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Un informe niega que Gaudí ideara la expansión de la Sagrada Familia

Un dictamen del Archivo del Colegio de Arquitectos de Barcelona de 1975 asegura que las escalinatas de la calle de Mallorca no fueron proyectadas por el arquitecto

Blanca Cia
Perspectiva del edificio de viviendas de la calle de Mallorca frente al templo de la Sagrada Familia.
Perspectiva del edificio de viviendas de la calle de Mallorca frente al templo de la Sagrada Familia.joan sánchez

Un informe del archivo histórico del Colegio de Arquitectos de Catalunya (COAC), de septiembre de 1975, negaba que el proyecto de la Sagrada Familia de Antoni Gaudí supusiera ir más allá de la manzana que ocuparía el templo. De acuerdo con ese documento, los dibujos de la escalinata de la calle de Mallorca —un proyecto que, en caso de ejecutarse, afectaría a 3.000 personas que viven o tienen negocios— fueron realizados por los ayudantes de Gaudí, los arquitectos Luis Bonet Garí, Isidre Puig Boada y Joan Rubió i Bellver para ilustrar libros y folletos de propaganda de la época.

El escrito del COAC se emitió a propósito de la polémica entre los responsables de la Junta Constructora del Templo, el Ayuntamiento de Barcelona y la constructora Núñez y Navarro que había empezado a levantar un gran edificio de viviendas en la calle de Mallorca, frente a la futura fachada de la Glòria: “No corresponde a este archivo histórico emitir un último juicio (…) pero sí aportar el máximo de datos objetivos”, apunta en el preámbulo el dictamen de los responsables de ese servicio. Un informe que fue tenido en cuenta por la Comisión de Patrimonio Histórico Artístico que desestimó en aquella época que el edificio de Núñez y Navarro afectara al templo. Ese mismo dictamen es el que ahora esgrimen los vecinos del barrio frente a los planes expansivos del templo.

La Sagrada Familia se levanta en unos terrenos que fueron reservados en 1860 dentro del Plan del Ensanche de Barcelona para el “hipódromo” de la ciudad que previó el plan Cerdà. En 1881, la Asociación de Devotos de San José adquirió los terrenos “y pocos meses después se colocó la primera piedra del templo”, apunta el dictamen. Los terrenos en aquel momento formaban parte del barrio de Poblet del municipio de Sant Martí de Provençals, que fue anexionado a Barcelona en 1897. Destaca que la superficie comprada fue estrictamente la manzana que ha terminado ocupando el templo. Y apunta que, hasta 1906, Gaudí no había formulado una idea del conjunto y que lo hizo finalmente a petición del poeta Joan Maragall para poder sustentar una campaña de colaboración económica popular para sufragar las obras del templo. El dibujo de Gaudí de perspectivas de una plaza estrellada para garantizar la visibilidad de la Sagrada Familia desde cuatro ángulos data de 1908 y fue el que se reprodujo en 1918, según el informe del COAC.

Sin oposición a los planes de la ciudad

En 1925, cuando el Ayuntamiento de Barcelona aprobó el Plan de Ensanche de Sant Martí no se hizo reserva alguna de terrenos por la calle de Mallorca como futurible acceso monumental al templo. “Un planeamiento que, en su momento, no fue discutido por nadie. Ni siquiera por el propio Gaudí. Es más, él siempre había manifestado que no quería limitar la libertad de quienes prosiguieran su obra y mucho menos del desarrollo de la ciudad”, sostiene un arquitecto buen conocedor de aquel dictamen del COAC que, en 1975, chocó frontalmente con la tesis que mantenía la Sagrada Familia que intentó paralizar el edificio de Núñez y Navarro cuando se construía para garantizar su futura expansión.

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Una época en la que se sucedían las planificaciones urbanas ante una Barcelona que crecía. Tras la aprobación del plan Cerdà, en 1860, el Ayuntamiento convocó un concurso en 1905 para diseñar una herramienta complementaria, el Plan de Enlaces. El urbanista francés Leon Jaussel fue el ganador y tuvo en cuenta, parcialmente, las perspectivas que esbozó Gaudí. Las concretó más después de recabar más información entre los discípulos de Gaudí y de que éste “accedió a que dibujaran los esquemas”, sostiene el dictamen.

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De esa manera, el urbanista abrió un frente a la futura fachada principal —la de la Glòria de la calle de Mallorca— en forma de amplio pasaje que permitiría la ubicación de las escaleras para salvar la diferencia de cota de la calle y la vista del templo desde la Diagonal. Jaussel trazó, también, la avenida Gaudí, que uniría la Sagrada Familia con el hospital de Sant Pau, que ya se había empezado a construir. Pero ese plan no fue aprobado. En 1914, otra planificación revisó la propuesta de Jaussel y mantuvo la avenida Gaudí a la vez que ampliaba el pasaje de acceso a la fachada principal de la Sagrada Familia. Tres años después, esa propuesta se modificó y desapareció el gran espacio de acceso por la calle de Mallorca y, en su lugar, se hizo la reserva para crear dos grandes plazas, la de la Sagrada Familia, que se urbanizó en 1928 por la Exposición Universal, y la de Gaudí, que no se haría hasta los setenta, frente a la fachada del Naixement.

