Colapso en las Urgencias del hospital Gregorio Marañón
La sección, abarrotada desde el martes, ha alcanzado un pico de unas 80 personas pendientes de ingreso
Los pasillos de las Urgencias del Hospital Gregorio Marañón llevan desde el pasado martes repletas de camillas y sillas de ruedas, mientras que, en las salas de espera, familiares y pacientes se amontonan durante horas o días esperando ser atendidas o derivadas a planta. Durante la mañana del 5 de abril se ha registrado un pico de pacientes 87 personas, según afirma la sección sindical de UGT en el centro. Fuentes del Gregorio Marañón han determinado que, para las 15.00, había 78 pacientes registrados.
Los boxes han pasado de aguardar a seis enfermos a acumular hasta a 12, según aseguran algunos facultativos. Se han tenido que retirar las sillas de algunas salas de espera para meter en ellas más camillas, así como habilitar las salas de Traumatología, Dermatología y el Aula de Formación de Urgencias. Las visitas se han restringido mediante pases de 10 a 20 minutos para evitar aglomeraciones en los pasillos.
El hospital no ha facilitado datos de afluencia de pacientes de la semana, si bien reconoce que "se ha producido un números de visitas importante" y ha asegurado que se han facilitado tres salas de pre-hospitalización y que se han aumentado en 12 las camas disponibles. El Instituto Provincial de Rehabilitación (IPR), situado a 2,5 kilómetros del Gregorio Marañón, también ha estado recibiendo pacientes.
Los médicos consultados en el hospital señalan que la saturación de las Urgencias es un problema crónico, con picos que se dan de forma cíclica. La falta de personal y la limitación de dos camas por habitación en planta, sumado a las llegadas de pacientes desde las urgencias de otros centros más pequeños, son las causas de estos habituales colapsos. "No había visto nada como esto desde septiembre", asegura una enfermera, que ha preferido no identificarse.
Juan Rubiales se indigna al recordar todas las penalidades que su padre, de 84 años, ha tenido que pasar desde que llegaron a las Urgencias el pasado martes a las 17.00. "Tuvieron a mi padre 8 horas en una silla de ruedas hasta que lo pusieron en una camilla", ha afirma. Este jueves al fin ha conseguido una habitación en planta, unos dos días después.
"Esto ha sido un desbarajuste, un caos", ha descrito Juan Carlos Montero, que vino con su madre de 83 años el martes a las 15.00. Tras dos días de espera van a trasladarla al IPR. "Prefiero que esté allí en una habitación decente que aquí, hacinada", explica. Adrián Vega, de 17 años, lleva desde la tarde del miércoles en una cama situada en los pasillos de Urgencias, y comenta con humor el método que utilizan los médicos para identificar a los pacientes: escriben los números en hojas de cuaderno que pegan con celo en la pared, junto a los enfermos. "Como estamos aquí todos desperdigados, si no fuera por esto no tendrían cómo encontrarnos", explica entre risas.
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