Retratos para ‘resetear’ el cerebro
Javier García, con daño cerebral, ante las fotografías que ha hecho para recuperar su vieja pasión
A Javier García se le subieron literalmente los mocos a la cabeza. Estando resfriado, tuvo una sinusitis y empezó a dolerle mucho la cabeza. Una madrugada se levantó con malestar y cayó redondo al suelo. En el hospital tuvieron que abrirle el cráneo y limpiarle la infección con agua a presión. Estuvo 20 días en coma. “Mi caso fue muy extremo”, reconoce. “Nadie sabía cómo despertaría”.
Y despertó agresivo. No reconocía ni a su madre. Su memoria volaba sin recordar nada con precisión. Hoy ha pasado un año desde su accidente cerebral y, aunque ha vuelto a crecerle el cabello, la cicatriz es bien visible en su cabeza. Cuenta su historia sentado en una habitación del Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral (CEADAC), el lugar donde ingresó para someterse a un ‘reseteo’ completo.
El objetivo del centro, para menores de 55 años, es que las personas recuperen la actividad previa al accidente y, en los casos en los que sea posible, vuelvan a trabajar. Muchos, como García, que ingresó con 39 años, llegan muertos del miedo y desvalidos. “Por resumirlo de alguna forma: no me aceptada a mí mismo en mi nueva condición”.
Su terapeuta, Ruth Bueno, fue repasando junto a él las tareas que más le costaban. García le contó que su pasión era el maquillaje artístico, que compaginaba con su trabajo de comercial de sondeos, y que ahora se veía incapaz de levantar un pincel. En su cuenta de Instagram (@galmunia) figuran muchas de sus obras: Catrinas (calaveras maquilladas, típicas de México), modelos pintadas de dorado con tachuelas, tocados imposibles… Bueno le propuso que maquillara y retratara a los profesionales del centro y a sus compañeros y García aceptó el reto. Abrieron un plazo para que todos los voluntarios que quisieran ponerse en sus manos se anotaran y cuando llevaban 50 personas tuvieron que retirar la lista antes de tiempo.
Durante 50 días, García dedicó una hora y media diaria a cada retratado. A su logopeda, Elena Panizo, la fotografió con un collar de letras sobre un fondo de tonos amarillos. A su fisioterapeuta, a la que veía como una diosa porque le ayudó a rebajar el dolor del homóplato que le acompaña desde que se desvaneció, la fotografió con la melena al viento en actitud de súpermujer. A Bueno la maquilló rodeada de mariposas porque le devolvió “la libertad” al ayudarle a moverse de nuevo solo en transporte público y pudo dejar de ir a rehabilitación todas las mañanas en ambulancia.
Para Javier, la experiencia ha sido inolvidable. “Una compañera de rehabilitación, que va en sillas de ruedas, se puso de pie para la foto y me dijo emocionada, ‘Gracias, Javi, porque durante este rato me he sentido mujer’. He recibido mucho más yo de lo que he dado. Y todo gracias a este centro. Como digo en el proyecto: ‘Ceadac, te pedí una mano y me diste dos”.
García lleva cinco meses en el centro y recibirá el alta el próximo día 17. Su futuro es una incógnita para él. Está de baja laboral y no sabe cuánto tiempo seguirá así. Pero hace un mes publicó una foto de su primera creación tras su percance cerebral: una catrina [un rostro maquillado como una calavera, una tradición mexicana] dorada y tuerta. Sus fotos estarán expuestas en el CEADAC hasta el día 22. Después, irán a la sala donde Bueno y otras profesionales ayudan a los usuarios del centro a hacer lo que más le cuesta a cada uno hasta que se encuentren mejor. “Le estoy súper agradecido a Ruth”, dice García. “Me quitó el miedo y me devolvió la libertad”.
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