frase “de Madrid al cielo” tiene más sentido como “del cielo a Madrid”.
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