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Quim Torra mantiene vivo el ‘procés’

Cataluña está lejos de volver a la normalidad política pese a haberse disipado, en principio, la amenaza de repetición de elecciones

Quim Torra y Eduard Pujol en el Parlament.Foto: atlas | Vídeo: MASSIMILIANO MINOCRI | ATLAS
Miquel Noguer

Cataluña está lejos de volver a la normalidad política pese a haberse disipado, en principio, la amenaza de repetición de elecciones con la designación del candidato Quim Torra como candidato a la presidencia de la Generalitat. Torra se someterá entre hoy y el lunes al debate de investidura, pero en su primera declaración pública, ayer, dejó claro que su intención es continuar desafiando al Estado. Se propone avanzar en el “proceso constituyente” para una república catalana y recuperar “el contenido” de leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional. Todo ello con el expresident Carles Puigdemont marcando los ritmos y las políticas desde su refugio berlinés.

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El pleno de investidura comenzará hoy a mediodía pero no está previsto que culmine hasta el próximo lunes, cuando se produciría la votación definitiva. Sólo entonces, en segunda votación, los grupos independentistas sumarán la mayoría suficiente para investir a Torra: 66 síes frente a los 65 noes de la oposición. Eso contando con que los cuatro diputados de la CUP se abstengan.

Más allá de este calendario, el de Torra promete ser todo menos un Ejecutivo normal. Él mismo lo certificó ayer en TV-3 al admitir que su Gobierno tendrá tres focos. Por este orden, el primero es el que denomina “espacio exterior”, o sea, el entorno de Puigdemont y de los exconsejeros huidos de la justicia española en Alemania, Bélgica y Reino Unido. El segundo, las propias instituciones catalanas, que él liderará. El tercero será la “ciudadanía movilizada”, a la que pretende utilizar para mantener viva la llama de la reivindicación en la calle.

La acción de gobierno tampoco entrará en los criterios de normalidad política. Torra, que aseguró que Cataluña vive “una crisis humanitaria”, anunció en la entrevista en la televisión pública catalana —a la que acudió con un lazo amarillo en solidaridad con los líderes independentistas presos— que su objetivo es servir de “altavoz para poder denunciar la represión, seguir avanzando en el proceso constituyente y el proceso de construcción republicana”.

Torra recalcó que pretende obedecer solo “lo que decida el Parlament” y llamó a cumplir el “mandato del 1-O”, el referéndum de independencia ilegal del año pasado. Lo hará intentando “recuperar el contenido de las leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional” e iniciando un “proceso constituyente”, uno de los puntos clave de la hoja de ruta que se proponía llevar a cabo el independentismo antes de la intervención de la autonomía catalana con el artículo 155 hace seis meses. Precisamente, la primera decisión política de calado que tomará el Govern de Torra será hacer una auditoría de la situación del autogobierno después de seis meses sin presidente ni consejeros. Y se hará con una indisimulada intención de “restituir”, en la medida de lo posible, tanto los organismos como las políticas que el Gobierno central ha cambiado o cancelado en este tiempo.

Torra, cuyo radicalismo siembra dudas incluso entre buena parte de los diputados que hoy votarán a favor de su investidura, tiene la intención de combinar estas acciones con un despliegue de gestos simbólicos que dejen claro que el proceso independentista sigue vivo. De entrada piensa desplegar un gran lazo amarillo en la fachada de la Generalitat. Y se plantea otros actos “simbólicos” para realzar el “carácter de excepcionalidad y provisionalidad” de la legislatura. Por ejemplo, está estudiando la posibilidad de nombrar simbólicamente consejeros a algunos de los políticos independentistas encarcelados. El gesto no tendría mayores consecuencias pero sería una primera declaración de intenciones.

Torra ya ha tenido que pedir disculpas por sus actuaciones incluso antes de tomar posesión del cargo. La tormenta política derivada de sus tuits de carácter supremacista y plagados de insultos a “los españoles” le obligó ayer a salir al paso. “Pido disculpas si alguien los ha entendido como una ofensa”, dijo en TV-3 tras señalar que el objeto de la polémica eran “seis tuits de hace cinco o seis años”. Obvió de esta manera que, además de esos tuits, buena parte de su trayectoria pública ha estado marcada por declaraciones, artículos y mensajes en las redes sociales atacando a todo lo español o a los catalanes que se expresan en castellano.

“Xenófobo”

Las disculpas llegaron tras habérselas exigido la oposición, que ve en Torra un peligro para la convivencia en Cataluña. La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, lamentó que Carles Puigdemont haya elegido al “más radical” para sustituirle, y no dudó en tildar al futuro president de “xenófobo y supremacista”. Miquel Iceta (PSC) le pidió que distinga entre su etapa como “activista” y la de “presidente”. Las dudas sobre la idoneidad de Torra también se han extendido en las filas independentistas. Da fe de ello la frialdad con la que han recibido la propuesta de Puigdemont los sectores más moderados del PDeCAT y de ERC.

También hay serias dudas sobre la autonomía de Torra como president. Todos tienen claro que el objetivo de Puigdemont es seguir moviendo los hilos del futuro Govern desde fuera de Cataluña. El expresidente ha llegado a pedir que su despacho no se utilice, para visualizar que él sigue siendo el presidente legítimo.

Torra ni siquiera pudo negar ayer este extremo entre acusaciones de “presidente títere”. “Como president yo trabajaré en las dependencias de la Generalitat, aunque desconozco dónde”, dijo antes de admitir que no ha podido elegir a sus consejeros. Queda por ver ahora cuánto durará la legislatura. Por ley, una vez elegido presidente no pueden convocarse nuevas elecciones hasta el próximo otoño.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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