La placidez y el charco
La joven gran sensación de la voz y la trompeta conquista el Café Central, pero aún necesita más dosis de atrevimiento
No solo Justin Bieber, por fortuna, se ha hecho famoso con YouTube. Ya con apenas 11 añitos, los vídeos de Andrea Motis armaban revuelo cuando se ponían a circular de buzón en buzón. Era un talento precoz, carne de admirada curiosidad, una niña prodigio de libro. La barcelonesa dobla ahora aquella edad y se deja ver durante toda esta semana en el Café Central, con expectación creciente: se ha convertido en fenómeno, en comidilla, en “la próxima gran cosa”. Y, más allá de posibles objeciones, es hermoso que tal cosa suceda con una chavala jazzista que alterna voz y trompeta, pronuncia un inglés de exquisitez nada peninsular y acaba de publicar su último disco con Impulse!, escudería fonográfica con resonancias muy serias.
La fascinación, por lo visto este miércoles, está justificada. Casi tanto como la cautela. Motis es menuda y aniñada, pertenece a la generación del 95 e incluso podríamos imaginarla hija del nuevo milenio, pero su aplomo resulta llamativo. Suena muy natural, ha desarrollado un vibrato delicado y sutil, gusta porque nadie le haría ascos a la tersura. Pero aún se echa en falta una pizca de arruga, un pellizco, el vértigo que sugiere el colmillo cuando se afila. Y esa sensación se agudiza en su faceta de trompetista, donde suena menos a jazz que a música ligera.
A estas alturas ya no podemos enjuiciar a Andrea solo como una artista joven: es una sorpresa ilusionante. Por eso tampoco podemos conformarnos con subrayar la fecha de su DNI, porque le toca aspirar a más. Si hoy ejerce como una especie de plácido híbrido entre Norah Jones y Chet Baker, cabe confiar en que mañana se asome a algún que otro filo. Sophisticated lady, por ejemplo, le sonó tan intachable como anodina. Divierte más cuando pisa el acelerador y bordea el trabalenguas (Sister Sadie, Honeysuckle rose) e ilusiona con su lectura de Moody’s mood for love, en la que sí se advertía una pizca de sudor, de pierna salpicada por el charco. A Motis le asiste el talento y la respalda una buena banda, en particular por lo que respecta al pianista Ignasi Terraza. Ahora es el turno de ella y, en efecto, le toca mojarse.
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