“Las mujeres vamos a tener un lugar en la Historia, el que nos merecemos”
Susana Koska rescata en 'Mujeres en pie de guerra' el testimonio de luchadoras antifranquistas
Un documental de 2004 dio voz a un mosaico de luchadoras antifranquistas en Mujeres en pie de guerra, de la escritora y actriz Susana Koska (San Sebastián, 1966), quien más de una década después rescata esas entrevistas en un libro del mismo título y hace reverberar los testimonios de unas mujeres que "fueron invisibles pero tienen que formar parte de la historia, porque ellas también fueron a la guerra". El libro Mujeres en pie de guerra. Memorias de nosotras (Ediciones B, 250 páginas) es un homenaje, dice su autora, al coraje, el tesón, la vitalidad, la resistencia y la dignidad de "tantas y tantas mujeres que lucharon en los peores años por la libertad de su país". En él se cuentan las historias de Neus Catalá, Rosa Laviña, Trinidad Gallego, Teresa Buigas, Cecilia G. de Guilarte, Rosa Díaz, Carmen Alcaide, Carmen Puig Artich y Antonina Rodrigo.
Pregunta. ¿Cuál es la aportación de este libro a la memoria histórica?
Respuesta. Es necesario recordar, hacer memoria y saber de dónde vivimos. La historia de este país tiene 40 años de vacío para algunos y hubo generaciones de personas que fueron completamente silenciadas, invisibles. Creo que por justicia y dignidad tenemos que saber por qué estamos como estamos. Es un ejercicio de sinceridad con nosotras mismas, conocer lo que pasó y escuchar todas las voces. Es gente que hizo muchísimas cosas cuando no se podía hacer nada.
P. ¿La historia se ha masculinizado?
R. La historia se ha masculinizado, pero eso está cambiando. Cuando empcé el proyecto a finales de los 90 la historia de la Guerra Civil era muy masculina. Las mujeres eran las que lloraban en las colas del pan, las que decían adiós a los niños, las que esperaban en las puertas de las cárceles... Muy pocas personas hablaban de ellas, no aparecían en los documentales. Era absolutamente necesario que esa voz se haya hecho más presente ahora. Eran invisibles pero tienen que formar parte de la historia, porque ellas también fueron a la guerra. Pero de ellas sabemos muy poco. Sabemos de los heroicos guerreros o de las milicianas que echaron del frente, y poco más. Tenemos muy pocas referencias, por ejemplo, de las mujeres que trabajaron en las fábricas. No sabemos que las mujeres estuvieron en prisión, que apoyaron la resistencia o se involucraron en las comisiones haciendo muchas cosas en los 70.
P. A ello ha podido contribuir que aquellas generaciones de mujeres llevaban siempre todo en la intimidad, en silencio.
R. Cuando he llegado a ellas no he sentido ese miedo a hablar de su vida. Pero es verdad que cuando Antonina Rodrigo iba recabando testimonios de mujeres represaliadas se bajaban las persianas y se cerraban las ventanas para hablar. Es una generación que se crió en el silencio y en el miedo. Por eso esa inquietud por saber lo que pasaba, porque en los libros no estaba.
P. ¿Y qué ha descubierto en estas mujeres?
R. He hablado con mujeres de todo tipo. Con las muy mayores me he encontrado el compromiso con la historia. Tenían 18 años, estaban en pleno fervor, y les preocupaba adquirir una educación mínima, poder acceder a estudiar. Fueron mujeres muy valientes, que tuvieron que apechugar con la dura realidad de tener que marcharse del país con una mano delante y otra detrás, y empezar de cero.
P. Es un homenaje a las luchadoras antifranquistas.
R. Sí, y a las madres que les tocó luchar en casa levantando familias de la nada.
P. ¿Y eran mujeres militantes, convencidas de que había que defender una causa de libertad y justicia?
R. Muchas mujeres estaban afiliadas a organizaciones sindicales, como la CNT, a organizaciones humanitarias para ayudar a los refugiados También hay mujeres que se agruparon en las fábricas.
P. Los relatos son sobrecogedores. ¿Cómo ha sido la digestión de asimilar esos testimonios tan descarnados?
R. Al comienzo fue muy duro, algunas historias me impactaron, no solo la de Neus Catalá, que estuvo en un campo de concentración. Testimonios tras estar en la cárcel, de las mujeres que no sabían si iban a poder ver algún día a sus hijos que luchaban en el frente.
P. La clandestinidad, ese agujero negro.
R. Esas mujeres que salían de casa con sus hijos y cambiaban de domicilio porque no sabían si en algún momento iban a ir a por ti. Tener que dar a tus hijos porque estás en prisión y quieres que se eduquen. Ese relato da mucho dolor.
P. ¿Qué lecciones hay que sacar de los relatos de estas personas?
R. Hay que convertir los limones en limonadas y que hay que superarse a sí mismo.
P. ¿Está siendo injusta la Historia con estas grandes batalladoras?
R. Eso ha ocurrido, pero ya no es así. Las mujeres ya no son invisibles. Eso fue un peligro, pero las mujeres vamos a tener un lugar en la Historia, el que nos merecemos.
P. Hay un componente feminista en la obra.
R. Sí, claro. El feminismo es una buena filosofía de vida.
P. ¿Qué retratos podemos encontrar en este libro?
R. Está recogido el testimonio de mi tía, que fue una niña de la guerra, que se fue sin saber cuándo iba a volver. Si lo pensamos es muy duro. Esas niñas y niños volvieron y se encontraron con un país devastado. Para ellos fue una experiencia terrible. Las mujeres anarquistas, Sara Berenguer, un ejemplo de solidaridad. Y de compromiso, además de una dulzura extrema. Me gusta el testimonio de anónima que se preocupa en el País Vasco de mantener el euskera, enseñando esa lengua en las casas. Es meritorio. Por supuesto, la voz de Neus Catalá, que sobrevivió al infierno de un campo de concentración. Todas ellas se comprometieron a luchar.
P. Destaca el compromiso por unos ideales.
R. Todas tenían un compromiso con la vida, cada cual desde su ámbito.
P. Un mosaico de experiencias.
R. Eso es. Un coro de mil voces que han vivido distintas épocas.
P. ¿Qué huella han dejado y qué lecciones deberíamos tomar de estas personas?
R. Demostraron que hay que ponerse en la primera fila de la barricada. Las generaciones que vinimos después lo hemos aprendido y por eso las mujeres no somos invisibles.
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