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El ‘chemsex’ triplica el riesgo de infección por VIH en el colectivo gay

Un estudio del centro comunitario Barcelona Checkpoint ha constatado el aumento casos de VIH entre los hombres gays que realizan fiestas sexuales con drogas

Jessica Mouzo
El médico de Bcn Checkpoint, Pep Coll, realiza la prueba del VIH a un usuario
El médico de Bcn Checkpoint, Pep Coll, realiza la prueba del VIH a un usuarioConsuelo Bautista

Muchas dudas y pocas evidencias rodean al fenómeno del chemsex (del inglés chemical sex, sexo químico), una práctica minoritaria pero con tendencia al alza entre el colectivo gay y que se caracteriza por consumir varios tipos de drogas con el objetivo de mantener relaciones sexuales durante un largo período de tiempo. La comunidad científica, sin embargo, ha empezado a poner el foco en el asunto y ya brotan las primeras investigaciones que confirman las sospechas iniciales. Un estudio del centro comunitario Barcelona Checkpoint ha constatado que el riesgo de infección de VIH entre los hombres gays que practican chemsex es tres veces mayor. La investigación señala que no es extrapolable a toda la población homosexual, aunque sí es orientativa.

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La nebulosa que cerca el fenómeno provoca que los expertos ni siquiera se pongan de acuerdo sobre la definición exacta del chemsex. A priori, y por los antecentes registrados en Reino Unido, donde esta práctica está considerada un problema de salud pública, el chemsexse vincula al uso de tres drogas concretas —mefedrona, GHB y metanfetaminas— y se reduce exclusivamente a una parte muy minoritaria de los hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Sin embargo, reconocen los investigadores, no hay ningún estudio que mida este fenómeno en el colectivo heterosexual y, en cualquier caso, tampoco se puede acotar a tres drogas. “La definición no debe ser estricta ni basada en sustancias”, advierte Fernando Caudevilla, médico de familia y experto en drogas de síntesis.

Con todo, en un colectivo donde la prevalencia del VIH es del 14% y sufre seis de cada 10 nuevas infecciones, los epidemiólogos están en alerta por los riesgos que supone esta práctica. “Los datos sobre chemsex en la cohorte BCN Checkpoint muestra que se trata de un fenómeno minoritario pero con tendencia al alza y está asociado a un aumento del riesgo de VIH”, apunta el investigador.

Riesgos psicosociales

Más allá del riesgo de infección, otras entidades como Stop Sida ya alertan de los riesgos psicosociales de esta práctica y del consumo problemático de sustancias para tener sexo: dependencia, impacto en salud sexual y mental, afectación a la vida cotidiana, social y económica… Algunos centros comunitarios de Londres ya reportan hasta 100 casos mensuales de consumo problemático vinculado al chemsex.

Los expertos alertan, no obstante, que no todos tienen dependencia a estas sustancias. Para Checkpoint, los usuarios que estarían en riesgo de tener un consumo problemático sería un 11% de los chemsexers detectados, el porcentaje que asegura practicarlo “frecuentemente”.

Aunque entre el colectivo HSH está muy extendido el uso de medidas profilácticas para evitar infecciones de transmisión sexual (ITS), el consumo de varias drogas al tener relaciones sexuales puede dejar a los participantes en un estado de semiinconsciencia que les haga bajar la percepción de riesgo. En su caso, la mefedrona es un estimulante del que todavía no se conocen sus efectos a largo plazo; la metanfetamina provoca euforia, desinhibición y quita el sueño; y el GHB o éxtasis líquido es un depresor sedante.

En su estudio, el director de BCN Checkpoint, Ferran Pujol, inspeccionó las encuestas que hizo a sus usuarios desde 2009. El centro comunitario, que detecta el 40% de las nuevas infecciones por VIH registradas en Cataluña entre el colectivo gay, revisó el último cuestionario de cada usuario dentro de cada año (30.204 encuestas de 15.276 personas). En concreto, la pregunta que hacía referencia al consumo de alcohol o drogas antes o durante las relaciones sexuales en los últimos seis meses. De ahí, los investigadores detectaron que, más allá del alcohol (lo consumía el 48% pero se descartó del estudio porque no está asociado a la infección), había una tendencia al alza en el consumo de casi todas las drogas. “Todas están al alza excepto la cocaína porque hay un cambio de patrón y van hacia drogas más baratas. El consumo de mefedrona crece”, apunta Pujol.

Para estudiar el chemsex y su impacto sobre la transmisión del VIH, los expertos seleccionaron el consumo de sustancias durante 2016 (hasta julio). De las 3.555 encuestas analizadas, entre el 1,5% y el 5,4% de los encuestados consumían una combinación o alguna de las tres sustancias vinculadas al chemsex. “El perfil de chemsexers que nos encontramos era de personas muy jóvenes, menores de 34 años, el 54% de origen español y con un nivel alto de formación: el 62% eran universitarios”, apunta Pujol, que presentó los datos en un seminario sobre VIH del Grupo de Estudio del Sida (Gesida) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica.

En su investigación, BCN Checkpoint estudió el estado serológico de 3.262 personas que no practicaban chemsex y 216 que sí lo hacían y constataron el aumento del riesgo de infección. Unas 52 personas (1,59%) de los no chemsexers dieron positivo en infección por VIH. Entre los que sí realizaban esta práctica, en cambio, el porcentaje se triplicó: 14 chemsexers (6,39%) se infectaron por VIH.

Pujol insiste en que no es un estudio extrapolable a toda la población gay pero da una pista de por dónde van los tiros. “Son muchos cuestionarios analizados y de un perfil muy variado, pero puede suponer una limitación porque no sabemos si todos los practicantes reales de chemsex nos lo comunican porque pueden tener reticencias a decirlo”, apunta, pese a que por el centro pasan alrededor de 6.000 usuarios al año. Los patrones de consumo, además, cambian entre barrios y ciudades, lo que complica más hacer una generalización.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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