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12 horas de caos en el Parlament

JxCat y ERC airean su grave división en una jornada indescifrable hasta para el propio independentismo

Àngels Piñol

“¡Junts per Catalunya nos amenaza con enviarlo todo a hacer puñetas e ir a elecciones!”. Los chats de Esquerra hervían a las 10.00 del pasado jueves 4 de octubre, dos horas antes del Pleno del Debate de Política General. Nada es ya seguro en el Parlament. Tras la derrota de la vía unilateral y el encarcelamiento y la huida del Govern liderado por Puigdemont, sus herederos no dan con el equilibrio para conjugar la vía pragmática de ERC con la más dura de Junts per Catalunya, que vive con el anhelo de que Puigdemont sea investido algún día president, el nudo de conflicto. La crisis planeó esta vez por la diferencia de criterio entre los dos socios y rivales en detentar la hegemonía del independentismo sobre cómo aplicar la suspensión de los seis diputados procesados por rebelión. Pese a ello, nada hizo prever una implosión tan virulenta del Parlament.

Diputados de Ciudadanos y PP esperan el inicio del pleno que al final se anuló.
Diputados de Ciudadanos y PP esperan el inicio del pleno que al final se anuló.Albert Garcia (EL PAÍS)

La jornada arrancó con incertidumbre. El pacto sobre la sustitución se había aprobado el martes y la duda residía hasta dónde pensaba llegar el grupo del expresident, cuya sombra es muy alargada. La foto es esta: el martes, cuatro horas antes del discurso de Quim Torra, el de su ultimátum a Pedro Sánchez, se había desencallado el conflicto. Tras arduas negociaciones, que obligaron ya a cancelar un Pleno en julio, el Parlament celebró una sesión en la que validó una fórmula para no contravenir el auto del juez Pablo Llarena que suspendió a Puigdemont, Jordi Sànchez, Josep Rull y Jordi Turull (JxC) y a Oriol Junqueras y Raül Romeva (ERC). El dictamen tiene dos puntos: el hemiciclo votó que, en contra del juez, no están suspendidos (así lo creen independentistas y comunes) y, el segundo (esta vez sin la CUP) que podían designar a un compañero para asumir sus funciones. El texto es salomónico: el primer punto lleva la autoría de JxC y el segundo, de ERC. El término designar es clave para esta historia: es un eufemismo para no usar “sustitución” porque podría interpretarse como la claudicación de Puigdemont.

Pese a los fuegos de artificio, el acuerdo, como apuntó Iceta (PSC), implica acatar. ERC registró la petición de Junqueras y Romeva para “designar” a su compañero Sergi Sabrià, para ejercer sus “derechos parlamentarios mientras dure la situación jurídica actual”. Después de que la oposición desfilara por el atril para valorar el discurso de Torra, Eduard Pujol, de JxC, dejó estupefacto a todo el mundo al revelar que ellos no lo harían porque el Pleno había aprobado que los diputados no están suspendidos y, por tanto, seguía vigente la delegación de voto hecha en mayo. ERC, ya pillada a contrapié con el ultimátum, destiló ira. La legislatura volvía a estar en el aire.

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Bajo esa tensión, el miércoles siguió el Pleno con la incertidumbre de si los puigdemontistas iban o no de farol. El jueves, ERC certificó la amenaza. La Mesa y la Junta de Portavoces se reunieron y Junts per Catalunya volvió a registrar el voto delegado. El letrado mayor, Joan Ridao y Xavier Muro, el secretario general del Parlament, fueron taxativos: no se ajustaba al dictamen ni en la forma —no lo habían firmado los afectados de forma individual— pero, sobre todo, en el fondo. Y la palabra designación no figuraba por ninguna parte. Torrent suspendió la Mesa y les pidió corregir la forma. Era el mediodía y el Pleno no empezó. Parecía que se abría un margen pero las alarmas se dispararon cuando JxC no cedía. Miembros del PDeCAT y de alguna entidad soberanista presionaron. Llegaron escenas que evocaron a las de 2017: corrillos, carreras, cámaras siguiendo el ir y venir de los políticos. Diputados atónitos —”¡Qué ridículo!”, resumió un soberanista— y otros susurrando que la lista del president no perdona a Torrent que acatara al Tribunal Constitucional e impidiera investir a Puigdemont.

Torra y la consejera Elsa Artadi, por JxC, y Torrent y Pere Aragonés, vicepresidente del Govern, de ERC, se encerraron en el despacho del primero. La cafetería del Parlament les llevó la comida. Iba para largo. A a las 17.30, Sabrià y Pujol comparecieron y pidieron perdón por el espectáculo y anunciaron un segundo texto validado por Torrent. Pero, en directo, supieron que los letrados volvían a decir que no. El nuevo escrito firmado por los diputados de JxC dice: “Verifico que el documento entrado en el Registro General expresa mi voluntad de acuerdo con la resolución del Pleno del 2 de octubre”. Otra vez sin la palabra designación. Puigdemont envió su firma escaneada. En el filo de la navaja, Torrent propuso el texto a votación: 4 votos secesionistas frente a 3 (Ciudadanos y PSC). Votar no fue baladí: implica que, si comporta consecuencias jurídicas, que estarán afectados todos los soberanistas.

Sobre las 19.00, se celebró otra junta de portavoces para que los constitucionalistas cursaran su rechazo al acuerdo. La reunión fue tensa: Josep Costa, de JxC, entró en la junta y ante todo el mundo gritó a Ridao. Santi Rodríguez, del PP, quiso disuadir a Costa de su empeño. Nadie había impugnado la vía de ERC aunque Ciudadanos anuncie querellas, incluida una contra Ridao. Elisenda Alamany, de los comunes, no pudo contener las lágrimas. En medio del cansancio, Torrent aplazó el Pleno. La duda es si Torra y Aragonés, que el viernes escenificaron una delicada paz, han trenzado otro pacto. O si hoy, en la Mesa, o mañana, cuando el Pleno se reanude, se vivirá otra jornada del procesismo sin fin e indescifrable incluso para el independentismo.

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