Hablemos de Eslovenia
¿En la Europa posterior a la caída del Muro el mero hecho de conseguir la independencia proporciona 'per se' una democracia de más calidad?
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, no es un líder político al uso. Normalmente se ve a sí mismo como el vicario de otro presidente pero a veces decide ir por libre y da rienda suelta a su espíritu más indómito: un día pide a los CDR que "aprieten", con el consiguiente pasmo del conseller que debe mantenerlos a raya, y al otro aboga por la vía eslovena hacia la independencia, saltándose el programa electoral de Junts per Catalunya, su propio discurso de investidura y el mismísimo Plan de Gobierno.
El entorno del presidente vino a decir que lo que había querido destacar Torra no era la derivada violenta del caso sino la determinación del pueblo esloveno para lograr la independencia. Si el tema es la determinación hay poco que discutir: en el referéndum de independencia de Eslovenia del 23 de diciembre de 1990 votó a favor el 88 por ciento del censo, lo cual es mucha determinación si lo comparamos con el 37 por ciento del cuerpo electoral que supusieron los votos afirmativos en el referéndum del 1-O o la suma de JxCat, ERC y la CUP en las elecciones del 21 de diciembre de 2017.
Nadie ha hablado del tipo de estado que el pueblo esloveno logró con su indiscutible determinación. Antes de que la ocurrencia eslovena caiga en el olvido, no está de más una pequeña reflexión sobre lo que este pequeño país ex yugoslavo puede tener de modélico para el caso catalán. La pregunta que podemos hacernos es si en la Europa posterior a la caída del Muro el mero hecho de lograr la independencia proporciona per se una democracia de mayor calidad, un grado menor de corrupción, más felicidad general, o una riqueza superior a la media.
Si nos fijamos en el PIB por habitante, Eslovenia continúa siendo claramente más pobre que la media europea
En el Democracy Index de 2017 de la revista The Economist, Eslovenia se situó en la posición número 36, dentro del grupo de las democracias defectuosas (flawed democracies). Significativamente, en el selecto club de las las 19 democracias plenas del mundo que encabezaba Noruega y cerraba España no había ninguna república ex yugoslava ni ex soviética. La asociación Freedom House también mide la democracia de los países. En 2018 Eslovenia obtuvo una puntuación de 2,07 en una escala que va del 1 (máxima democracia) al 7 (mínima democracia). Desde el 1,89 de 2013 el índice de Eslovenia lleva cuatro años seguidos empeorando.
El epígrafe donde Eslovenia puntuó peor en el índice de Freedom House es el de la corrupción (2,75). En este ámbito Eslovenia no está en una situación especialmente boyante. Según la edición del 8 de mayo de 2013 del periódico digital bruselense EUobserver, Croacia y Eslovenia eran los países más corruptos de la Unión Europea. El periódico citaba una encuesta de la compañía Ernst & Young en la que el 96 por ciento de los entrevistados eslovenos declaró que las prácticas corruptas eran frecuentes en el mundo empresarial de su país –muy por delante de España, donde el porcentaje era del 65, y a una distancia sideral del 10 por ciento de Suiza. (No había ninguna república ex yugoslava o ex soviética que se acercara a este guarismo.)
Si Eslovenia no es una democracia modélica ni un país libre de corrupción, tampoco es una sociedad especialmente feliz. El World Happiness Report tiene un sofisticado índice de felicidad que combina variables como el PIB por habitante, la esperanza de vida, el sentimiento de libertad o la percepción de corrupción. Tomando los datos de 2014-2016, Eslovenia se sitúa en la posición número 62 del ranking, muy lejos del podio que ocupan Noruega, Dinamarca e Islandia y 28 escalones por debajo de España. (La primera república ex yugoslava o ex soviética de la lista es Uzbekistán, que ocupa el puesto 47.)
Si nos fijamos en el PIB por habitante, Eslovenia sigue siendo claramente más pobre que la media europea. Si la Unión Europea de 28 miembros tiene un índice 100, Eslovenia está en el 85, por detrás del 92 de España y a años luz del 253 de Luxemburgo, el 156 de Suiza o el 146 de Noruega. (Ninguna república ex yugoslava ni ex soviética se acerca mínimamente al 100.)
En resumen: la gran determinación del pueblo esloveno le llevó a la ansiada y probablemente merecida independencia, pero con la perspectiva que dan los lustros transcurridos desde entonces ya podemos decir que la independencia en sí misma no ha convertido a Eslovenia en la Noruega o en la Suiza –ni siquiera en la Holanda– del Este de Europa.
Albert Branchadell es profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB
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