Documentos en el Archivo de la Corona de Aragón

El Plan Comarcal de 1953 de Barcelona no hizo ningún tipo de reserva en la calle de Mallorca asociada a la expansión de la Sagrada Familia, una zona que, precisamente, se calificó de “ensanche intensivo”. El 24 de julio de 1975 la delegación de urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona concedió la licencia de obras para la construcción de dos edificios de viviendas, los de los números 410/414 de la calle de Mallorca y del 14 al 20 del Pasaje de la Font. Se trataba de una promoción de Núñez y Navarro cuya paralización fue reclamada inmediatamente por los responsables de las obras de la Sagrada Familia.

Un cruce de documentos, que incluyó, también, al propio Ayuntamiento, a la Comisión del Patrimonio Artístico, al Ministerio de Educación y Ciencia y a la constructora que está documentada en el Archivo de la Corona de Aragón y en el Archivo administrativo del Ayuntamiento barcelonés. Es en este último archivo donde hay un largo informe, firmado por el arquitecto jefe del servicio el 4 de abril de 1975, en respuesta a la “denuncia formulada por el Esbart Gaudí” contra la constructora. El documento concluye: “en tanto que no se produzcan las gestiones pertinentes encaminadas a modificar el planeamiento urbanístico de la mazana en cuestión, ésta continuará sin previsión alguna para la realización de la gran escalinata pensada en los iniciales proyectos del insigne arquitecto Don Antonio Gaudí”. Pese a ese informe inicial, que no ponía pegas al proyecto de Núñez, el Ayuntamiento paralizó las obras el 29 de julio de 1975 y poco después, el 5 de septiembre del mismo año, se pronunció en el mismo sentido la dirección general de Patrimonio Artístico y Cultural hasta que no se aclarara el tema.

Siguiendo la cronología de los documentos del Archivo de la Corona de Aragón, la construcción de las viviendas se paralizó por espacio de más de un año y a finales de 1976 se dio el permiso para reanudarlas. El archivo refleja la conflictividad de las relaciones de la Sagrada Familia con el consistorio y la comisión de Patrimonio Artístico que en una carta de 16 de julio de 1976 recriminaba a los responsables del templo “el mal estado de conservación” de la fachada auténtica de Gaudí, la del Naixement, mientras pedían subvenciones al Gobierno para proseguir con las obras nuevas.

También recriminaban a la junta que “nunca hubiera presentado proyecto alguno” de la continuación del proyecto ideado por Gaudí. Del mismo modo, llama la atención otro escrito, del nueve de septiembre de 1975, este de la Sagrada Familia, en el que pide a la Dirección General de Patrimonio —dependiente del Ministerio de Cultura— que suspenda los pisos de Núñez invocando una ley de 1933 de “expropiación del Estado de los edificios y propiedades que impidan la contemplación de un monumento histórico”. También consta el cruce de cartas y órdenes administrativas para el pago de 4.999.817 pesetas “al arquitecto Lluis Bonet Gari” —entonces arquitecto jefe de las obras de la Sagrada Familia— para la apertura del crucero del templo.

Núñez pudo acabar el edificio pese a que simultáneamente se aprobó en Barcelona el Plan General Metropolitano (PGM) de 1976 que sí que hizo una afectación de zona verde en la parte central de la calle de Mallorca y hasta la Diagonal. Joan Antoni Solans fue uno de los responsables de esa planificación urbana —todavía vigente hoy en día— admite que al hacer esa reserva recuperó la idea que había plasmado Jaussely a principios de siglo: “en aquel momento se hizo el cálculo del realojamiento de los afectados en la zona y era posible”.

No quiere apuntar la solución futura —por ejemplo, si sería la propia Sagrada Familia quien debería costear una operación de ese tipo — y opina que el templo ha tenido, desde su inicio, un impacto directo en el urbanismo de ese barrio: “Se quiera o no se quiera, es así. Lo que ocurrió entonces —en los setenta—es que se veía muy lejano el fin de las obras. Y ahora está más cerca”, apunta.

Relato invariable

Tan cerca como que las previsiones es que el conjunto de las torres esté acabado en 2026. De ahí que los responsables de las obras de la Sagrada Familia —que cada año tienen unos ingresos entorno a los 50 millones de euros por las entradas de los visitantes — empiecen a señalar el futuro inmediato y con él la expansión por la calle de Mallorca. De ahí que últimamente, los responsables de la Junta Constructora vuelven a sostener, como ya lo hicieron con la polémica del edificio de Núñez en los setenta y de nuevo con el túnel del AVE, a principios de este milenio, que son los ejecutores del “legado” de Gaudí e incluyen en él la gran plaza elevada por la calle de Mallorca. No es la primera vez que se atribuye al genial arquitecto catalán algo que nunca ideó.

Más allá de pronunciamientos, el templo da carta de veracidad a la escalinata incluso en la documentación oficial, como la que está sirviendo de base para la aprobación del Plan Especial para ajustar los volúmenes de la calle de Provença donde, de nuevo, la Sagrada Familia volverá a sobrepasar la alineación de la acera para ejecutar la capilla de la Assumpta.

 

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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