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La Veneno regresa al Parque del Oeste

Una placa en el distrito Moncloa-Aravaca recuerda a Cristina Ortiz, “valiente mujer transexual visible en los 90”

Pablo León
Inauguración de la placa en homenaje a La Veneno en el Parque del Oeste.
Inauguración de la placa en homenaje a La Veneno en el Parque del Oeste. Alvaro García

Antes de morir —en noviembre de 2016 y con 52 años—, La Veneno dejo dicho que quería que su cuerpo se quemase. También, que sus cenizas se esparciesen en el Parque del Oeste. “En este parque, con mis amigas fui feliz”, decía la artista, que ejerció la prostitución en estas lomas y bajo estos árboles. Por eso, en una de las entradas de este rincón verde de Madrid, el Ayuntamiento ha instalado una placa en memoria de Cristina Ortiz, La Veneno: “Valiente mujer transexual visible en los 90”, dice la inscripción, ubicada en la plaza de la Fuente de Juan de Villanueva.

“Se trata de la primera placa en honor a una persona trans en la ciudad”, remarcaban desde Arcópoli, asociación en defensa de los derechos del colectivo LGTBIQ e impulsor de la propuesta, recogida por el Ayuntamiento. La Junta de Distrito de Moncloa-Aravaca aprobó la medida el pasado octubre con los votos a favor de Ahora Madrid, PSOE y Ciudadanos; el Partido Popular se abstuvo.

“Cuando me avisaron sobre la instalación de la placa, me acorde de una anécdota”, relató Valeria Vegas, periodista, amiga de La Veneno y coautora de su autobiografía (¡Digo! Ni puta ni santa, publicada en octubre de 2016 y que ha agotado tres ediciones). “Betty, una vecina de una amiga de La Veneno le echó las cartas en 2007 en Valencia. Le dijo que después del libro, le harían un reconocimiento. ‘¿Un museo?’, preguntó La Veneno. Yo creo que podría referirse a esto: una placa que además de recordarla a ella, rinde tributo a muchas mujeres que arriesgaron aquí sus vidas”, agregó Vegas.

Cristina Ortiz nació en Adra, un pueblo de Almería. Le pusieron de nombre José Antonio. A principios de los noventa, y tras pasarlas canutas en el pueblo, huyó: se trasladó a vivir a Madrid. En la capital inicia su transición y trabaja como prostituta en el Parque del Oeste. En 1996, Pepe Navarro la ficha para su programa nocturno Esta noche cruzamos el Mississipi. A partir de ese momento, La Veneno se vuelve un fenómeno; se convierte en un icono. “Hay que reconocer a todas las personas que han visibilizado la realidad trans en este país y Cristina, sin ninguna duda, lo hizo”, remarcó la diputada socialista Carla Antonelli, que reconoció sentirse “emocionada” al ver la placa rodeada por una bandera trans (azul, rosa y blanca).

La diputada socialista también pidió “que se esclarezcan la verdad y las causas de la muerte de La Veneno”. El 7 de noviembre de 2016 —un mes después de publicar su autobiografía en la que afirmaba haber tenido relaciones sexuales con políticos o futbolistas—, la artista fue encontrada en el sofá de su casa, en la zona de Tetuán, con varios golpes en el cuerpo, uno de ellos grave en la cabeza. Cuatro días después, falleció en el hospital de La Paz.

La investigación determinó que La Veneno se había golpeado al ir a darse un baño tras ingerir una alta dosis de ansiolíticos. Hubo que realizarle dos autopsias. A comienzos de este año, la familia de Ortiz pidió reabrir el caso, en base a un nuevo estudio forense que apuntaba errores en la investigación sobre el asesinato de la artista. “No coinciden, para nada, los golpes y moratones de su cuerpo con una caída en la bañera”, incidía la socialista Antonelli, “no porque haya sido [la muerte] de una persona trans, se le va a dar carpetazo”.

Desde Arcópoli se mostraban satisfechos con la placa: “Propusimos que se pusiera aquí y aquí está”. No es un museo, pero a La Veneno le hubiera gustado.

La plazuela de la Memoria Trans

El pasado mes de febrero, una pequeña plazuela en Chueca, entre las calles de San Gregorio y San Lucas, pasó a estar dedicada a la Memoria Trans. “La historia de la memoria trans es la historia de una lucha a favor de la felicidad”, dijo la alcaldesa Manuela Carmena en la inauguración de la placa. “La placa de Ciristina [La Veneno], maravillosa. La plazuela, bien. A mí me hubiera gustado que hubiese sido una gran plaza”, dijo ayer la diputada socialista Carla Antonelli. “Somos parte fundamental del movimiento y siempre se nos ha invisibilizado”, agregó.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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