_
_
_
_

La universidad que se parece a La Paz

La Laboral de Alcalá fue inaugurada hace 50 años con la estética interior del hospital madrileño porque Franco quedó fascinado por el complejo

Franco durante la inauguración de la ULA, en marzo de 1967.
Franco durante la inauguración de la ULA, en marzo de 1967.Archivo IES Antonio Machado

Las paredes del Antonio Machado están impregnadas de historia. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. La frase del poeta sevillano, sobre un fondo naranja, ilumina uno de sus recovecos. Antes de convertirse en instituto en 1993, el centro fue la sede de la desaparecida Universidad Laboral de Alcalá de Henares (ULAH). El edificio se inauguró en marzo de 1967, hace 50 años. Miles de jóvenes corretearon por sus extensos pasillos durante décadas. “Siempre dijimos que parecía un hospital”, rememora Evaristo Olcina, antiguo alumno. No iban desencaminados.

El 18 de julio de 1964, cuando el general Franco fue a inaugurar el Hospital de La Paz, quedó fascinado por su estética. Le acompañaba el ministro de Trabajo, Jesús Romeo, que para agradarle le anunció que el arquitecto, Martín José Marcide, era el mismo que iba a levantar la ULAH. Marcide, autor de gran parte de los hospitales construidos en España a mediados del siglo XX, recibió el encargo a dedo. El centro educativo iba a instalarse en Carabanchel, pero no fue posible por problemas burocráticos. “La arquitectura de las universidades laborales fue muy notable para la época. La única que carece de ese interés es la de Alcalá”, remarca Carlos Mazarío, profesor de Historia en el reconvertido instituto, uno de los más grandes de España con sus 2.700 alumnos y 200 profesores. De ellos, 20 son exalumnos de la ULAH, como Manuel López, que llegó en 1969 desde Ordizia (Guipúzcoa) y se quedó para siempre.

Más información
Los alumnos de universidades laborales, preocupados por sus becas
Huelga en la Universidad Laboral de Alcalá de Henares
Las universidades laborales pasan al Ministerio de Educación

“Estos centros se construían en las afueras, en una extensión de 25 hectáreas, pero en Alcalá solo se contó con 11, de ahí su verticalidad” cuenta Mazarío en el libro que acaba de publicar sobre la institución. No lo ha tenido fácil, ya que se encontró con fuentes muy dispares: había épocas muy documentadas y otras de las que apenas había información. “La historia local sirve para conocer mejor el sitio en el que vives, pero también para reflejar la evolución de España", añade. La ULAH, por ejemplo, fue el primer centro académico del país que puso a disposición de sus alumnos un ordenador, un microscopio electrónico y otros elementos técnicos que ahora se pueden visitar gratuitamente en la exposición instalada en el sótano del centro.

Vanguardia técnica

La vanguardia científica y técnica, sin embargo, no iba acompañada de una igualdad efectiva. En la ULAH solo estudiaban varones. Las primeras alumnas se incorporaron en 1972. “Al principio, los chicos nos hacían el paseíllo hasta el aula”, rememoran Ángela y Puri, ingenieras de Telecomunicaciones. Realizaron sus estudios en este edificio, donde hasta finales de los ochenta se cursaban los tres años de la carrera. Luego pasó a la Universidad de Alcalá de Henares. “De los 400 alumnos de Telecomunicaciones, solo 14 éramos chicas. Dormíamos en el pabellón de los empleados. Preparábamos desayunos, cocinábamos o trabajábamos en la lavandería, algo que no tenían que hacer los chicos”, cuentan.

“De estas aulas ha salido gente muy influyente”, subraya Lorena Ortega, decana de la facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense. Ella conoció a su marido en la ULAH y narra cómo se relacionaban muchas parejas en una época en la que no existían ni móviles ni Internet. “Los estudiantes de Geología montaban emisoras de radio, algo muy rudimentario, pero de esa manera se comunicaban con sus novias. Para hablar, muchas venían a mi casa, que estaba cerca del edificio”. “Lo que yo recuerdo es que el personal de cafetería hacía la vista gorda cuando íbamos a pagar. Sabían lo caninos que estábamos”, se sincera Rodrigo Villa, alumno de la promoción del 79.

Becados por las mutuas

Las universidades laborales, por cuyas aulas pasaron medio millón de alumnos, fueron una institución educativa que dependió del Ministerio de Trabajo hasta 1979, cuando pasaron a Educación. Estaban orientadas a favorecer la formación de hijos de obreros, que acudían a alguno de sus 26 centros en régimen de interinidad becados por las mutuas laborales. “En el franquismo había, sin embargo, ricas y pobres. El jefe de residencia de Alcalá demostró, por ejemplo, que en las laborales no había hijos de jornaleros andaluces”, explica Enrique González, un profesor jubilado. Y añade: “Aquí coincidí con cinco capellanes que inculcaron a los alumnos la defensa de sus derechos”.

Rafael Alberti, en el centro, durante un acto en la ULA en 1978.
Rafael Alberti, en el centro, durante un acto en la ULA en 1978.Cedida por Esteban Orive

Eran los setenta, el franquismo languidecía y en estos centros germinaba el movimiento estudiantil. Se hizo patente cuando el dictador visitó la ULAH por segunda vez: ya solo aplaudieron los profesores. En una época privada de libertad, las universidades laborales abanderaron la lucha por recuperarla. El auge de los movimientos vecinales encontró colaboración en sus aulas, que favorecieron el cultivo de la conciencia de clase a través de la promoción de la cultura. “Hoy no parece importante, pero en 1970 aquí fuimos capaces de hacer un homenaje a Machado y al Che Guevara”, recuerda González. En 1978, recién regresado del exilio, fue el poeta Rafael Alberti el que tuvo la oportunidad de dibujar su legendaria paloma en el libro de visitas del centro. La poesía, paradigma de la libertad, entraba por fin en sus aulas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_