Larga vida al perrito caliente
En los últimos años, diversos locales de Madrid han dado una vertiente gourmet a este plato
La primera vez que el madrileño de a pie se echó a la boca un perrito caliente fue en pioneras cafeterías como Alaska, California, Galatea, Manila o Nebraska, que recreaban el tan ansiado american way of life de la época. Allí se consumían batidos de fresa en copas altas, tortitas con nata y hot dogs al estilo neoyorquino, como rezaba la publicidad del momento. Posteriormente llegaron establecimientos como Knight 'n' Squire, Don Oso, Fosters Hollywood y el diminuto Bravo’s frente a los antiguos almacenes de Galerías Preciados, en la confluencia entre las calles del Carmen y Preciados. Estos locales, y muchos más desperdigados por los barrios más insospechadas de la capital, introdujeron un tipo de elaboración sencilla, económica y muy callejera que conquistó los estómagos de adolescentes con ganas de algo diferente.
Hoy día aun se mantienen algunos de estos “restaurantes” de influencia americana, es el caso de Don Oso (Meléndez Valdés, 55; Cruz, 26), que ofrece dos modalidades, una con queso y otra con bacon; Knight 'n' Squire (Felix Boix, 9), que cuenta con hasta seis clases de perritos gigantes; Estocolmo (Palma, 72), el único que en 1987 apostó por un formato más elaborado y que sigue al pie del cañón; o la renacida Nebraska (Bravo Murillo, 291), abierta por extrabajadores y que ha conseguido volver a poner en circulación su reconocida salsa secreta.
Sin embargo, es llamativo ver cómo en estos últimos años han aparecido multitud de espacios que han dado una nueva vida gourmet al perrito de toda la vida. Uno de los más recientes es Amores Perros (Fuencarral, 102), que ha apostado por elaboraciones de autor que llevan salsa teriyaki, brotes de alfalfa o queso emmental gratinado. “Todo empezó con un food truck que era un Renault 47. Mi pasión son los vehículos antiguos”, explica Isaac García, responsable de esta bocadillería artesana. Muchos de los nuevos comercios tuvieron sus inicios en un food truck y aún lo mantienen. No es para menos si analizamos los números de Feltman’s (Pza Callao, 1). “El último año nuestro food truck recorrió 35 ciudades y sirvió 112 mil perritos en eventos”, confiesa José Sela, fundador de Feltman’s Hot Dogs. Nombre que homenajea a Charles Feltman, uno de los padres del perrito caliente, allá por 1867 en Coney Island. “Vimos que nadie había utilizado su apellido y decidimos rescatarlo. Hoy nos siguen en redes sociales algunos de sus descendientes”, continua Sela. Antes de la marca llegó la selección de la salchicha, entre más de treinta de las mejores, y el pan, realizado a mano diariamente. “Esta comida siempre se ha asociado a mala calidad y nosotros queremos desterrarlo”, apunta sobre un modelo de salchicha frankfurt, ahumada en madera de haya y que contiene un 87% de carne de cerdo.
Todos los consultados para este reportaje tienen el mismo interés en ofrecer un tipo de producto trabajado gastronómicamente. Quizás los que más alto estén apuntando sean El perro salvaje (Felipe V, 2; Espíritu Santo, 11), otros recién llegados. Su primer y minúsculo local se localizaba en la calle Carretas. “Aquello fue una divertida locura, pero era insostenible económicamente”, señala Fernando del Valle, director de operaciones de la marca, que ahora tiene dos sedes. Su salchicha ha sido diseñada en exclusiva por una empresa de la que no quieren revelar el nombre. “Utilizamos carne de vacuno 100% y la tripa es natural de cordero. Me costó muchos viajes de ir a probar a la fábrica, cuarta generación de salchicheros alemanes”, revela del Valle. El diseño de esta especialidad recrea el de un hot dog típico de Chicago, con su mismo chasquido en boca y sabor.
La expansión de este sucedáneo de nuestro bocadillo de siempre es innegable. Munchies (Huertas, 25) inauguró su primer local un 21 de diciembre de 2013 y hoy es un referente en uno de los emplazamientos más turísticos de la ciudad. “Un buen mes llegamos a servir diez mil perritos”, desvela Ambar Vazquez, caraqueña de 37 años y propietaria del negocio, que emplea salchichas de La madrileña elaboradas al horno. También desde Venezuela llega Alfonso Borbotone, cocinero y cabeza pensante de Paperboy (Luchana, 11), que ofrece 14 variedades de perritos diferentes. “Sobre la base de un hot-dog desarrolló platos gastronómicos”, apunta Borbotone sobre unos bocados que llevan confitura de plátano y ron, jalapeños caseros o kimchi coreano. Nada escapa a un perrito caliente.
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