Martin Luther King llega en coche oficial
Los actos de Quim Torra para la Diada denuncian la falta de libertades
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, visualizó un sueño la semana pasada durante su discurso en el Teatro Nacional de Cataluña: los catalanes desfilaban –una vez más– por la libertad y los derechos sociales. Torra tuvo este sueño inspirado en otro sueño, el que expresó Martin Luther King durante la Marcha por el Trabajo y la Libertad de Washington, en 1963. Decenas de miles se sumaron al doctor King para exigir que la comunidad negra dejara de ser la marginada de Estados Unidos. 55 años después, Torra inició este lunes una nueva marcha por la libertad, como presidente de una de las comunidades más ricas de Europa.
En Cataluña, en 1976, hubo otra marcha de la libertad en la que se gritó el histórico “llibertat, amnistia, estatut d’Autonomia”. Si en algo coinciden muchos independentistas –y no independentistas– es en que, con los dirigentes soberanistas presos y la amenaza del 155, la vigencia del lema es un hecho. Los actos oficiales de la Diada de este año están dedicados a denunciar la censura que domina hoy en Cataluña, según el Govern. Que un gobierno denuncie la falta de libertad de expresión en su territorio es un acto de malabarismo excepcional, digno del procés. La Generalitat tiene un poder policial que desmantela manifestaciones a gorrazos, o tiene medios de comunicación públicos y subvencionados en los que de vez en cuando mete mano. TV3, sin ir más lejos, tiene a un director elegido a dedo, en 48 horas y tras la fulminación del anterior, sin que todavía se haya explicado el por qué de su cese.
Vítores para el Govern y abucheo al PSC en el Parlament
El Martin Luther King catalán —Torra—, sus consejeros, el presidente del Parlament, Roger Torrent, y otros cargos institucionales llegaron al parque de la Ciutadella, donde daría comienzo la marcha por la libertad, en sus coches oficiales. Una docena de chóferes esperaban pacientemente para que, cuando acabara la procesión contra el régimen autoritario español, sus jefes pudieran volver a casa con la confortabilidad del deber cumplido, de una tapicería recién limpiada y una carrocería bien lustrada. Los chóferes observaban desde una esquina a los cientos de ciudadanos que aclamaban a sus líderes. Miquel Iceta, José Montilla y Eva Granados, del PSC, salieron del parlamento poco antes de dar inicio el espectáculo recibiendo una sonora pitada. Al aparecer en escena Torra, su gobierno y Torrent, los silbidos fueron sustituidos por vítores. Las consigas más repetidas fueron “libertad presos políticos”, “ni un paso atrás” y “Puigdemont, nuestro presidente”,
El presidente interino Torra y Torrent recibieron en la puerta del Parlament la Flama del Canigó, procedente del Castellet de Perpiñán. La Flama del Canigó es una tradición de Sant Joan que la Generalitat ha decidido trasladar a la Diada, que es como si la mona de Pascua se comiera en Navidad. “Lo encuentro totalmente fuera de juego”, escribió la semana pasada en Vilaweb el folklorista Amadeu Carbó: “En primer lugar, por el contexto, el espacio, el contenido y el uso que se hace, porque en este caso la Flama del Canigó se convierte en un elemento escénico alejado del significado que le es propio y al servicio de un espectáculo”.
El destino de la marcha-espectáculo era el Palau de la Generalitat, pero hizo antes una parada cargada de emoción en el Born Centre Cultural (BCC). Torra fue el director fundador del BCC, lugar al que bautizó como “la zona cero de los catalanes”. La guardia de honor de los Mossos de Esquadra se cuadró ante Torra bajo la senyera de 17,14 metros de altura —por el tricentenario de la guerra de Sucesión— que el hoy presidente instaló cuando estuvo empleado en el BCC. Tras la guardia de honor de la policía catalana hizo acto de presencia el coro del Orfeó Català, que interpretó El cant de la senyera. La intensidad nacional del momento se complementaba con una marcha de antorchas que recorría el Born acompañada por los tambores de una batucada. Las batucadas están ya tan arraigadas en Cataluña como las sardanas, por lo que a nadie le llamaba la atención que gente disfrazada de Miquelet desfilara con la percusión de un carnaval en Porto Alegre.
Solo un vendedor ambulante se atrevió a romper la solemnidad en el Born al acercarse a la cabecera de la marcha ofreciendo encendedores y pañuelos de papel: “Señores diputados, pueden ayudarme, por favor, que estoy un poco jodido. Que la vida sigue, como el procés. ¡Llibertat! A ver si Pedro Sánchez se enrolla más”.
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