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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El callejero del “Capità Collons”

La propuesta del historiador Josep Abad Sentís parece salida del trabuco del mítico Miquel Badia, comisario de Orden Público de la Generalitat que combatió con fiereza a los anarquistas de la FAI

Francesc Valls
La plaza Antonio Machado de Sabadell.
La plaza Antonio Machado de Sabadell.MÍRIAM LÁZARO.

El informe sobre el nomenclátor encargado por la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Sabadell, Montserrat Chacon (ERC) anticipa el mundo feliz que proyecta el sector más rancio del nacional-independentismo. La propuesta, asegura la regidora, no es vinculante. Pero por si acaso y ante el revuelo generado, el alcalde de la capital vallesana, el cupaire Maties Serracant, se ha apresurado a enmendar la plana al historiador Josep Abad Sentís –a quien le fue hecho el encargo-, afirmando que no se iba a desposeer a Antonio Machado de su calle por muy español que fuera.

Y es que la propuesta de Abad parece salida del trabuco del Capità Collons, el mítico Miquel Badia, comisario de Orden Público de la Generalitat que combatió con fiereza a los anarquistas de la FAI, lo que le valió el apodo despectivo. Los faístas lo asesinaron en abril de 1936. Badia, a buen seguro, cerraría hoy día filas en torno al diseño del historiador sabadellense o engrosaría la legión de seguidores del Institut Nova Historia, ese que dice sin pestañear que Colón, Cervantes, Da Vinci, Américo Vespucio y hasta Hernán Cortes eran súbditos de los Països Catalans.

El que fuera comisario de Orden Público compartía con los hombres de acción de la FAI únicamente su afición por la pólvora. Los separaba el resto. Para Badia, el orden natural era una patria catalana corporativamente feliz, mientras que los faístas apostaban por la socialización de los medios de producción y por desterrar los prejuicios de raza o patriotismo. El Capità Collons fue uno de los organizadores del compló del Garraf –por el que un grupo de independentistas intentó matar a Alfonso XIII-, y participó activamente en la preparación del 6 d'Octubre de 1934 de ecos tan próximos.

Badia consideraba que todo ello era por un buen fin: la patria mítica negada durante siglos por España. Los nacionalismos excluyentes –ya sean español o catalán- comparten animadversión hacia lo extranjero, por lo que supone de contaminación de ideas foráneas. Y en ese sentido, el anarco-sindicalismo o el marxismo siempre fueron juzgados por ambos como algo extraño y antagónico al ADN nacional.

Pero volvamos al callejero del Capità Collons. Un artículo recomendable de Antonio Santamaría publicado el pasado mes de julio por ISabadell analiza en profundidad el proyecto, desde el momento en que fue entregado a diversas entidades. En él, se observa a primera vista que el hecho de ser español es de por sí el pecado original. Así, se propone desposeer de su calle a Dolores Ibárruri por su estalinismo. Paradójicamente se mantiene en el nomenclátor al último alcalde republicano de Sabadell, el comunista Josep Moix, hombre de estalinismo probado, que participó en la destitución en 1949 del secretario general del PSUC, el “traidor titista” Joan Comorera.

De la incómoda para cierto nacionalismo catalán Guerra de la Independencia, esa que forjó tanto patriotismo español, Abad propone expulsar del callejero a Agustina de Aragón, Bailén, Daoiz y Velarde… sumido en la vorágine incluso sugiere eliminar la calle del guerrillero Alzina, un sabadellense que combatió a las tropas napoleónicas. También deben saltar de las placas en las vías públicas Calderón de la Barca, Fernán Caballero, Garcilaso de la Vega, Góngora, Goya, Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Valera, Larra, Lope de Vega, Madrazo, Moratín, Pereda o Tirso de Molina i Turina. Al parecer, pertenecen todos ellos a la “pseudo cultura franquista”, según Abad. En buena tradición carlista y en comunión con los criterios de la dictadura militar, el historiador propone eliminar de la faz de Sabadell a grandes liberales progresistas como el fusilado general Luis de Lacy –conspirador contra Fernando VII- o el ahorcado y luego decapitado Rafael del Riego; sí, el del himno republicano. Claro que uno era andaluz y el otro asturiano…

Abad, en fin, sugiere dedicar diversas vías públicas a militantes locales de Estat Català, como Carme Claramunt, Josep Tramunt o Magina Pons. En cambio, ni rastro de ampliar la nómina por el lado de los muy catalanes sindicalistas y luchadores obreros locales, como Jaume Sallent, Antoni Soler o Enric Mampel, apunta el artículo de Santamaría. Claro, que estos últimos estaban dispuestos a romper la armonía del mundo feliz. Sin duda, contaminados por ideologías del odio ajenas a Cataluña y promovidas desde el extranjero.

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