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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Después del fracaso, ¿qué?

Con los niveles de desconfianza alcanzados en esta penosa negociación es difícil pensar en un gobierno PSOE-Podemos en septiembre; si el desencuentro lleva a la derecha al poder, la izquierda quedará tocada

Josep Ramoneda
El artista urbano TVBoy ha plasmado en una pared de Barcelona un beso entre Sánchez e Iglesias.
El artista urbano TVBoy ha plasmado en una pared de Barcelona un beso entre Sánchez e Iglesias.Alejandro García (EFE)

Quizás si las negociaciones no se hubieran retransmitido en directo la sensación de desastre no habría sido tan grande. Pero vivimos en tiempo de redes sociales, sometidos a la pulsión del exhibicionismo, y la tentación de poner el adversario en evidencia cuando las negociaciones se encallan es grande, a pesar de que el precio sea romper la apuesta. En todo caso, culminan tres meses en que el director de la negociación no ha encontrado la partitura: hoy un vales con la derecha, mañana una polca con Podemos. Partía de un error en el cálculo de la fortaleza de su posición, y el resultado es que unos y otros han puesto en escena una versión nada ejemplarizante del oficio de político.

Queda un consuelo. Por si algunos dudaban, los políticos son humanos y la psicopatologia de las malas vibraciones personales sirve para explicar muchas cosas. La suficiencia de Sánchez –que se creyó que su posición se impondría por la fuerza natural de las cosas, sin que hubiera que buscar complicidades en el resto de fuerzas políticas– y la pulsión autodestructiva de Pablo Iglesias –que desde el 2016 ha conseguido que todas sus decisiones importantes fueran en detrimento de Podemos–, conjugadas con una relación personal construida sobre el resentimiento, han conducido hacia este gran fracaso. Un fracaso que deja la imagen de Sánchez tocada, hunde Podemos y descoloca el electorado de izquierdas, que ha visto, una vez más, que es imposible que el PSOE y el resto de fuerzas compartan proyecto.

Los políticos son humanos y la psicopatología de las malas vibraciones personales sirve para explicar muchas cosas

La izquierda ni siquiera ha sido capaz de entenderse para alejar del horizonte la amenaza del tripartito de la derecha. Por un par de ministerios de más o de menos? Más bien hace la impresión que en el fondo Sánchez no ha querido nunca el Gobierno de coalición, y que Iglesias, como ya dio a entender hace unas semanas, siempre ha pensado a traer la apuesta hasta el septiembre pensante que en el límite tendría más fuerza. Y, a pesar de todo, es él el que ha salido más debilitado del embate y, por lo tanto, quién más concesiones tendrá que hacer si no quiere continuar pendiente abajo.

Y ahora qué? Pedro Sánchez habla de volver en su punto de partida. Pero todos sabemos cuál es y qué recorrido tiene. “Tenemos que explorar varias vías. Qué? La derecha, embravecida por el fracaso de la izquierda, qué interés puede tener a regalar el apoyo al presidente en funciones? Volver al principio quiere decir retomar la negociación con Podemos cuando la hoguera está quemando. Y Sánchez probablemente está pensando a volver al Gobierno de colaboración. Después de este fracaso, Pablo Iglesias no está en condiciones de exigir, pero sí que lo está de hundir el barco –el suyo– y de retruque dejar Sánchez tocado. En la medida en que no hay salida que no pase por Podemos, dos meses parecen poco para desactivar todos los agravios acumulados. Y parece imposible recuperar la confianza porque haya un Gobierno de coalición creíble. Parecía que, finalmente, el Gobierno de izquierdas sería posible y ha acabado en fiasco.

La alternativa, evidentemente, son las elecciones. Al parecer tienen muchos partidarios a la Moncloa –no tanto al PSOE, donde son conscientes del riesgo. Es la melancolía del regreso al bipartidismo. Al PP y al PSOE los cuesta aceptar que otros se incorporen al reparto del poder.

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Ir a elecciones es de alto riesgo: la desmovilización de la izquierda no garantiza a Pedro Sánchez mejor posición

En cualquier caso, los meses que vienen pondrán a prueba el mito de la resistencia de Sánchez, capaz de reflotar después de cada batacazo. No sé si los protagonistas son conscientes del mal que ha hecho esta crisis, que ha roto la aura positiva con que el PSOE había levantado el vuelo después de la moción de censura. Con los niveles de desconfianza y reproches a que se ha llegado en esta penosa negociación pública es difícil pensar en un Gobierno PSOE-Podemos en septiembre. Un Gobierno que carga un pecado original. Que Podemos acepte apoyar y colaborar desde fuera, después del que ha pasado, es un reconocimiento de derrota que no sé si forma parte del espacio mental de Pablo Iglesias. Pero ir a elecciones en noviembre es de alto riesgo: la probable desmovilización de la izquierda, con el previsible hundimiento de Podemos, no garantiza a Pedro Sánchez una posición mejor que la de ahora. Y no parece que un Gobierno provisional sea lo más indicado para gestionar el delicado momento que vendrá después de la sentencia del Tribunal Supremo. Si este desacuerdo acabara trayendo el tripartito de derecha al poder, la izquierda quedaría tocada durante muchos años.

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