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Radiografía del usuario de las ‘chemsex’

Un estudio de Stop Sida revela que los participantes aducen motivos diversos para participar en estas fiestas sexuales, desde aumentar el placer o desinibirse, hasta buscar intimidad emocional o lidiar con momentos complicados de su vida personal

Jessica Mouzo
Plan sobre Drogas
Fotograma de la película 'Chemsex', de 2015.

La comunidad científica ha empezado a poner el foco en las llamadas chemsex —sexo químico, en inglés—, como así se conocen las reuniones donde los participantes consumen varios tipos de drogas de forma intencionada para mantener relaciones sexuales entre ellos durante un largo período de tiempo. Esta fenómeno, acotado casi en exclusiva a una parte minoritaria del colectivo gay, ya es considerado un problema de salud pública por los riesgos que conlleva: en algunos casos puede generar adicción a determinadas sustancias tóxicas, desenvolver problemas de salud mental e incluso, según un estudio del centro comunitario BCN Checkpoint, puede triplicar el riesgo de infección por VIH —por la reducción de la percepción del riesgo al estar bajo los efectos de las drogas—. Sin embargo, poco saben todavía los expertos acerca de las dinámicas de estas prácticas. La organización Stop Sida se ha propuesto conocer, en primera persona, a los protagonistas de estas sesiones sexuales y ha realizado un estudio cualitativo con entrevistas a 26 usuarios. El resultado: un perfil heterogéneo, policonsumidor, con motivaciones diversas y alta percepción del riesgo.

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Los usuarios entrevistados tenían entre 23 y 55 años y el 80% tenían estudios de formación profesional o superiores. El 46% eran personas que convivían con una infección por VIH. Percy Fernández Dávila, investigador de Stop Sida, explica, no obstante, que el perfil de participante en las chemsex es muy heterogéneo. 

Aunque al principio las chemsex se vinculaban al uso de tres tipos de drogas concretas (GHB, mefedrona y metanfetamina) en contextos sexuales, el estudio de Stop Sida sostiene que el tipo de sustancias consumidas es muy amplio. Además de estas tres,  las más frecuentes reportadas fueron la cocaína, el éxtasis, la ketamina e incluso la viagra. "La aparición de la metanfetamina supuso un punto de inflexión en el consumo de drogas entre hombres que tienen sexo con hombres en Barcelona", sostiene el investigador de Stop Sida. De hecho, alerta, muchos de los entrevistados aseguraron que desconocían lo que era la metanfetamina cuando la probaron por primera vez. "En Estados Unidos ya es un grave problema de Salud pública en todos los colectivos. Está considerada la droga más peligrosa del mundo por su poder adictivo", señala Fernández Dávila. Esta sustancia quita el sueño, el cansancio físico y la sensación de hambre y aumenta el apetito sexual. 

Los motivos expuestos por los usuarios son muy variados: diversidad de formas de experimentar el sexo, búsqueda de intimidad emocional, socializar y hacer amigos, tener acceso a drogas... En esas prácticas, reconocieron los entrevistados del estudio, "se consumen todas las drogas que están disponibles y pueden durar entre cinco horas y varios días". El informe recoge, sin embargo, que "a través del sexo se expresan muchas necesidades no sexuales". Y agrega: "Varias motivaciones para hacer chemsex y asistir a los espacios donde se practica pueden estar relacionadas con la búsqueda de colmar ciertas necesidades psicosociales". De hecho, las rupturas sentimentales suelen aparecer como parte fundamental del relato de los entrevistados cuando hablan de cómo se acercaron al consumo de drogas.

Temor al consumo problemático de drogas

Pese a los riesgos que genera, ni mucho menos la práctica del chemsex resulta problemática para todos los usuarios. Solo hay una parte de los participantes que manifiestan un consumo problemático de sustancias para tener sexo o problemas de salud mental asociados. En este sentido, algunos de los entrevistados  reconocieron sufrir síntomas de ansiedad, dependencia emocional o estado de ánimo depresivo. Además, el 70% de los participantes en este estudio de Stop Sida reconocieron estar preocupados por su consumo o encontrarse en riesgo de comenzar a tener problemas con él. 

Conscientes del riesgo de adicción o auge de ITS —el 85% de los entrevistados indicó no usar el condón nunca o de forma inconsistente— que puede implicar esta práctica, algunos hospitales catalanes ya han empezado a abordar este tema entre los pacientes susceptibles de practicar chemsex y entidades como BCN Checkpoint o Stop Sida han abierto consultas de atención psicosocial para atender los casos de consumo problemático.

Fernández Dávila sostiene que lo que más apremia, en términos de prevención, es formar e informar a los usuarios. "Quieren saber qué efectos tienen las drogas, qué pasa si mezclan sustancias...", sostiene el investigador de Stop Sida. Fernández Dávila apuesta también por programas de reducción de riesgos, mejorar la formación de los profesionales de la salud de la red de atención a drogodependencias y vigilar el impacto de esta práctica en los colectivos de riesgo.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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