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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Juicio a una época

Es el juicio a una época, pero más que eso es también una pesadísima losa para Bonig y el resto de populares valencianos

Francisco Camps a su salida del Consell Juridic Consultiu.
Francisco Camps a su salida del Consell Juridic Consultiu.Kai Foersterling (EFE)

Unos años atrás, cuando Camps y Costa declaraban en la Audiencia sobre el famoso caso de los trajes, fueron diversos los medios que señalaron en aquel instante que nos encontrábamos ante el juicio a toda una época, a una manera de gobernar. El caso, empero, trataba de una causa que finalmente fue considerada menor e intrascendente por un jurado popular que declaró no culpables a nuestro antiguo Molt Honorable y al todopoderoso ex–secretario regional de su mismo partido. El juicio, con un Camps acabado de dimitir, y un Costa todavía en el hemiciclo de Les Corts y con cierta ascendencia en su partido, tuvo bastante eco mediático pero quedó en nada o en casi nada.

El Partido Popular sacó pecho y los encausados se jactaron hasta la saciedad de cuán honestos eran y cuán injustas estaban siendo todas las calumnias y acusaciones falsas que desde la oposición y desde determinados medios se vertían en aquellos días sobre ellos. En ese momento, y aún bajo el manto protector de un partido que seguía gozando de amplias mayorías en Valencia y que, sin quitárselos de encima, los seguía protegiendo y defendiendo interna y externamente, tal vez pensaban que su impunidad se alargaría ad-eternum, y que la historia les absolvería por haber puesto -no se cansaban de repetirlo- a la Comunitat Valenciana en el mapa.

Pero la Gürtel es otra cosa. La vista que estos días hemos seguido con atención los valencianos, sí que supone el auténtico juicio a toda una época, a una forma de gobernar casi despótica de personajes iluminados, arrogantes y megalómanos que no tuvieron reparo a la hora de derrochar cientos de millones de dinero público; y que como se está demostrando tejieron estructuras absolutamente ilegales con las que financiar a su partido mediante la colaboración de un nutrido grupo de empresarios.

Una manera de funcionar, que como declaraba la semana pasada un empresario que se negó en su momento a ser partícipe del entramado, era propia de la mafia napolitana; y que implicaba contratos reales y ficticios, y mordidas de entre el 3% y el 30% para el Partido Popular. Ingresos millonarios durante años y años que ayudaban a consolidar las redes clientelares, la implantación y la promoción política de una organización que acudía siempre con ventaja ante sus rivales a cualquier contienda electoral. El juicio de estas semanas destapa las vergüenzas de unos hechos gravísimos ante los que el PP valenciano y estatal sigue apenas sin condenar y poniéndose a de perfil, mientras los Costa, Rambla, Pérez, Correa, los diversos empresarios encausados e incluso el propio Camps en declaraciones a los medios; se disparan los unos a los otros mientras esperan la benevolencia de los jueces e intentan salvar el poco honor que les queda.

Es el juicio a una época, pero más que eso es también una pesadísima losa para Bonig y el resto de populares valencianos, a cuya inacción política se suma la incapacidad manifiesta para volver articular un discurso realista y creíble para el centro-derecha valenciano. Todavía menos para volver a erigirse en el imaginario colectivo aquello que hábilmente aparentaron ser durante mucho tiempo: los mejores defensores de los intereses de los valencianos.

Es más que posible que el PP no tocara suelo en 2015 en medio de una coyuntura tremendamente desfavorable (crisis económica y social, escándalos de corrupción, aparición de nuevos fuerzas políticas, falta de liderazgo,…) y que muchos de los votantes que perdió por el camino, los haya perdido para siempre. Muchos optaron por la abstención y otros dieron su oportunidad a otros partidos. En este momento, y con el 2019 en el horizonte, se abre todo un mundo de incertidumbre y también de oportunidades. El panorama es bien distinto al de tres años atrás. Unos van a la baja, algunos consolidan posiciones y otros navegan entre la indeterminación y las tensiones internas.

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Afortunadamente la oferta política para los valencianos se amplía y ya se van abriendo nuevos claros para cubrir un espacio del que durante muchos años, algunos, hemos estado huérfanos. Es justo ahora cuando se hace necesaria más que nunca una propuesta realista con los intereses sociales y económicos de esta peculiar sociedad nuestra, que se destaque desacomplejadamente por un valencianismo integrador y moderno, que rehúye el sectarismo y los dogmas de fe; y que carece de hipotecas con los partidos con sede en Madrid. Un proyecto del que comienzan a participar ciudadanos de diversas procedencias políticas, independientes y también muchos jóvenes que jamás habían militado en ninguna organización; y que ha de ayudar a que los valencianos recuperemos nuestro orgullo como pueblo y como colectividad para dejar definitivamente atrás una de las épocas más oscuras de nuestra reciente democracia.

Roger Mira, secretari general de Demòcrates Valencians.

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